Hace tres días se cumplieron 75 años de la muerte de Antonio Machado en el exilio francés de Colliure, poco antes de finalizar en España nuestra vergonzosa guerra incivil.
Como muchos españolitos de mi generación yo llegué a su poesía a través de la voz de Joan Manuel Serrat merced a aquel disco mítico que recogía una decena de sus poemas.
Acaso los temas más conocidos de aquel trabajo sean Cantares, La saeta, Españolito o Las moscas, pero a mí siempre me gustó mucho este otro que transcribo aquí; un poema que podría ser la antítesis de ese celebérrimo y autobiográfico Retrato que también estaba presente en el disco: el Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de Don Guido, perteneciente al libro Campos de Castilla.
Al
fin, una pulmonía
mató a don Guido, y están
las campanas todo el día
doblando por él: ¡din-dan!
Murió don Guido, un señor
de mozo muy jaranero,
muy galán y algo torero;
de viejo, gran rezador.
Dicen que tuvo un serrallo
este señor de Sevilla;
que era diestro
en manejar el caballo
y un maestro
en refrescar manzanilla.
Cuando mermó su riqueza,
era su monomanía
pensar que pensar debía
en asentar la cabeza.
Y asentóla
de una manera española,
que fue casarse con una
doncella de gran fortuna;
y repintar sus blasones,
hablar de las tradiciones
de su casa,
a escándalos y amoríos
poner tasa,
sordina a sus desvaríos.
Gran pagano,
se hizo hermano
de una santa cofradía;
el Jueves Santo salía,
llevando un cirio en la mano
—¡aquel trueno!—,
vestido de nazareno.
mató a don Guido, y están
las campanas todo el día
doblando por él: ¡din-dan!
Murió don Guido, un señor
de mozo muy jaranero,
muy galán y algo torero;
de viejo, gran rezador.
Dicen que tuvo un serrallo
este señor de Sevilla;
que era diestro
en manejar el caballo
y un maestro
en refrescar manzanilla.
Cuando mermó su riqueza,
era su monomanía
pensar que pensar debía
en asentar la cabeza.
Y asentóla
de una manera española,
que fue casarse con una
doncella de gran fortuna;
y repintar sus blasones,
hablar de las tradiciones
de su casa,
a escándalos y amoríos
poner tasa,
sordina a sus desvaríos.
Gran pagano,
se hizo hermano
de una santa cofradía;
el Jueves Santo salía,
llevando un cirio en la mano
—¡aquel trueno!—,
vestido de nazareno.
Hoy nos dice la campana
que han de llevarse mañana
al buen don Guido, muy serio,
camino del cementerio.
Buen don Guido, ya eres ido
y para siempre jamás...
Alguien dirá: ¿Qué dejaste?
Yo pregunto: ¿Qué llevaste
al mundo donde hoy estás?
¿Tu amor a los alamares
y a las sedas y a los oros,
y a la sangre de los toros
y al humo de los altares?
Buen don Guido y equipaje,
¡buen viaje!...
El acá
y el allá,
caballero,
se ve en tu rostro marchito,
lo infinito:
cero, cero.
¡Oh las enjutas mejillas,
amarillas,
y los párpados de cera,
y la fina calavera
en la almohada del lecho!
¡Oh fin de una aristocracia!
La barba canosa y lacia
sobre el pecho;
metido en tosco sayal,
las yertas manos en cruz,
¡tan formal!
el caballero andaluz.
También la cosecha del 62 aprendió a Machado con Serrat.
ResponderEliminarY sospecho, Amando, que también las "cosechas" cercanas -anteriores y posteriores- a las nuestras.
ResponderEliminarY enhorabuena por ese "Los andamios de los pájaros" en Siltolá. Ya somos compañeros de editorial.
Un abrazo.
Creo que apenas un mes antes de que Serrat sacara el disco, mi padre compró en Círculo de Lectores, del que era socio, Campos de Castilla, una edición en pasta dura, color marrón claro, que aún está en la casa de mi madre. Fue mi primera aproximación a la poesía de Machado; Serrat, por supuesto, animó con su disco a que siguiéramos profundizando en tan insigne autor. Para mí también esta canción era /sigue siendo) una de mis canciones favoritas del LP.
ResponderEliminarUn abrazo.