jueves, 15 de agosto de 2013

Oído en un bar (afueras de Sevilla)

El vendedor de cupones pregona alegre su cotidiana y caprichosa mercancía.
Un parroquiano que está junto a mí en la barra tomando café, ocioso y gozoso, le compra un par de ellos para el sorteo del día y pregunta al ciego:
-¿A cuánto asciende la broma (pronúnciese la “c” con seseo), mi arma?
-Contri , mejó -responde el otro, saleroso y ocurrente (pronúnciese aspirando la “j”).

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