aciaga
fue la única tarde
que
pasamos en Islandia:recién llegados, desde la rada
veíamos morir el humo de los vapores
y soñábamos con morsas y esquimales,
periplos futuros por el frío
un
arpón ballenero,
la
cornamenta de un alce…
islandés
me llaman a mí
desde
que un géiser produjolos estragos que esta cara deforman
(De Contrabando, ERE, 1987)
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