Ahora las palabras
Me
obedecen ahora mucho menos,
las
palabras. Rezongan
por
todo, no hacen
caso
de lo que les digo,
no
respetan mi edad.
Probablemente
se hartaron de las riendas,
no
me perdonan
la
mano rigurosa, la indiferencia
por
el fuego de artificio.
Me
gustan, nunca he tenido
otra
pasión, y durante muchos años
ellas
también me quisieron: bailaban
a
mi alrededor cuando las encontraba.
Con
ellas hacía lumbre,
soportaba
mis días, pero ahora
están
ariscas, se me escapan de entre
los
dedos, se burlan
si
intento retenerlas. ¿O será que
ya
sólo busco las más encabritadas?
(De
La sal de la lengua, incluido en Todo el oro del día, Pre-Textos, 2001).
Traducción
de Ángel Campos Pámpano
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