lunes, 3 de septiembre de 2012

Semáforo


Me acuerdo del primer semáforo que instalaron en mi barrio: un juguete inesperado ante el que pasábamos las horas hipnotizados por la cadencia perfecta de sus luces cambiantes: verde, naranja, rojo, verde, naranja, rojo…
Tres certeras pedradas acabaron con él a las pocas semanas.
Las pesquisas para encontrar a los autores no tuvieron éxito y jamás vinieron a repararlo.
Después supimos que el color naranja no era tal sino ámbar.

4 comentarios:

  1. Es verdad, mucho tiempo pasó para que yo descubriera que eso era ámbar. De todas formas lo sigo viendo naranja.
    Un abrazo.

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  2. Si se contemplan varias piedras de ámbar, según de donde vengan, se pueden apreciar varias tonalidades que van desde el amarillo claro al marrón oscuro, así que el más brillante y llamativo es el que se parece al color de una naranja.
    Es el color del aviso, del consejo, jeje.

    Saludos

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  3. Isabel Román04 septiembre, 2012

    Con tu permiso, Elías, añado aquí mi recuerdo de cuando vi el muñequito con faldas por vez primera, frente al muñequito "bisexual" que había hasta entonces. Y las carcajadas cuando vi por vez primera que el muñequito se ponía a correr si faltaban 15 segundos, y a volar desalado cuando faltaban 3...
    (Eso de que la figurilla luminosa se convierta en "monitor de aerobic" para animarnos a niños, jóvenes y ancianos a correr la minimaratón antes de que lleguen los coches, aún me mata de la risa).
    Un abrazo grande.

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  4. Qué bonita la palabra ámbar... aunque se vea amarillo. Y qué gusto conducir por avenidas oscuras flanqueadas de luces verdes que parecen abrirte paso hacia la noche. Me gustan los semáforos. Aunque mi barrio tenía pocos.

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