Me
acuerdo del mono de la etiqueta de Anís
del Mono; algunos sostenían con ardor que el rostro del primate era el vivo
retrato de Darwin.
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Me
acuerdo del Anís Machaquito, un
potente elixir “torero” que con un par de copas -con dos pases, como quien dice- te
dejaba listo para la estocada.
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