Mi biblioteca particular se va pareciendo cada vez más, en su particular totum revolotum, a ese “taller del hechicero” del que hablaba el gran Aníbal Núñez en el hermoso título de uno de sus libros. En momentos determinados, pareciera que le gustara jugar conmigo y mi paciencia. Entre sus baldas y estantes, entre sus escondrijos y rincones -cabría decir entre sus retortas y matraces-, no me cabe duda de que ocurren cosas de las que no me entero, asuntos en los que no tengo voz ni voto, como esos tristes secretarios de los jurados de los concursos literarios.
Pondría la mano en el fuego apostando que tal volumen está en tal sitio -¡Pero si yo lo dejé allí!-, pero es seguro que me quemaría los dedos más de una vez.
Hoy, buscando un libro de poemas donde estaba seguro de haberlo visto por última vez -no estaba allí, por supuesto, era de esperar; y ahora mismo no tengo ni idea de dónde se encontrará agazapado, a buen seguro que riéndose de mí- tropiezo con unas ajadas fotocopias de textos de Antonio Tabucchi -“Campanas de mi aldea -Campane del mio villaggio”-, que ya no recuerdo cuándo ni de dónde saqué. Es un calendario de “prosas en prosa”, como él los subtitula; desdeño el esquivo libro que poemas que andaba buscando (del que ya no me acuerdo) y que me rehúye guasón -No hay mejor desprecio que no hacer aprecio, me digo para mí; El que no se consuela es porque no quiere, remato filosófico- y me pongo a releer estos textos que ya no recordaba. Y resulta que me gustan, me gustan mucho. Ahora entiendo por qué los guardé en su momento.
De golpe y porrazo, decido empezar a colgarlos en esta página coincidiendo con el inicio de cada mes.
Y me agrada pensar que a ese desagradecido libro de poemas -¿de quién sería?- se le borra la sonrisa de un plumazo.
Abril
La palabra, la palabra que me falta. El alma de las yemas de los árboles me ha arrebatado la palabra, y yo tropiezo como un niño entre las sílabas. Miro a través de las ventanas del jardín. Al fondo, un letrero que reza: domingo. ¡Ah, domingo de mis sueños, domingo de los deseos, domingo que sigue al sábado de mi aldea! Y he aquí a Laforgue que pasa en bicicleta por delante de mi puerta. Y tristeza y tedio se desvanecen como la niebla matutina, porque el spleen ha de ser ahogado en un guiso campesino.
Aprile
La parola, la parola che mi manca. L´anima delle gemme degli alberi mi ha taglieto via la aprola, e io inciampo come un bambino fra le sillabe. Guardo oltre i vetri del giardino. Sul fondo un cartello reca scritto: domenica. ¡Ah, domenica dei miei sogni, domenica di desideri, domenica che fa seguito al sabato del mio villaggio! Ed ecco Laforgue che arriba in bicicletta davanti al mio cancello. E tristeza e noia svaniscono come nebbia mottutina, perché lo spleen va affogato in una zuppa contadina.
Antonio Tabucchi
Coda: Ya he averiguado de dónde saqué estos textos; fueron publicados como separata, en el nº 4 de Sibila, Revista de arte, música y literatura, en enero de 1996.
Jo Elías que envidia me das, eres un pozo de sabiduria.
ResponderEliminarMe encanta este texto que nos has traído, pero espero que encuentres ese libro de poemas que se ha quedado agazapado en la librería.
ResponderEliminarUn saludo.
Elías, Elías, afortunados tus despites y tus tropiezos.
ResponderEliminarMe traes con ese Abril un paisaje, maravilloso recuerdo de mi niñez por Asturias, una aldeíta a la que íbamos los fines de semana "La Piñera".
Esos paseos en bici, esos guisos asturianos, la primera vez que ordeñé una vaca y ese olor a leche, mmmmmmmmm.
Creo que te has propuesto tenerme de manera vitalicia no?, pues nada, cuídese caballero, que nos dure por muchos años sus desatinadas búsquedas en las baldas y sus acertados tropiezos literarios.
Un abrazo.
En este caso, Madison, todo el mérito es de Tabucchi, ese escritor italiano-portugués, como él mismo se denomina.
ResponderEliminarEn apenas cien palabras, todo un mundo.
Abrazos
Gracias, Mercedes, una vez más, por tu comentario. En cuanto encuentre ese escurridizo libro te lo haré saber.
ResponderEliminarY a ver si merecía tanto la pena la búsqueda.
Abrazos.
¡Ah, Lola, Asturias! Allí me enamoré de verdad por primera vez -como decía César Vallejo en su archiconocido poema-, "un día del que ya tengo el recuerdo".
ResponderEliminarY tú, con tu comentario, me los has vuelto a traer a la memoria.
Y el olor a leche y a establo.
Gracias y abrazos.