Hoy he
estado viendo la película El último concierto, basada en la vida y las relaciones entre sí de los componentes de un cuarteto de cámara de cuerda.
Aunque
es bastante previsible en su desarrollo -por ejemplo, las escenas amorosas se huelen a la legua desde que los implicados se encuentran por primera vez y
los conflictos de egos que al final se resuelven casi por vía lacrimógena se
ven venir casi desde las primeras escenas-, las interpretaciones de los
protagonistas, por encima de todas, y para mi gusto, la de Philip Seymour
Hoffman, la salvan bastante bien. Y la banda sonora, claro: Beethoven y su Opus 131 nunca fallan.
Todo
esto, en el bien entendido - los dioses me libren de ello- de que no pretendo hacer crítica cinematográfica. Es
nada más mi impresión de simple y llano espectador.
Pero hay
en ella una escena que me ha conmovido especialmente: la protagonista femenina
viaja en el metro sumida en sus pensamientos cuando es sacada de ellos por una
voz infantil que, sobreponiéndose al murmullo de los pasajeros y al sonido del
traqueteo del convoy, va recitando un poema que está escrito en un cartel
enfrente de ella al otro lado del vagón.
Transcribo
aquí el poema original y la traducción del mismo que en la pantalla se nos
ofrece en la voz de la niña:
Old men
People expect old men to die,
they do not really mourn old men.
Old men are different. People look
at them with eyes that wonder when…
People watch with unshocked eyes;
But the old men know when an old man dies.
they do not really mourn old men.
Old men are different. People look
at them with eyes that wonder when…
People watch with unshocked eyes;
But the old men know when an old man dies.
* * * * *
no lloran realmente a los viejos.
Los viejos son diferentes. La gente los mira
con ojos que se preguntan cuándo…
Los miran sin asombro en sus ojos;
pero los viejos saben cuando un viejo muere.
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