lunes, 15 de agosto de 2011

Escribir


Podría haberme estado calladito -mejor me hubiera ido-, pero me puede el impulso de insultar a gritos a las palabras que me abandonan en mitad del acto.
De escribir, aclaro.
A ellas, es obvio, no les importan un pimiento los insultos y amenazas que les lanza este inútil: siguen cantarinas y danzantes su camino y me dejan como herencia de su paso un poema huérfano, cojo, disminuido para siempre de fondo y forma.
Y así me va.


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Desde que aprendemos las primeras letras y números, los que al final nos inclinamos por la escritura no deberíamos olvidar nunca, amén de las propias del oficio, una de las primeras reglas aritméticas que aprendimos en las aulas tristes de la infancia; más exactamente la segunda, aquélla que nos enseñó a restar.
Y es que escribir no es más que eso: sustraer del texto torrencial y primigenio (minuendo, sustraendo) a base de tachaduras y borrones, para quedarnos, al cabo, con la exacta diferencia del relato, del poema.


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Para quienes presumimos, envaneciéndonos tontamente, de escribir y publicar de vez en cuando, la lectura debería ser algo más que un mero entretenimiento; a mi modo de ver tendría que ser, antes que nada y también, un paso previo, una suerte de entrenamiento específico para lo que se quiera escribir, sea esto lo que quiera que sea.
Porque de nuestras lecturas, no tengo ninguna duda de ello, sale lo fundamental de nuestra escritura.
Y no todo vale por igual.

********************************************************************Escribir, escribir, escribir a pico y pala, sudando la gota gorda amarrados al banco de trabajo, limpiándonos la frente con el dorso de la mano, negra de tinta.
Y echar mano al botijo de cuando en cuando para pasar el mal trago lo más deprisa posible y recobrar fuerzas antes de seguir con la tarea.

4 comentarios:

  1. Don Elías: me descubro ante usted. Chapeau ante las tres precisas y preciosas reflexiones.

    Un abrazo agosteño.

    Antonio

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  2. Naturalmente, leer, además de un entretenimiento para el escritor, que lo es, debería ser parte de su oficio. Vamos, que no hay escritor sin incontables horas de lectura detrás.
    Hasta la próxima.

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  3. Estas reflexiones demuestran tu afán por perfeccionar el oficio.
    "No somos nosotros quienes decimos las palabras, son las palabras las que hablan de nosotros" - Witold Gombrowicz.
    Así que, a seguir currando.

    Saludos

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