lunes, 10 de mayo de 2010

Ángel Campos Pámpano, maestro y amigo

Para Carmen, Paula y Ángela.



Ángel Campos Pámpano hubiera cumplido hoy 53 años. En algún momento de este día hubiera recibido mi llamada para darle un tirón de orejas, un abrazo desde la distancia, y también para recordarle que seguía siendo casi tres años más viejo que yo, él, que era tan coqueto.
No podrá ser: su muerte impide las llamadas: mas no su memoria, el eco de su voz, su constante presencia en mi vida.

Conocí a Ángel apenas un año y medio después de mi llegada a Extremadura. No recuerdo la fecha exacta, pero en todo caso sería en los meses finales de 1983. Lo único que yo tenía por aquellas fechas era una difusa vocación literaria -acaso esto sea un tanto pretencioso, digamos que me gustaba mucho leer y que de vez en cuando perpetraba poemas sin ton ni son-, pero escasos conocimientos de la materia por la que sentía una inexplicable pasión.

Conocer a Ángel lo cambió todo para mí; justo desde ese momento, él se erigió en mi maestro, mi mentor, me mostró el camino a seguir con sus atajos y dificultades, me tomó a su cargo, como suele decirse. Desde sus manos llegaron hasta las mías escritores de los que jamás había oído hablar y que se han convertido en imprescindibles, lecturas y obras de otros autores que me prestaron sus versos o sus párrafos para que yo intuyese la materia y la maestría de que estaban hechos.
Durante años fue cotidiano mi peregrinaje vespertino hasta sus casas en Mérida -en la Travesía de La Rambla, en la calle Morerías-, más que nada para empaparme de sus palabras y su sabiduría poética y vital. Casi siempre salía de allí con al menos un par de libros en la mochila; libros que, en el plazo tácito de una o dos semanas -más o menos, aquí había una cierta flexibilidad tácita-, yo le devolvía ya leídos. Comentábamos aquellos libros y, según su gesto, ya podía yo sospechar si su lectura me había supuesto algún enriquecimiento. Me hacía ver mis muchos errores, mis pocos aciertos, con una inusual sinceridad -no era dado al elogio gratuito que tanto halaga los oídos y tanto socava- y, al tiempo, con una delicadeza que nunca podré olvidar.
Sin pedir nada a cambio, sin tributos ni peajes, fui acogido en su vida con una generosidad digna de mayores empeños que el de enseñar a un casi iletrado, dio sentido a la palabra amistad.

Gracias a él conocí también a algunos de quienes también se han convertido en magníficos amigos -que me perdonen los demás, que saben que también los quiero, pero quiero citar aquí expresamente al pintor Javier Fernández de Molina, casi otro hermano para él, y con quien creó algunos de los más bellos libros -Cal i grafías, Toros, Por aprender del aire...- que uno ha podido contemplar-, aquellos que también le lloran todos los días desde entonces.
Poeta -La ciudad blanca, Siquiera este refugio, La voz en espiral, De Ángela, Como el color azul de las vocales, La semilla en la nieve (una estremecedora y bellísima elegía escrita a raíz de la muerte de su madre y que le dejó desolado largo tiempo), La vida de otro modo…-, traductor -Fernando Pessoa, Carlos de Oliveira, Sophia de Mello Breyner, Eugenio de Andrade…-, editor -Los Libros del Oeste-, profesor en diversas localidades extremeñas y en el Instituto Español de Lisboa, director literario -Espacio/Espaço Escrito, Hablar/Falar de Poesía, fundador de las Aulas Literarias en Extremadura…-, su extraordinaria labor en la difusión de la cultura, su entusiasmo en promover y llevar a cabo actividades relacionadas con la literatura y la poesía, su incansable trabajo de gestión en el hermanamiento entre España y Portugal a través de su faceta de traductor, su propia labor de creación poética, son hitos en la historia literaria de esta Extremadura donde tuvimos la suerte de conocerle.

Su temprana y casi súbita desaparición hace un año y medio, justo cuando estaba en su mejor madurez intelectual y poética, me ha hecho perder del todo el respeto a la muerte. Esa muerte a la que, por su empeño en llevarse siempre a los mejores antes de tiempo, sólo puedo calificar de inepta además de injusta.

En sus poemas y en las miradas de Carmen, Paula, Ángela nos queda lo mejor de Ángel.

Gracias eternas, “Pámpano”.

Como recuerdo de su memoria, dejo aquí el poema más doloroso de cuantos he escrito, el poema que nunca me hubiera gustado escribir.

Fue publicado en el número extraordinario de homenaje de la revista Espacio/Espaço Escrito que él fundó y dirigió hasta su muerte, y leído por primera vez hace apenas unos días en el I.E.S. "Eugenio Futos" de Guareña, donde Ángel trabajó unos años en los ochenta, y donde Ana del Mazo ha organizado unas jornadas para recordar su paso por allí.

