Le puse las monedas en
la mano y cuando preguntó, mirándolas extrañado, que para qué eran, le respondí
que para pagar a Caronte mientras le seccionaba limpiamente la yugular.
En un gesto reflejo,
apretó el puño con las monedas.
No se le fueran a caer y se quedara en tierra de nadie.
Hombre, Elías, que estamos en Navidades..., que afán por limpiar... (dicho con guiño cómplice). Nuevamente, agudo micro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ni Navidades ni ná, querido Antonio. Cualquier día es bueno. ¿Y qué mejor que limpiar al final del año para comenzar el siguiente más ligero de equipaje indeseable?
ResponderEliminarAbrazo