jueves, 4 de junio de 2015

"Pessoa revisited" (un extraordinario poema de Rui Knopfli)




Esta noche te encuentro, poeta.
Esta noche, que no es antiquísima,
ni igual por dentro
al silencio,
sino apenas el lúcido abismo
de mi insomnio,
sigo desde la orilla
el río de tus versos.
En algún momento todos los poetas
se encuentran contigo.
Aun los menores como yo
o mi vecino de al lado
que es contable, no escribe versos
y maltrata el violín en las horas de ocio.
Esta noche miro y pienso
los versos reaccionarios
en que reinventaste el sentido de las palabras
y te negabas.
Te negabas en la irónica contradicción
de los conceptos diseccionados
y aun
en la matemática cortesía de la correspondencia comercial,
con la misma soltura
con que un Einstein especula con espacios interestelares
y la diurna y misteriosa noche galáctica.
Tu genio desmedido
frustraba en ti
al burócrata para uso externo.
Y reías, en alto
como un insulto amargo,
por detrás
del Álvaro de Campos esnob,
u oculto
en la frialdad geométrica y lejana
de Ricardo Reis.
Cerebrales, fríos, son,
dicen,
tus versos.
Lo son como quien habla, lenta,
pausadamente,
disimulando en la garganta el nudo de la angustia.
Frente
a la ajena ignorancia del tiempo absurdo,
con la miopía y el bigote estrecho
del escribiente que se finge cómico,
convivían
el genio y la náusea.
Con el gesto banal y repetido de quien
enciende el cigarro
abriste las puertas del asombro
e hiciste creer que eran las de la despensa.
Por eso
hoy nos limitamos a entrar,
por eso dormimos hoy con la cabeza
en tus versos,
hablamos con aire despreocupado
de Pessoa, a la hora del café,
y te visitamos con secreta religiosidad.
Ahora que te has ido,
sin que nos diéramos cuenta,
desapercibido, caminando de puntillas,
como hacías en vida,
en vano te buscamos,
en vano rezan por ti largas loas
en periódicos rezumantes de cultura,
en vano te imitamos,
en vano es la estridencia de nuestro arrepentimiento.
Allá donde habitas no hay sonido
y ni siquiera te incomodan en el lecho
las duras piedras y la tierra caliente de las raíces.
El día 30 de noviembre de 1935
aquí el día estaba soleado
y yo, desde la orilla de la avenida,
veía pasar los tranvías sin entenderlos
y resumía el sueño en la nitidez golosa
del pan con mantequilla,
sentado a miles de quilómetros de tu muerte.
Sabrás perdonarme que no haya ido
a tu entierro anónimo.


De El país de los otros (antología poética) / ERE 2105

Prólogo, selección y traducción de Luis María Marina

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