Y
las tres hermanas, pobrecinas, que bastante tenían con lo suyo. Coñazos, sí,
vale; y cabezonas y más sosas que un pedrusco también, pero más buenas que un
cacho pan untao con manteca colorá.
¿A
qué coño viene cacarearlo en un libro a los cuatro vientos? ¿A quién puñetas le
importa eso? Y siendo mentira, que es lo más grave. Ganas de hacer daño, de
joder la marrana, de tocar los cojones a dos manos. Más claro, agua.
Y
me pregunto yo, que pa algo soy la autoridá: ¿acaso en la capital son mejores?
Pues anda que no hay hijoputas a porrillo trajinando las aceras y el subsuelo.
Más que perros descalzos, ya os lo digo yo, que bien que lo sufrí en mis propias
carnes, que la primera vez que tuve que ir al Ministerio pa lo de la cuestión
del asfalto y las farolas, me mangaron la cartera en el Metro y me rajaron la
jeta con una navaja del quince por lo menos. Y encima, manda güevos, dando
gracias, que si no me dieron por culo o me caparon a lo vivo aquellos cabrones
con greñas fue porque Dios no quiso.
Estos
infundios sin sentío, estos embustes troleros, estas calumnias gratuitas nos
han hecho pero que mucho daño. Si dende que ha salío el puto libro hasta nos
han quitao las subvenciones pa lo del olivo y nos han dejao sin arreglar
(después de tantas promesas del diputao, otro mamonazo que pa qué) los cinco
kilómetros de agujeros y baches que hay entre la estación y la plaza. Al final,
fijaros bien en lo que os digo, con la tontería hasta se acaba cayendo el techo
de la iglesia. Y si no, al tiempo.
Y
tó por un libro de mierda, lleno de patrañas y mala leche. Me cago mil veces en
la madre que lo parió al “Bizco” y en los Tercios de Flandes si hace falta. Y
encima quería el tío presentarlo en el Círculo Obrero. Con rechifla y alevosía,
con un par. Si hombre. Por encima de mi cadáver. Pues ya lo que faltaba: cornúos,
apaleaos y contentos, no te jode. Encima de puta, pagando la cama.
Y
amás, el feo que le hizo a mi hermana delante de tós vosotros, que eso fue una puñalá
trapera directa al riñón. Eso no se le hace a una señorita sin estrenar aunque
pase de los sesenta, tenga alguna telaraña que otra por la parte de mear y no se acuerde de la regla más que cuando tiene que medir la tela pa hacerse
una enagua o apañar una falda camilla.
Ca
vé que m´acuerdo es que me pongo malo, tengo hasta pesadillas: si no me lo
quita el Paquino de entre las manos cuando lo entallamos antes de que huyera
como un conejo, por mis muertos que me hago un sonajero con sus pelotas y dos
paipáis con las orejas. Más que ná, por no andarnos con follones de denuncias y
querellas y recargar aún más la lenta maquinaria judicial. Y que vete tú a saber
con los jueces y sus puñetitas de los cojones. ¡Que a gustito que me quedé con
la somanta que le atizamos an cá la Domin antes de que saliera de naja el
mariconazo! Pero anda y que le den al cacho cabrón. Mal grano le salga en el
sobaco que le sirva de muleta. Mala diarrea le entre que lo más espeso que
cague sea como la gaseosa. O como dice el chotis de su puto pueblo: “Anda y que
te ondulen con la permanén”. Y quiera el cielo que no vuelva por aquí, eh. Como
se le ocurra la ocurrencia lo estampo contra la fuente y lo ensarto con la
horca como a una morcilla. Yo lo mismo voy a chirona, pero a él, como me lo
tope otra vez frente por frente, lo mando a criar malvas con las tripas en las
manos. Por estas que no lo salva ni el Cristo que lo fundó.
Como
que soy el alcalde y me apellido Cipote dende que me parieron.
Pdta:
de aquí p´alante, al primero que largue con los forasteros sin mi permiso le
corto los güevos. Por estas. Avisaos quedáis y pa que tós os enteréis.
El Alcalde
Addenda:
Bando
redactao por el señor Secretario del Municipio (el menda lerenda) tal cual le
fue dictao, sin quitar ni añadir ná de su propia cosecha, excepción hecha de la
presente nota y algunos (bueno, bastantes) signos ortográficos.
Que
está hoy el Señor Alcalde como pa andarle con tontás.
Y
que no me gusta ni un pelo cómo caza la perrina ni cómo le llora el ojo a la
borrega.
Ni
la orina del enfermo.
El Secretario
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