miércoles, 20 de enero de 2010

Paisanaje (1) Cuentan los anales...



PREFACIO A MODO DE ADVERTENCIA A LOS SUFRÍOS LECTORES, QUE NO TIENEN CULPA DE NÁ, Y EN QUIENES REPERCUTE MALAMENTE LA PEREZA Y DESFACHATEZ DE CIERTOS OPERARIOS ENCUMBRAOS EN SU INCOMPETENCIA

Cuentan los anales de la tauromaquia y los mentideros de la Villa y Corte de una famosa ocasión en que al maestro Rafael Guerra, "Guerrita", tras una gran tarde de toros en Las Ventas, "La Catedral del Toreo", y en la fiesta subsiguiente a su triunfo en el hotel donde paraba, le fue presentao don José Ortega y Gasset, entonces en el apogeo de su celebridad.
-¿Filósofo? -preguntó el matador-. ¿Y eso qué es? Cuando le explicaron que un filósofo es alguien que trabaja sobre las ideas y el pensamiento, el "Guerrita", con esa retranca tan de Córdoba, sultana y mora, y asombrao de que pudieran existir sujetos y profesiones semejantes, dejó caer, como al desgaire y sin despeinarse, tal que trincherazo de cartel de feria a un morlaco de cuidao, esta perla verbal que ya ha pasado, con todas las de la ley, al acervo común y al lenguaje popular y que lo mismo sirve pa un roto como pa un descosío: “Hay gente pa tó”. Toma filosofía, Pepe.

Esta lapidaria sentencia del califa de los ruedos puede aplicarse sin rubor ni enojo al caso que nos ocupa, a saber: el del corrector de pruebas, nefasto y prepotente elemento del noble gremio de las Artes Gráficas que, amparao en la impunidad de su covacha (-Gabinete, please -reprende él con una pomposidad irritante), hace y deshace a su capricho en los textos que los ilusos plumíferos dejan a su cargo y atención. En este opúsculo que el sufrido lector tiene en sus manos, el corrector de pruebas de estas jocosas semblanzas “se ha pasao tres pueblos”; porque no sólo, y a buen seguro, vamos, me juego el cuello, habrá dejado vivita y coleando alguna errata de bulto que afeará el texto de por vida para baldón del autor, sino que se ha dao, sin permiso de nadie y por su cuenta y riesgo como si dijéramos, un atracón de cursivas y comillas, así se atragante y reviente el mamón hijoputa.

El cronista, que de otra cosa no, el Señor me libre de la soberbia, pero que sí puede presumir de amigos y amigas (éstas, para otros menesteres más gozosos y apetecibles) que velan por su fama y buen hacer, no puede por menos de felicitarse de que tales sabandijas rastreras reciban su “recompensa”.

De manera que el escarmiento que le han dao, y que no ha merecío ni una línea aun en la prensa más abyecta (lo que más le habrá dolío, seguro, pues es un figurón de cuidao y seguidor acérrimo de la máxima “que hablen de mí aunque sea para mal”), era lo menos que se estaba buscando. Gran noticia ésta acerca del zurramiento de badana, para alivio de mi pesar, y que, según se comenta, le aplicaron a base de bien hace un par de noches a la salida de un puticlub una tropilla de borrachos. Según el parte médico, aunque tampoco es para fiarse mucho del documento (menudos son también los de la bata verde), tiene como poco, si ná se tuerce y tó va bien, pa un par de semanas de hospital y tres meses de convalecencia en casa con su escayola y sus puntos.
Pues poca cosa me parece, qué quieren que les diga: si llego a entallarlo yo, lo desgracio pa toa la vía, vaya que sí.

Señor corrector de pruebas, dos puntos: en negrita y pa que me entienda: los textos de este cronista no se tocan. Las cursivas y las comillas, las negritas y las helvéticas, o la puta que las parió, me las deja en su sitio y no donde a usted se le pase por el forro de las criadillas. Hágase cuenta, señor mío, de que este texto es para usted como la palabra del Papa, infalible. Más le digo: como si fuera el Código de Hammurabi o las Sagradas Escrituras, El Corán o El Talmud. O juntitas, y en amor y compaña, la partida de bautismo de su señora madre y el certificao de defunción del que dicen que era su padre, asunto éste que nunca estuvo muy claro. Porque, según dicen las malas lenguas, candidatos
había varios. Que lo que está escrito, escrito está, y así se quea. Y si yo me zampo las “des” cuando se me antoje, o quito y pongo tildes al voleo,o apocopo según mi gusto, o me cisco en la sintaxis y micciono en la gramática, usted chitón, punto en boca, oídos sordos, manos quietas y pies pa qué os quiero. ¿Okei?

En cuanto al señor impresor y sus mancebos de los tipos, otros que tal, que se anden también con ojo con el gramaje del papel, la mezcla de las tintas y el corte de la guillotina si no quieren recibir también su poquito de estopa. porque ya puestos, comprenderéis que lo mismo me da ocho que ochenta.


Así que ya sabéis, figuras. Última advertencia: que no se vuelva a repetir ningún desmán con mis letras o este asunto pasará a mayores. Por mis muertos que no respondo.

Que el que avisa no es traidor y a buen entendedor con pocas palabras bastan.

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