Jules Klein
en su obra La Mesta (1936) afirmaba que en los tiempos
antiguos cada rebaño de ovejas era guardado por cinco mastines. Eran
cuidados con el mayor esmero y se les suministraba la misma cantidad de comida
que a los pastores. Los mastines extraviados no podían pasar a posesión de
pastor o ganadero alguno sin la autorización del Honrado Concejo. Klein
consideraba que algunos de los perros pintados por Velázquez pertenecían a esta
raza. Vivieron con los rebaños, custodiaron los vellones, honraron apriscos y
majadas, recorrieron las tierras de España por cañadas, cordeles y veredas,
lidiaron con lobas pardas, soportaron en sus guardas calores, tormentas y
escarchas.Fueron la silenciosa compañía de los pastores y compartieron el pan, de trigo y
cebada, con sus hermanos los careas, y ennoblecieron los horizontes del
paisaje ibérico. Mucho le es debido a estos perros, criaturas de romance viejo.
Por cierto,
el Diario de Madrid, de 16 diciembre de 1796, publicó, sin firma,
este Epitafio a un mastín que no puede ser leído sin emoción.
de quien jamás el mundo tuvo quexas;
defendió de los lobos las ovejas
con robusto vigor y hábiles zancas.
Sus dientes y carlancas
fueron defensa al tímido rebaño,
y atronando los vagos horizontes
con fiel ladrido en las nocturnas horas,
ahuyentó de los montes
las bestias carniceras,
y a los hombres más fieros que las fieras.
Hizo bien a su grey, a nadie daño
con intento maligno.
Agradeció leal parco sustento,
y vigilante a su deber, y atento
no a ambición, no a interés, no a gloria vana,
no a delicia liviana
le ajustó; más a sola la obediencia
de obrar, qual le dictó la Providencia.
Bien tan gran perro de epitafio es digno;
o si no lo confiesas, caminante,
búscale entre los Héroes semejante.
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