sábado, 20 de octubre de 2012

El buzo


Para Fernando Sanmartín,
que ama los buzos

De que el espíritu aventurero puede jugarnos malas pasadas y la manía más inocente volverse en contra nuestra a las primeras de cambio, no tengo ninguna duda.
Deseando emular las hazañas de los primeros exploradores submarinos, adquirió de segunda mano un equipo completo, y en buen uso todavía, de buzo antiguo: los zapatones de plomo, el traje aislante, la escafandra de bronce con su poquito de verdín, el cable para respirar… 

Todo controlado hasta el último detalle.

O eso pensaba él hasta que dejó de llegarle oxígeno por el tubo.
Lo único que aquel ricachón caprichoso no tuvo en cuenta es que el verdadero peligro estaba en la superficie teñido de pelirroja deseando heredar.

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