Adán no cumplía nunca su palabra: otra vez sin avisar,
llegó tarde como siempre.
Eva estaba hasta el moño.
Una noche, Adán llegó de la oficina a las tantas y la
casa estaba vacía.
De Eva, ni rastro. No volvió a verla.
A Eva le costó lo suyo (se había corrido la voz de aquel
oscuro asunto con la serpiente y ya sabéis lo dañinos que pueden llegar a
ser los rumores), pero al final, y tras mucho buscar, encontró un amante un
poco más considerado con su tiempo y bastante escéptico en todo lo tocante al
paraíso terrenal.
Y yo creo que es de ahí de donde en verdad venimos: de una infidelidad, de una infelicidad.
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