viernes, 10 de abril de 2015

Padrino



El primer muerto que vi en mi vida fue un niño. Era primo hermano mío y además, mi primer ahijado. Se llamaba Agustín. No recuerdo la edad que yo tendría entonces pero no creo que pasara de los diez o doce años.
Padrino a los doce… ¿A qué mente perversa se le ocurre hacer padrino a un niño con esa edad? Yo no quería encontrarme con la muerte de aquella manera (en realidad, hubiera preferido no encontrarme nunca con otra muerte que no fuera la mía a su debido tiempo), pero me hicieron pasar a ver su mínimo cadáver (era aún un bebé, apenas vivió unos meses) casi a la fuerza. Más perversión todavía.
-¿Cómo no te vas a despedir de tu ahijado? -me recriminaban todos, mientras casi me empujaban para que traspasara el umbral de la habitación donde lo estaban velando.
Me dijeron, “pasa un momento y despídete”. Así, de esa manera tan seca, en un espeso silencio quebrado por los sollozos, tuve conciencia de la muerte a una temprana edad.
El muerto se llamaba Agustín. Era mi ahijado y mi primo.
Pero, ¿cómo eran su cara, su llanto, su sonrisa?

1 comentario:

  1. Elías, quizá lo viviste de modo traumático, pero creo que hicieron bien. Tómalo como una prueba de amor por él. Un abrazo grande.

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