martes, 2 de noviembre de 2010

"La vida de los libros"


Me gustan mucho los libros sobre libros, esos libros misceláneos donde te enteras de extraños, oscuros, divertidos sucesos acerca de ellos, andanzas y vicisitudes que nunca habrías sospechado. En mi caso, estos textos tienen la virtud de espolear mi curiosidad y gracias a ellos, tras indagaciones y búsquedas, he llegado a conocer otros libros y autores que se han convertido en compañeros de viaje y han encontrado acomodo en los estantes de mi biblioteca.

Hasta este La vida de los libros, de José Luis Melero, llegué por una nota y recomendación de Antón Castro, cuyo blog es una visita diaria y obligada y donde uno encuentra las más de las veces belleza y sabiduría, amén de información y conocimiento en forma de textos e imágenes.

Dejo aquí hoy el ¿capítulo, nota, apunte…? de este hermoso libro dedicado a uno de los aragoneses más universales.


BUÑUEL

Por pocos creadores uno ha sentido tanta y tan grande admiración. He visto todas sus películas montones de veces, desde aquel primer día en que Alberto Sánchez nos proyectó “Nazarín” en el colegio de La Salle. Han pasado treinta y cinco años desde entonces y aún recuerdo vivamente la conmoción que me produjo. Las películas de Buñuel que prefiero son “Las Hurdes”, “Los olvidados”, “Ensayo de un crimen”, “Nazarín”, “Viridiana”, “El ángel exterminador” y “Tristana”, pero también me gustan mucho películas menos valoradas como “Susana” o “Él”. Leí casi con devoción Mi último suspiro cuando apareció en 1982 y mi biblioteca buñueliana amenaza ya con combar algunas baldas. No soy desde luego un especialista, pero sí he sido siempre un discreto y esforzado connoisseur. Comprobé al leer las memorias de su mujer, Jeanne Rucar, lo que todos sabíamos: que Buñuel fue un tipo genial pero a la vez un machista incorregible lleno de comportamientos contradictorios más propios a veces de personajes situados al fondo de la caverna a la derecha que de alguien que podía presumir de haber ayudado decisivamente a transformar la forma de hacer y ver el cine. Según nos contó Jeanne, a la que hizo las mil y una, cuando Buñuel recibía a sus amigos en casa le pedía que se fuera a su cuarto o a la cocina; y era tan celoso con ella que “me quitó el piano, me quitó la gimnasia, y cuando los hijos se fueron y descubrí la encuadernación, también me la quitó”. Ahora, cuando se cumplen veinticinco años de su muerte, yo lo he recordado de un modo especial: he comprado a un librero de viejo, que se devanaba los sesos tratando de averiguar qué interés podía tener aquello para mí, la Solemne distribución de Premios del Colegio del Salvador del curso 1910-1911. Ahí estaban los hijos de la buena sociedad zaragozana recibiendo premios a troche y moche. Buñuel sólo obtuvo una mención honorífica en caligrafía.

José Luis Melero (La vida de los libros, Xordica, 2010)




Me acuerdo de una secuencia cinematográfica que jamás he podido ver completa: el corte del ojo con la navaja barbera en Un perro andaluz, de Luis Buñuel, el genio de Calanda.

4 comentarios:

  1. Este texto demuestra que el que es creativo y constante finalmente es reconocido, como Buñuel.
    Muy buena entrada.
    Un abrazo.

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  2. Elías, comparto tu misma incapacidad para ver por completo la secuencia.

    Un abrazo
    (Te veo el viernes, si vas, en la presentación del libro de Luis F. Comendador)

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  3. Gracias, Mercedes:
    Me alegro de que te lo parezca.
    Pero todo el mérito es de José Luis.
    Aquí yo sólo he hecho de amanuense para transcribir su texto.

    Otro abrazo para ti.

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  4. Teresa:
    Es completamente en serio: no he sido capaz de verla. Me entran como escalofríos cuando imganino el corte en el ojo con esa navaja barbera.

    Y sí, creo que podré ir el viernes.

    Un beso.

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