domingo, 6 de marzo de 2011

Nueces y castañas



Recién levantado, todavía legañoso y soñoliento entre las brumas del sueño que se resiste a morir, el calor de las sábanas y el tacto de la almohada aún en la piel, he asomado la nariz por la ventana y la niebla me ha dicho hola con sus manos de nube, con su aliento de agua en suspenso, con su mirada de plata derretida.

Tomo mi café, disfruto el tiempo de esta mañana de domingo en no hacer nada (sigo el tan acertado y recomendable axioma del gran Pessoa: “No hagas hoy lo que no puedas dejar de hacer también mañana.”), y, tras comer lo más opíparamente posible, que el buen condumio es el mejor contento, me vuelvo a la cama a dormir la siesta a pierna suelta satisfecho de mi resistencia, al menos por hoy y un día más, a lo útil, a lo previsible, a lo convencional.

Este preámbulo, que ya acabo, es solamente para deciros que si la mañana no estuvo mal, lo mejor del día ha sido pasar la tarde mirando el fuego de la chimenea con sus lengüetazos cálidos y cambiantes, plenos de colores -nunca los mismos, siempre distintos-, mientras engullía de cuando en cuando (para los suspicaces del idioma, que ya los veo venir con sus memeces, aclaro que previamente peladas y masticadas) algunas nueces y castañas que iba cogiendo, indolente y feliz, de un cestillo de mimbre a la mano.

Sobre las brasas, ya la hoguera sin llamas, he ido echando mondas de mandarina -que también he comido halagüeño al amor de la lumbre- porque gusto mucho del olor que desprenden al quemarse lentamente.

Creo que no voy a cenar. 


No vaya a ser que me empache.

4 comentarios:

  1. No es mal plan. ¡Qué envidia!
    Y cómo suena, dicho con tus palabras...

    Un abrazo.

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  2. En verdad que no lo es, Antonio.

    Y si le añadiésemos un licor espirituoso, unos cigarrillos y una conversación amistosa, la cosa ya sería de traca.

    Abrazo.

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  3. Il dolce far niente

    (como si no fuera necesario el placer y el silencio y expresar los sentidos sin el ruido de estar pensando siempre...)

    Abrazos con ese aroma de las mandarinas y su chisporroteo en el fuego que me han llegado.

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  4. Qué buen día !!! Y es que precisamente esos días en el que no se hace nada, sino disfrutar del encanto de las pequeñas cosas como mirar, oler, comer, dormir, pensar lo justo, soñar largo... son sin duda los mejores y los que mejor gusto nos dejan.
    Abrazos

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