Hoy se cumplen seis años de la muerte de José Viñals Correas (Corralito, Argentina 1930 - Málaga,2009).
Poco antes de su muerte recibí en mi correo copia mecanoscrita del libro que considero su testamento poético: Antes del silencio. Documento que atesoro en mi biblioteca y mi corazón.
Hace unos meses, Ediciones del 4 de Agosto, de Logroño, publicó ese libro, con un epílogo -Rosebud- de su hijo Gabriel en su colección "Planeta Clandestino", y uno de sus responsables, Inaxio Goldaracena, tuvo el detalle y la delicadeza de enviármelo cuando tuve noticia de la edición y la osadía de pedírselo.
A modo de homenaje, copio aquí el penúltimo de los poemas del libro, el signado con el número XI:
A las orillas, donde los perros husmean al jabalí herido. A la sombra del tamarindo, junto al arroyo, donde la nutria tiene su refugio y tú te ocultas para orinar a la intemperie. A las horas altas de la noche, horas de amor, horas de sexo y concupiscencia, yo te proclamo juez suprema de la justicia de mi casa, flor absoluta de los enigmas sin desciframiento, camarada de la piel y del hueso, fruta de otoño.
A la sombra de la tapia herida y rematada en cristales rotos donde viven la rata y el murciélago, y no se asientan las palomas ni la lechuza tempranera. A las siestas, cuando la molicie impone sus costumbres blandas. Al sol tibio de estas mañanas de mayo, te nombro tierra fértil, madre de tres cachorros, viento del pueblo como antes se decía.
A la hora dúctil de la impericia y la zozobra, cuando todo debe ser aprendido de nuevo y duelen las muchas ignorancias, cuando el olor final invade los huertos, imploro que vengas en mi ayuda y me des tu aliento y me comas la boca y me perjudiques el habla con tu beso.
Porque mañana no habrá mañana, porque el hombre está solo.
Gracias, José, por tu presencia en mi vida. Entre otras cosas que me has dado, creo ser mejor persona desde que te conocí.
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