Pedo.
Gas, ventosidad, aire de atrás, efluvio… Con tales bochornosos y cobardes epítetos definen algunos relamidos este
admirable y sencillo recurso del cuerpo para aliviarse de nocivos pesares. Son
esos cursis y pretenciosos que también dicen seno por teta, axila por sobaco,
coxis por rabadilla, pene por polla, y glúteos o trasero -que hay que ser
pedante de gónadas (perdón, quiero decir de cojones)- a lo que todo el mundo
sabe que es el culo.
Existen dos variedades, a saber, sonora
y silenciosa. La primera suele producir risa en quien la oye y vergüenza o
rubor en quien la emite. La segunda, sibilina, lleva de compinche casi siempre un
aroma francamente desagradable, por no decir apestoso, y tanto más intenso y nocivo cuanto
más reducido el espacio por donde sin freno se expande (automóviles, ascensores, salas de espera, lechos conyugales…). Para facilitar su expulsión es costumbre la apertura disimulada de nalgas o el levantamiento leve de alguna de las piernas.
En ocasiones, el gaseoso desahogo puede venir acompañado por la emisión sólida o líquida de materia oscura procedente de los intestinos.
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