Encuentro, huérfano y abandonado en un estante de un
centro comercial, un cuaderno de notas con algunas entradas prosaicas: ir a la
tintorería, una lista de la compra de hace dos meses, llamar al fontanero para
arreglar un grifo que gotea, pasar por el banco el día siete…
Por el aspecto y los detalles (los motivos de la
cubierta, una cinta de raso rosa para separar las páginas, un elástico del
mismo color para cerrarlo) sospecho que debe de ser de una mujer. Y también por la letra: pulcra y con
rasgos femeninos en las des, en el circulito encima de la i, en el cuidado de
las anotaciones. Los hombres somos, por lo general, más dejados, no prestamos
mucha atención a estas cuestiones, y vamos a lo que vamos deprisa y corriendo.
Me quedo con él: a ver si se me pega algo de esa
delicadeza y soy capaz de escribir en sus hojas en blanco algún poema, algún
pequeño problema doméstico que no sea muy difícil de resolver.
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