Desde
hace unos años (fue en un noviembre lluvioso, recuerdo, nuestro primer
encuentro) tengo la fortuna de gozar de la amistad y el aprecio de Jesús Marchamalo. Él suele hacer visible ese afecto con preciosas muestras impresas de su
pasión por los libros y su adoración por las palabras: un nuevo exlibris, un
pequeño volumen con alguna conferencia o artículo, algún folleto u opúsculo,
una viajera postal, algún imprevisto
collage…
Todos
los años, en estas fechas festivas, y siempre en colaboración con alguno de sus
múltiples amigos artistas, tiene la sana costumbre de realizar pequeñas
ediciones para enviar a sus amigos cuando menos se lo esperan.
Y si
el año pasado lo que llegó a mi buzón fue la obra original de la artista Mónica
Gutiérrez Serna, Un dólar para Zelda
(una gruesa cartulina impresa con las efigies de Scott Fitzgerald y Zelda con
un dólar de plata incrustado en ella -“Para que vayas al cine”, me decía Jesús
en la nota que lo acompañaba-), este año es un delicioso librito de apenas
cuarenta páginas, Retrato de Baroja con
abrigo, hermoseado con unos magníficos grabados de Antonio Santos, que
acaba de publicar Nørdica libros.
Mi
ejemplar de ese Retrato… está firmado
por ambos y signado con el número 43, número primo donde los haya.
Por
cierto, que se da la feliz coincidencia de que si Baroja aún viviera, hoy, día
de los Santos Inocentes, Pío Inocencio, que tal era el nombre con que lo cristianaron, hubiera
cumplido la respetable cantidad de 141 años, número capicúa donde también los
haya.
Un
regalo de reyes anticipado de ese rey de la amistad que es Jesús Marchamalo. Ya le hecho
un hueco entre Bocadillos de delfín, Tocar los libros, El don de la impaciencia, Palabras
en el Bosque, No hay adverbio que te venga bien, Viaje a Vasconcelos…
Y etcétera
etcétera.
Por
lo demás, Jesús es también arquero y, como a mí, le gustan los sombreros, qué le vamos a hacer.
¡Gracias, Jesús!
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