sábado, 30 de junio de 2012

Perros jugando a la taba



El mundo al revés
“Hace un día de hombres”, que dirían los perros.

* * * * * * * * * *

No he visto animales más tristes que los perros lazarillos.

viernes, 29 de junio de 2012

Silbatos y difuntos


Me acuerdo de los silbatos que nos fabricábamos a base de saliva, frotamientos contra el suelo y paciencia, mucha paciencia, con los huesos de albaricoque.
El sonido que producían era agudo e intenso, pero después del esfuerzo por conseguirlo a nosotros nos sonaba a música celestial.

* * * * * * * * * *

Me acuerdo de algunos momentos en los que me sentí, ausente de todo y de todos, ajeno a cualquier mirada y sensación, "de cuerpo presente".

jueves, 28 de junio de 2012

Los remedios de Perucho (4)



Remedio para curar llagas cenceradas

“Cójase una porción de tocino muy rancio o viejo, déjese fundir en un plato y luego mézclese con una porción de polvos de verdín y un poco de agua de arroz; remuévase fuera del fuego hasta que se haya enfriado y, una vez hecho el ungüento, aplíquese a la llaga o cáncer con un paño pequeño.”

* * * * * * * * * *

Remedios para las lombrices y para hacer de vientre, niños y mayores

“Cójase pepinos silvestres o pepinillos, trujetas, lombrices de tierra y piel de serpiente y, una vez cocido con aceite natural, úntese el vientre.”


Juan Perucho (Rosas, diablos y sonrisas, Espasa Calpe, 1990)

miércoles, 27 de junio de 2012

Ausentes


Llevo encima una tristeza eterna: la de la pérdida de personas que cruzaron por mi vida alumbrándola esplendorosa hasta que, sin saber bien cómo ni por qué, el combustible de esa luz se acabó de repente, también sin por qué, sumiéndome en la oscuridad y la desesperanza.
Esa angustia insondable que se siente por los amigos perdidos para siempre por un malentendido, por un desencuentro, por un estúpido y equivocado orgullo.
O, todavía peor, por cosas que no se dijeron a su debido tiempo ni por uno ni por otro.
Y esta horrible sensación de no saber si volverá a sucederme de nuevo.

martes, 26 de junio de 2012

Cebo


Cebo. El queso, para el ratón; el ratón, para el gato; el gato, para el perro; el perro, para el restaurante chino de la esquina; el “cerdo agridulce” que allí nos sirven, para nosotros; nosotros, en fin, para la funeraria y los gusanos.

lunes, 25 de junio de 2012

Sicario


¿Para qué te voy a decir otra cosa? Te estaría mintiendo si dijera lo contrario. Lo maté porque me lo encargaron. Y muy bien pagado, además.
Uno sólo trata de mantener el prestigio haciendo bien su trabajo, ganarse la vida como puede con lo que mejor sabe hacer.
Y yo en lo mío, perdóname la inmodestia, soy de lo mejorcito que hay en el mercado.
Mira, esto es así de sencillo, tal como te lo cuento: a mí me llega un cliente solicitando mis servicios y yo no puedo decirle que no así como así.
El mío es un negocio acreditado en el ramo, serio y formal. Y esto, que cuesta mucho esfuerzo conseguirlo, se pierde en un pispás y sin darte cuenta si no te andas con ojo.
Soy exigente, sí, y caro también, no voy a negarlo, pero cumplidor al cien por cien.
Eso sí, la discreción es fundamental.
Nada personal, por otra parte.
Estos asuntos funcionan así, no le des más vueltas.

domingo, 24 de junio de 2012

Hablar con extraños (5)



13 No soy capaz de imaginarme a una obrera y a un obrero de la Renault bailando un minuet. Los límites de la imaginación los fija la conciencia.
A los imbéciles les queda el recurso psíquico de la fantasía.

(En la Fundación 1º de Mayo de C C. O O. en Madrid)

14 Eche cuentas: yo fui amigo de Pablo, de la Hormiguita, de Volodia y de qué sé yo cuántos más de los grandes. También conocí al otro Pablo, y a Rosamel, y a todos los Parra. Estuve muchas veces en Chile, siempre conspirando pero también haciéndome tiempo para emborracharme y estar con los poetas. Al final me casé con una chilena preciosa que se ha especializado en ponerme los cuernos.

(En un avión de LAN Chile)

15 Su amigo (¿o no es amigo suyo?) es un magnífico poeta. Me recuerda a Juan Ramón Jiménez pero sin el burro.

(Durante una lectura de Claudio Rodríguez en La Rábida)

16 ¿Qué prisa tiene? Bébase un coñaquito, yo lo convido. Total lo mismo se va a morir usted dentro de un mes o dos. Ya se le ve el cadáver en la cara.

(En un mesón de Torredonjimeno, Jaén)

sábado, 23 de junio de 2012

Estampas de ultramar (4)



Colonización de Australia

Penetrar un país desconocido
recorrer sus lugares recónditos, sus selvas,
es aún más peligroso y arriesgado
que estudiar
aspectos exteriores ampliamente

(Pues hasta la naturaleza salvaje,
en primer término,
y la hasta cierto punto disculpable
ferocidad de quienes consideran
violado el sentimiento de independencia
que, sea cual fuere el grado
de civilización, todos los pueblos
tienen...)

