jueves, 5 de julio de 2012

¡Menudo marrón! (1)


-Ya te digo que era muy raro, aunque qué te voy a contar a ti. Supongo que aún debes de estar preguntándote qué coño hacemos aquí dos tipos como nosotros: un charcutero y un albañil.
Un día me llamó a su casa para una reforma que quería realizar. No es porque yo lo diga, pero en lo mío soy de lo mejorcito que te puedas encontrar. Toma, mi tarjeta. Por si acaso. Después de hacerme ir varias veces a tomar medidas y ver materiales, no nos pusimos de acuerdo en el presupuesto. Al final le pareció muy caro -todo le parecía caro, al muy rata- y yo, que dicho sea de paso, tengo un corazón que no me cabe en el pecho, se lo rebajé en lo que pude. Pero que si quieres arroz.
-Si me lo has rebajado una vez, es que todavía me sigues robando, pillastre.
Te juro por mi madre que me dijo pillastre, que cuando le oí me entraron unas ganas de darle dos hostias…
Aparte de que estaba un poco majara, su tacañería -de la que debes de tener pruebas palpables, seguro que te ha dejado algún pufo- era legendaria, y yo defiendo lo mío como el que más. Pero nunca he olvidado aquellas visitas. Te cuento.
En un lugar preferente del salón tenía enmarcado un fragmento -Sólo me gusta este trozo, decía- de un cuadro de un tal Magritte -un maricón, pensé yo, con ese nombre- en el que se ve a un tío con alas todo vestido de negro y acodado en el pretil de un puente. A su espalda y a sus pies, un león que acojona un poco observa fijamente algo que desconocemos, y cuya sola presencia impide -a ver quién es el guapo- cualquier acercamiento a la figura del hombre, que tampoco sabemos qué puñetas está mirando. Todo ello tamizado por una neblina anaranjada que igual puede sugerir el amanecer o su contrario.
¡Ah, y una farola un poco cursi! Rarito el cuadro también.
Él siempre pensó que ese cuadro lo acompañaría hasta el final, sería lo último de que se desprendiera, era su bien más preciado. Decía que era el retrato de su alma. Bien es verdad que él no tenía alas, pero éstas podían pasar por una metáfora del sueño histórico de los hombres, todos llevamos alas en la mente, me explicó muy serio mientras me lo enseñaba. Que a saber qué cojones querría decir con eso.
Tampoco, en ese espacio atestado de libros y trastos viejos -daban ganas de meterle cerilla y hacer una reforma integral-, con polilla en las paredes y un olor a sopa de sobre y latas de conserva que tiraba para atrás, hubiera cabido un león, pero sí había sitio para un perrillo callejero, de raza indeterminada, un hijo de mil padres, el cabrón éste, le gustaba decir mientras le largaba un puntapié, que atendía por “Torpe”. El perrillo se defendía enseñando los dientes y tirándole mordiscos a los tobillos con mala leche, no te creas que se acobardaba, los tenía bien puestos el enano. Le había enseñado a mear a distancia alzando las patas delanteras y a acertar con la micción en un a modo de embudo que se había fabricado cortándole el culo a una botella de plástico y que daba a una damajuana encontrada en la basura. Mezclada la orina con agua del grifo, posos de café, ceniza de puros, peladuras varias pasadas por la túrmix y otras guarrerías, el producto resultante -una especie de lluvia ácida concentrada que olía a rayos- era usado como fertilizante para las plantas con un resultado penoso; flores recién plantadas, lozanas como novicias, se marchitaban sin remedio después de ser rociadas con el mejunje. Hasta los cactus -y mira que son duros los puñeteros- palmaban.
En mi primera visita, y contra toda costumbre, me regaló una botellita -Es cojonudo para los geranios -me aseguró, y que yo, sintiéndolo mucho por las ratas y las cucarachas, tiré a un desagüe en cuanto salí. Si me presento con eso en casa y le toco las plantas, mi mujer me mata. Menuda es para sus macetas. Más que a mí las quiere. Y quería patentarlo, el tío.      
-De oro me hago, de oro me hago  -repetía.

(Continuará)

Imagen: René Magritte

 

2 comentarios:

  1. Ya me tienes en ascuas... Estaremos, como se decía antaño, "atentos a la pantalla".

    Abrazos.

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    1. Isabel Román05 julio, 2012

      Antaño y hogaño, Antonio. "Atentos a la pantalla" del ordenador ahora, donde nuestro amigo nos va dejando estos retazos de su creatividad. Un abrazo.

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