lunes, 17 de diciembre de 2012

Melero cumple años


Hace unos meses, leyendo un texto de mi amigo Pepe Melero, descubrí unas jocosas coplilas salidas del magín de Mariano Sebastián, más conocido por "el tío Pichorretas", un confitero de Aguarón que las iba publicando en los envoltorios de las golosinas que fabricaba.
Con el tiempo, las reunió en un libro que se publicó en Bilbao a principios del siglo XX con el esclarecedor título de Colección de cantares o lo que salga, con un brochazo sobre asuntos sociales y cuatro notas íntimas que sólo a mis hijos podrán interesar un poco.
Tras su nombre en la portada, imprimió la coletilla  de "autor de lo peor que se ha publicado hasta el día", lo que puede dar una idea bastante fidedigna de su particular sentido del humor.

Coplillas de este cariz:

“Dos cosas en este mundo
me hacen a mí suspirar:
el recuerdo de mi amada
y un bastonazo que me dio su padre”.

“Los baturros de mi pueblo,
por seguir la tradición,
cuando gastan alpargatas
se las ponen en los pies”.

Recuerdo que en aquel momento, riéndome aún por el feliz descubrimiento, escribí a mi amigo para enviarle un par de esas coplillas gamberras que cantábamos a voz en grito en mi panda juvenil y que se me vinieron de golpe a la memoria la hilo de éstas.

Hoy, que es su cumpleaños (que cumpla muchos más, y yo que lo vea), quiero regalárselas de nuevo públicamente.
Y que sea lo que Dios quiera:

San Isidro Labrador,
pájaro que nunca anida:
no le pegues al muchacho
porque ha roto la petaca.

El día que tú naciste
nacieron todas las flores;
por eso los albañiles
llevan zapatillas blancas.

Felicidades, amigo.


2 comentarios:

  1. Aunque no tengo el gusto de conocer al señor Melero, me uno a la felicitación y dejo aquí otra variante sobre la copla de San Isidro (la segunda, la de las flores, la cantábamos también por aquí sin variar ni una sílaba):

    San Isidro Labrador,
    hombre de recursos mil,
    quita el cartel de la puerta
    que ya apareció el gorrino.

    Un abrazo a ambos.

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  2. Bueno, como estamos navidueños y acaso se nos puede perdonar todo (o casi), me atrevo a añadir una, creo que muy conocida, y que desde luego corresponde a una España incluso preautonómica:

    A mi puerta plante un pino
    pensando que me querías
    y ahora que ya no me quieres
    no puedo sacar el carro.

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