sábado, 31 de julio de 2010

Jornada



Te levantas de buena mañana, moderadamente optimista -has dormido perfectamente, te encuentras descansado y fresco, la climatología también acompaña tu buen humor de hoy ...-, y pones rumbo al quiosco con el propósito y la ilusión de comprar el periódico local en cuyo suplemento publican hoy una reseña de tu último libro. Parece que el día empieza bien. Pero no te equivoques, amigo, esa ilusión vanidosa no es más que un respiro, los días ya no son lo que eran. Y comprendes que éste ya ha comenzado a torcerse de mala manera cuando llegas animoso al quiosco, das los buenos días -ya sabéis, esas cosas de la buena educación que uno aprende de pequeñito- y el tipo que regenta el negocio no sólo no te contesta -que ya me diréis qué cuesta contestar con su poquito de educación- sino que ni siquiera te mira, absorto en la lectura o, más bien, contemplación de una revista de esas que ilustran su portada, y la mayoría de sus páginas -incluso las dedicadas a una publicidad denigrante-, con señoritas de prominentes y apetitosos atributos corporales.

Entras a la cafetería con el inocente propósito de tomarte un café calentito -sin un café bien de mañana no eres nadie-, y echarle un vistazo tranquilo al periódico, pero, con el paso del tiempo, plantado junto al mostrador como un tentetieso inútil mientras el mozo enreda con los cubiertos y las tazas intentando no darse por enterado de tu presencia, vas comprendiendo que será mejor que cambies la comanda y te tomes una tila bien cargada para templar el ánimo y ver de no cometer una tropelía con ese gandul que denigra al honorable gremio de hostelería.
 

Te acercas a la tienda para comprar el pan, vuelves a dar los buenos días -es que no escarmientas-, y el grupo que hay delante de ti te ignora por completo, cuando no te mete los codos sin disimulo, o te increpa groseramente pensando que vas a colarte.

Cedes el paso en la acera, le abres la puerta a esa señora que va cargada con las bolsas de la compra, ayudas a cruzar la calle a un ciego o una anciana y no es que te lo agradezcan, no, que qué menos; es que, si te descuidas, te encuentras con el menosprecio en sus miradas. Menos en la del ciego, obviamente.



Para remate, la reseña del libro tampoco puede decirse que fuera elogiosa ni mucho menos, me cago en la estampa del abajo firmante.

La cortesía a tomar por saco.

El día a tomar por culo.

7 comentarios:

  1. Ay, querido Elías, paciencia. Sí, hay días semejantes, pero es mejor hacerse el loco, pasar de largo--quién nos iba a decir a nosotros que acabaríamos haciendo el elogio nostálgico de "las buenas formas". Feliz, muy feliz agosto. Y un abrazo grande,

    Jordi Doce

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  2. Si es que hay días que...

    Un abrazo.

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  3. Jordi, Antonio: dejémoslo así.
    Mejor "no meneallo", y a ver qué nos depara mañana.

    Un fuerte abrazo a ambos.

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  4. Isabel Román01 agosto, 2010

    Querido Elías; leo de golpe tus últimos posts, y me da mucha tristeza éste. Cómo te entiendo.Pero estas cosas no deben bambolear a las buenas personas. Una querida amiga mía, Teresa Villalón, dice que teniendo buen corazón, la cortesía es innecesaria, porque de modo espontáneo "ves" a quienes tienes enfrente, y te manifiestas con cordialidad (preciosa palabra que viene de cor, corazón). A falta de ese buen corazón, al menos que no desaparezca la cortesía, que si no lo sustituye, hace más agradable la vida.
    Tú eres una de esas personas cariñosas y amables que nos embellecen la vida. No te desanimes. Sois muy necesarios.
    Un abrazo grande.
    (Ya te tengo el primer cuaderno, de Amsterdam; habrá más)

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  5. Por mucho empeño que tomen algunos en sembrar la infidelidad no me van a hacer cambiar sólo porque ellos quieran. Un abrazo
    Primitivo

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  6. Querida Isabel: con personas como tú alumbrando la vida de uno, es díficil que desaparezca esa cordialidad.
    Gracias por tu lealtad y cariño.

    Disfruta de tu viaje y no te agobies copn los cuadernos. Saberte mi amiga es mi mejor regalo.

    Un beso.

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  7. Tienes razón, Primitivo, no podemos darles a según quienes la satisfacción de nuestra derrota por mucho que se empeñen.

    Un abrazo.

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