martes, 27 de noviembre de 2012

Hablar con extraños (7) -Tres años sin José-


Flanqueando mi aniversario de boda, se encuentran dos de los días más tristes de mi vida: el 25 de noviembre moría Ángel Campos Pámpano; con un año de diferencia, el 27 del mismo mes, José Viñals Correas.
Como ya he dicho en otras ocasiones y seguiré diciendo mientras tenga fuerzas, dos amigos, dos maestros, dos hermanos.
Hoy honro la memoria de José siguiendo con la publicación de esa serie suya que tanto me gusta de Hablar con extraños, páginas insertas en su He amado, un grueso volumen con varios libros de su poesía publicado por La Poesía, señor hidalgo en 2006.

20 Esta huelga de hambre es una puritica mierda, como dicen los centroamericanos. Ahora mismo, entérese, me comía yo un cochinillo al horno. O un rodaballo a la espalda. O hasta una paella de marisco, aunque rezonguen los valencianos. O aunque sea un queso manchego bien curado con jamón ibérico. O si no unas sardinas en aceite con pan de campo. O una libra de chocolate. A este paso nos vamos a morir todos, se lo digo yo. Mi reacción es testimonial y reservada, ya que soy dirigente sindical y apoyo la huelga. Pero hoy estuve a un tris de comerme el tubo de dentífrico.
(En la Castellana de Madrid, frente a Nuevos Ministerios)

21 ¿Usted nunca tuvo ladillas? ¡Uf, yo he tenido hasta tortugas en los pendejos!
(Confidencias de un juerguista porteño)

22 Yo tocaba el clarinete en la Banda Santa Cecilia. El maestro era un italiano maricón. Teníamos uniforme azul con gorra militar y una lira de plata en la solapa. Tocábamos en las procesiones y en algunos bailes, pero en los intermedios. Una vez tocamos una marcha fúnebre en un entierro. Fue un escándalo en el pueblo porque no se entendió eso de tocar música habiendo un muerto. Eso sí, nosotros le pusimos mucho sentimiento, y uno que se llamaba Humberto Berdini y tocaba el pistón, se mandó unas variaciones bárbaras. A ese se le daba el jazz y yo creo que terminó yéndose a Norteamérica. Aunque ahora trabaje de peón en la cementera, yo tengo alma para la música clásica.
(En Torredonjimeno, Jaén)

Coda: finalizo con dos greguerías de José que dedico a Andrés Neuman, “Andresito”, como lo llamaban Martha y José cuando era un pibe y que también andará, como yo, como tantos otros amigos, echándole de menos a diario.
Los charcos, espejos peligrosos del abismo.
El corazón es un ratón que late.
Y un gran beso para Martha.

1 comentario:

  1. En esas dos greguerías de José Viñals con que cierras su recuerdo cabe todo lo que el hombre y autor fue, y de él los que le conocisteis sabéis y os importa. En cada escrito, si es excelente, cabe su autor en su perfil y su totalidad, como un adn que no decae y se mantiene. Pero humanamente faltan sus manos, su voz, su lentitud cordial y sus conversaciones y querencias... y eso no lo puede rescatar la literatura, ni el tiempo que a la vez nos constituye y se nos marcha. Entonces entiedo esa queja elegíaca y triste que te oigo de noviembre.

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