Una mañana de verano me quedé parado al sol
y vi cómo las
calles
se iban llenando,
como en otros tiempos,
de gente que
acudía al mercado de la seda.
También se iban
llenando de capullos los sacos
y los delantales
de las mujeres.
Pero, de pronto,
todo se esfumó
y yo era un clavo solo en medio de la plaza
mirando mi sombra cálida.
(La miel, 1981)
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