viernes, 20 de enero de 2017

31 años sin Tierno


A un mes escaso de los Carnavales de este año, recupero este bando al respecto de Enrique Tierno Galván en homenaje a su memoria a los 31 años de su muerte.



EL  ALCALDE  PRESIDENTE  del  Excelentísimo  Ayuntamiento  de  Madrid

Madrileños:

Aun contradiciendo al filósofo, en el segundo libro de las Éticas, hay que perder la vieja idea de que sea la mujer varón menguado. Puede ser contradicha sin ambages ni rebozo esta opinión con la larga experiencia que enseña que vale la mujer tanto como el hombre vale en cuanto atañe a las facultades de la inteligencia. Es también capacísima en los ejercicios que requieren esfuerzo y destreza física, a lo que hay que añadir vivaz imaginativa y natural aversión a la melancolía, que hácela alegre y siempre dispuesta a cuanto requiere festivo humor.

Por cuya razón el alcalde cree que es un extremo conveniente dejar en desuso y sin fuerza alguna los antiguos preceptos que juzgaban contrario al feminil recato que fuesen las mujeres con el rostro cubierto y el cuerpo aderezado con el disimulo de extrañas y a veces visibles ropas, pues son tales las vecinas de Madrid, en cuanto a despiertas y avisadas, que mucho tiene que temer y, si el caso llega, padecer el varón que, ayudado por la maliciosa ignorancia, crea que con ocasión del disfraz halas de torcer la voluntad contrariando su firmeza y casto trato.

Pueden, pues, los madrileños, hombres y mujeres de cualesquiera edad, divertir la voluntad según su natural inclinación durante los ya cercanos carnavales, gozando de cuantos regocijos el concejo desta coronada villa, con generosidad aunque sin derroche, ofrece.

Habrá además aquellas novedades que el ingenio de cada cual provea, pues son de antiguo los vecinos de esta corte gente pródiga en curiosos solaces e imprevistas invenciones en tiempos de Carnestolendas, en los que cualquier travesura es propia, como fingir fantasmas, pasear estafermos, menear tarascas, mover máquinas de cuantioso ruido y aparato, además de deformarse el bulto del cuerpo y rostro con fingidas jorobas, narices postizas, manos de mentira, grandes dientes falsos y otras ocurrencias de mucha risa y común contentamiento, que se acompañan de cantos, bailes, retozos y singulares cortejos en que se hermanan el arte más fino con el mejor donaire y más sutil y popular ingenio.

Pero advierte también, con amargura, el alcalde de esta antigua y noble villa que con harta frecuencia acaece que en los festejos públicos que con ocasión del Carnaval se ofrecen no faltan quienes, con más osadía que vergüenza, se dan a roces, tientos, tocamientos y sobos, a los que suelen ayudar con visajes, muecas, meneos y aspavientos que van más allá de lo que es lícito y tolerable, particularmente cuando, con el desenfado propio del mucho atrevimiento, hacen burla de meritísimos hombres públicos, contrahaciendo su imagen, a la que maltratan con vegijas y otros risibles instrumentos, con daño grave para el respeto y decoro de quienes ostentan públicas dignidades. Encarecemos, por consiguiente, que se empleen estas y otras mañas y habilidades en más prudentes quehaceres y honestos gozos que no dañen el crédito y reputación de consejeros, regidores, alguaciles, privados ministros y otros cualesquiera de semejante lustre y pujos. No es raro, por último, que en estas fiestas de Carnaval, no ya el pueblo llano, por lo común sufrido, sino currutacos, boquirrubios, lindos y pisaverdes, unidos a destrozonas, jayanes, bravos de germanía, propicios a la pelea y al destrozo, rompan, sin razón bastante que a juicio de esta Alcaldía lo justifique, enseres de, uso público que el Concejo cuida, como respaldares de bancos, papeleras, esportillas y cubos de la basura, ayudándose de los más insólitos instrumentos, cuya finalidad propia no es, mírese como se mire, la de quebrar y destrozar.

De la buena crianza del pueblo de Madrid se espera que, sin dejar el esparcimiento adulto y el juvenil retozo, contribuya a cortar abusos tan censurables, obra de muy pocos, que desdora a muchos.

Téngase, pues, antes de que la Cuaresma llegue, días de fiesta, algazara y abierta diversión, sin excesos, según conviene a pueblo tan alegre, discreto y a la vez bullicioso como el de Madrid, de manera que su comportamiento no venga a dar la razón a quienes en tristes tiempos pasados suprimieron estas antiguas e inocentes fiestas.

Enrique Tierno Galván

Madrid, 10 de febrero de 1983



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