Poema con Ángel

y mañana no estarás;

como quien es esclavo de un destino que se le ha impuesto,
como cuando exagero el dolor para ver si alcanza al dolor que siento,
como un gusano horadándome el pecho y las manos,
mañana no estarás

mas sí, para siempre en la memoria, ese verso que me mostrabas
sobre lo excesivo de una estatua en la ciudad que aprendí a amar a lo lejos
mientras tu escribías sobre do Carmo y yo enredaba en tus estantes
robándote libros a plazos semanales

porque uno nunca sabe qué hacer con la muerte,
dejarla inerme a los pies, enterrarla bajo una capa de olvido,
ahora es este quedarme aquí tan solo,
pensando en la alta alegría del poema
de haber podido caminar a tu lado

ahora, fiebre y dolor, no soy más que lo que dejaste atrás;
estos versos apenas si contienen
el aliento de tu voz rotunda,
tu amistad sin aristas ni dobleces

(tú has dicho mi nombre
con tu letra,
con tus labios,
con tu abrazo)

ahora, desamparo y tristeza, ya sabes que la muerte era eso:
apenas unos gramos de ceniza sobre el agua,
al pie de un árbol en la frontera,
entre la mirada entre perpleja y errática de los amigos
y el llanto inconsolable de las hijas

herido por el hombre, este tiempo de errores y tropiezos
se desquita con la inquina de los mediocres

qué sola se queda
-ahora sí-
la casa de la madre

13 comentarios:

  1. No me extraña que Ángel estuviese orgulloso de amigos como tú. Gracias por esta entrada tan hermosa, Elías. Un abrazo.

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  2. Para mi Ángel Campos Pámpano es sobre todo un eslabón imprescindible entre las culturas ibéricas del Oeste, un mediador generoso y sabio entre lenguas y sentires, alguien que sabía bien que las rayas de separación sólo existen (y si acaso) a ras de suelo. No conozco bien su obra más personal (sí, en cambio, sus traducciones de Pessoa, Sophia de Mello, Andrade...), pero desde hace ya algunos años son muchos los signos y los síntomas que señalan su importancia. Estas líneas tuyas, tan de primera mano y tan cálidas, subrayan en esa misma dirección y me recuerdan propósitos aplazados. Que debo llevar a cabo cuanto antes. Un abrazo

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  3. Sigue doliendo.
    Y, si no era dado al elogio gratuito, me siento muy afortunada.
    Gracias, guapo.
    ¡Café en el Parador YA!

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  4. Isabel Román10 mayo, 2010

    Precioso recuerdo de cumpleaños. A veces resulta verdad lo de que "Dios los cría y ellos se juntan..." Qué grupo de amigos tan excepcional llegásteis a formar. Y sois aún, ya que Ángel sigue tan claramente aquí...

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  5. La muerte, que no deja de serlo, es algo menos dura cuando hay todavía quien nos recuerda. En este caso, tus palabras acercan al amigo y maestro, y lo arrebatan por instantes del otro lado de la raya, en reivindicación de una voz y una obra que no deben caer en el olvido.

    Un abrazo.

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  6. Vaya, pues que puedo decirte, que leerte cada dia me demuestra tu categoria como persona y como amigo.
    Eres genial Elías, una persona magnífica e inmensa.
    Un abrazo

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  7. Gracias a todos, amigos, por vuestros hermosos comentarios.
    Por decirlo con un verso suyo de "La semilla en la nieve": "Mientras pueda pensarte /
    no habrá olvido".
    Pues eso; que la memoria, si queremos, es siempre más poderosa que la muerte.

    Besos y abrazos.

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  8. No sabía de Ángel Campos, pero después de leerte haré lo posible por leerlo.
    Un abrazo

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  9. Diego Fernández11 mayo, 2010

    Elías, hay un llanto incesante en el corazón (en realidad un llanto físico) de todos los que conocimos a Ángel. Ninguna palabra podrá nunca decir el dolor ni hacer entender lo incomprensible de su pérdida, la rabia y la desolación de su ausencia. A todos, como tú dijiste en el homenaje del Instituto, nos ha dejado huérfanos. Un abrazo.

    Diego Fernández.

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  10. No dejes de hacerlo, Daniel. A buen seguro que algunos de sus poemas habrá de llegarte muy adentro.
    Yo siento debilidad por "La ciudad blanca"
    -una poética guía de Lisboa- y "La semilla en la nieve", una estremecedora elegía a la muerte de su madre.
    En "La vida de otro modo" está recogida su obra completa.

    Abrazos.

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  11. ese sentimiento, Diego, el de orfandad, es el que me acompaña desde su injusta ausencia.
    No hay día desde entonces, en que la rabia y el cariño, la desolación y la alegría mezcladas, no me acompañen en algún momento.

    Un fuerte abrazo.

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  12. Es injusto que sus alumnos durante cada clase de lengua nos acordemos de lo egoísta y traicionera que puede llegar a ser la muerte...

    Un saludo

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  13. No me canso de leer este poema. Es brutal.

    Un beso.

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