A través del cristal del tranvía, a salvo de la ventisca que azota a los atribulados
transeúntes, torpes paraguas y casi inútiles gabardinas, esos ojos con su fulgor
mirando a la primavera, ese esbozo de sonrisa como flor de almendro iluminando
la grisura, esos pómulos que en su rubor irradian la calidez y dulzor de las
cerezas por venir.
Hace 4 años
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