sábado, 28 de diciembre de 2013

Baroja, por Marchamalo y Santos



Desde hace unos años (fue en un noviembre lluvioso, recuerdo, nuestro primer encuentro) tengo la fortuna de gozar de la amistad y el aprecio de Jesús Marchamalo. Él suele hacer visible ese afecto con preciosas muestras impresas de su pasión por los libros y su adoración por las palabras: un nuevo exlibris, un pequeño volumen con alguna conferencia o artículo, algún folleto u opúsculo, una viajera postal, algún imprevisto collage…

Todos los años, en estas fechas festivas, y siempre en colaboración con alguno de sus múltiples amigos artistas, tiene la sana costumbre de realizar pequeñas ediciones para enviar a sus amigos cuando menos se lo esperan.

Y si el año pasado lo que llegó a mi buzón fue la obra original de la artista Mónica Gutiérrez Serna, Un dólar para Zelda (una gruesa cartulina impresa con las efigies de Scott Fitzgerald y Zelda con un dólar de plata incrustado en ella -“Para que vayas al cine”, me decía Jesús en la nota que lo acompañaba-), este año es un delicioso librito de apenas cuarenta páginas, Retrato de Baroja con abrigo, hermoseado con unos magníficos grabados de Antonio Santos, que acaba de publicar Nørdica libros.

Mi ejemplar de ese Retrato… está firmado por ambos y signado con el número 43, número primo donde los haya.

Por cierto, que se da la feliz coincidencia de que si Baroja aún viviera, hoy, día de los Santos Inocentes, Pío Inocencio, que tal era el nombre con que lo cristianaron, hubiera cumplido la respetable cantidad de 141 años, número capicúa donde también los haya.

Un regalo de reyes anticipado de ese rey de la amistad que es Jesús Marchamalo. Ya le hecho un hueco entre Bocadillos de delfín, Tocar los libros, El don de la impaciencia, Palabras en el Bosque, No hay adverbio que te venga bien, Viaje a Vasconcelos… 
Y etcétera etcétera.

Por lo demás, Jesús es también arquero y, como a mí, le gustan los sombreros, qué le vamos a hacer.

¡Gracias, Jesús!

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