Hace un par de día llegaron hasta mi buzón un par de ejemplares -bellísimos- del nº 2 de la revista Estación Poesía, dirigida por Antonio Rivero Taravillo, y de la que ya se dio cuenta de su aparición y contenido aquí.
Hoy dejo en este post mi colaboración en ese número, esas 17 "morerías" del título, que no son sino mi modo de homenajear al maestro indiscutible de esa expresión literaria que son las greguerías: Ramón Gómez de la Serna.
Ojalá sean de vuestro agrado.
Ojalá sean de vuestro agrado.
Cuando nos tapamos la cabeza con la almohada, nos convertimos sin querer
en los avestruces del sueño.
Las
rodajas de fiambre son como monedas de carne que metemos en la hucha de la
boca.
Con su
ojo de cristal, el fotógrafo dispara la mirada sobre un recuerdo que aún no
existe.
Todas
las noches enviudamos de nuestra sombra.
El pozo
sin fondo está empachado de tragarse todo lo que le echan.
La
gabardina es un paraguas cuyas varillas son nuestros huesos.
La impaciencia encontró en el claxon a su media naranja.
En el insomnio, las humedades del techo le ponen rostro a nuestros
desvelos.
El
tornillo sin su tuerca no es más que un solterón de hierro destinado a oxidarse
en soledad.
El tren
se adentra en el túnel resoplando su miedo a desaparecer.
A las
horas en punto, el carillón se suelta la melena.
A las
gotas de sudor les gusta suicidarse desde la punta de la nariz.
Cuando
desabrochas un sujetador abres también la doble puerta del misterio.
En el
reino de los clavos, el tornillo ejerce de rey.
Desvistiéndose
poco a poco, la alcachofa nos seduce hasta entregarnos su corazón.
Los jugadores del futbolín siguen la más rígida de las tácticas.
Los soldaditos de plomo siempre parecen muertos antes de la batalla.
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