Extracto
de otro volumen del mismo título publicado por la Editora Regional de Extremadura
en su colección de Ensayos Literarios en 2010, esta nueva edición de “Retórica
para zurdos” de José María Cumbreño (recién salida de las prensas liliputienses
de la Isla de San Borondón), es un breve y delicioso paseo (aunque a veces también un tanto amargo) alrededor de las motivaciones,
propósitos y consecuencias que conllevan los actos de leer y escribir, vistos desde
la particular óptica del autor.
Particular,
sí, pero no por ello excluyente; antes al contrario, muchas de estas
reflexiones poéticas y aforísticas pueden ser compartidas (en mi caso lo son)
por quienes también enfrentamos esas tareas de vez en cuando con un cierto entusiasmo.
En
apenas sesenta páginas (y en las que tipográficamente cada una de ellas es
única y diferente a las demás -otra vuelta de tuerca con respecto a esa primera
edición que antes citaba-) Cumbreño regala a los lectores todo un tratado sobre
el hecho (tantas veces gustoso, tantas otras frustrante) de juntar palabras
para dotarlas de un nuevo sentido.
Un
librito para leerlo despacio.
Y
luego, si acaso, escribir sobre ello.
Tres
ejemplos:
Juguetes
de cuerda
Los
malos libros son como los juguetes de cuerda: en cuanto el lector termina la
última línea, se quedan parados.
*
Escribir
Enhebrar
un aguja con los ojos cerrados.
*
Cada
vez escribo menos
Cada
vez escribo menos.
Cada
vez me da más vergüenza escribir.
Por
lo general, se piensa que la inseguridad suele ser el lastre de quien empieza,
aunque quizá el momento en que se duda de verdad llega después.
Al
principio las cosas sencillamente se hacen.
Luego
uno empieza a preguntarse no tanto por qué las hace (cualquier palabra,
convenientemente golpeada, se convierte en una excusa), sino a quién cree que
va a engañar con todo esto.
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