En el proceso de seducción de una mujer, el error más
nefasto y común es que en cualquier momento de la conversación aparezca en tus
labios el nombre de otra mujer, no digamos ya si va acompañado de algún elogio;
así sea ésta tu madre, tu abuela difunta, o una tía monja de clausura que
tienes en el pueblo, ella, el objeto de tus desvelos, la verá siempre como a
una rival.
Y toda tu estrategia, y todos tus anhelos, y toda tu
esperanza, se vendrán abajo como un castillo de naipes en menos que canta un
gallo.
Lo sé. Me ha pasado a mí. Y no en una, sino en varias
ocasiones.
En fin, no sé; por si a alguien, hombre o mujer, le
sirve de algo.
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