Canto
octavo
Este
año las hojas secas se quedaron en las ramas
porque
no soplaba ni una brizna de vientoy los árboles parecían antorchas encendidas.
Más allá de Montebello, en el Marecchia,
hay un convento cerrado desde hace más de cien años
y un claustro lleno de viejos nogales.
Mi
hermano y yo entramos por un agujero
para
pasear bajo aquellos árboles que sosteníancon sus brazos una gran nube roja.
Cuando, después, tocamos las campanas,
los repiques sacudieron el aire
y todos los nogales se quedaron desnudos de repente.
(La
miel, 1981)
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