Desde el geómetra Oxley
que partió de Barthurst en 1817
-llegando incluso al valle
de Wellington- hasta ayer mismo
que me hablaste de Australia por teléfono...
interminable lista
de colonizadores.

viernes, 22 de junio de 2012

Haiku del petirrojo



Un petirrojo;
bajo su canto leve,
temblor de setos.

jueves, 21 de junio de 2012

Paisanaje (20) Genaro



El tío Genaro, ya se ha dicho en otro sitio pero no está de más recalcarlo, que nunca viene mal, era un fulano impresentable, un grosero y un zafio, amén de un guarro según la cuarta acepción del término en sentido coloquial, o séase, ruin y despreciable.
Gañán chapado a la antigua, con una costra de mugre que iba desde la boina hasta las alpargatas sin respetar camisa ni pantalones y un olor que tumbaba a los cerdos, su ordinariez entrenada durante muchos años, sobre todo en la delicada cuestión del trato con las hembras, nos hacía enrojecer de vergüenza a más de uno. y no vayas a pensar que por aquí seamos muy dados al arrebol en las mejillas ni mariconadas de esas. Pero es que su estilo chabacano y soez en materia de mujeres nos tenía acongojaos: lo más bonito que le oímos en su puta vida con respecto al sexo femenino eran sentencias de esta índole: -Las mujeres, pa que os vayáis enterando de una puñetera vez, si no pueden estar tumbás y debajo de uno, mejor colgás como las morcillas.
En cuanto entraban en su campo visual les soltaba unas burradas de espanto, unos obuses lingüísticos de grueso calibre: -Como vaya p´allá, potranca, te doy con la de mear. Otra que tal: -Moza, quien fuera vaca pa echarte una cagá. O, y ésta era tremebunda, horripilante, bestial: -Ca vez que te miro se me chasca el bolo; y es que te quiero, japuta.
Barbaridades así, disparates espantosos que le oíamos sin decir ni mu, y que después, en frío (nuestra conciencia nos pasaba factura), nos hacían enrojecer de vergüenza y cobardía.
Al Genaro, alias “La Peste Bubónica”, le daba lo mismo nuestra opinión sobre el tema, le importaba un comino, se la traía floja, se la pasaba, como suele decirse metafóricamente, por “el arco del triunfo”. Sin embargo, lo que él pensaba de nosotros, y no se recataba, no, en vocearlo a los cuatro vientos, es que éramos unos pusilánimes (bueno, él no utilizaba esta palabra, si no calzonazos, algo más gráfico y directo, un disparo en plena línea de flotación): -Calzonazos, que sois unos calzonazos, que no podéis ni con los güevos. Os daría un par de hostias pa espabilaros, pero ahora mismo me apetece más rascarme los dos amigos que me cuelgan ahí abajo que aplaudiros esas jetas de borricos que os gastáis.
Y nosotros, punto en boca, sin chistarle, callaos como muertos, si te he visto no me acuerdo. Pero es que, joder, cualquiera piaba, que vosotros no lo conocisteis, que el tío, además de ser más bruto que un alcornoque, con unas manos como martillos pilones y unas espaldas tal que la tapia del cementerio, tenía también un arranque muy regular y fastidioso.
Bien es cierto,¡hasta ahí podíamos llegar!, que nunca se propasó más que de palabra, entre otras cosas porque el tufo le delataba desde lejos y las víctimas de sus andanadas lúbricas tomaban las de Villadiego en cuanto lo presentían rondando cerca, por más que algunas solteronas desfilaran por delante de él meneando las caderas de manera indecorosa con más frecuencia de la aconsejable y, dada la edad provecta de algunas, con evidente riesgo de súbita rotura ósea. Si hasta parecía que le iban buscando, las tías guarras.
Pero el Genaro, qué se le va a hacer, tenía su gusto propio (-Ca uno es ca uno y como lo parió su madre -sentenciaba con la pringosa colilla de picadura entre los labios) y pasaba bastante de este género revenido ya que sentía una debilidad irrefrenable por las mocitas en agraz: en cuanto a alguna muchachina le empezaban a despuntar las teticas o se le rellenaba un poco el culete, el tío asqueroso empezaba a relamerse. ¡Qué miradas les echaba! Pa partir las piedras. Daba hasta miedo verle achicar los ojos fijando la vista en la presa, tensar las manos sobre la garrota de olivo, la hinchazón violácea en las venas del cuello y de las sienes… que se le ponían como sanguijuelas de las gordas. De ahí no pasaba nunca la cosa ("Perro ladrador, poco mordedor", ya se sabe, esto va a misa de domingo), pero los padres no le quitaban ojo a las chiquillas en cuanto barruntaban al tío Genaro por los alrededores con aviesas intenciones: los más de ellos no se andaban con tonterías ni pamplinas y se daban prestos a engrasar la superpuesta y tener los cartuchos a mano por si el asunto cogía pinta de ponerse serio y pasar a mayores. Que nunca es tarde pa empezar a cagarla.
Con la Encarni, la del Ramón, en cierta ocasión que todavía se celebra, se las tuvo tiesas una tarde por mor de la Esperancita, a quien tenía enfilada desde chiquinina, que hasta se relamía babeando cuando la mocica (que es verdad que estaba más buena que el pan con chocolate) entraba en su campo visual y su radio de acción. Se sacudieron el pellejo a modo, se dieron, como suele decirse, hasta debajo de las uñas y se mentaron malamente a la familia hasta, por lo menos, tres generaciones atrás. Como sería la cosa, que ni los civiles ni los municipales quisieron intervenir, no se fuera a escapar alguna hostia de las buenas en la dirección equivocá. Al no llegar a un acuerdo acerca de quién había ganado la trifulca, pongamos que la cosa acabó en empate y, al menos que se sepa, no hubo revancha. Para decepción de la parroquia, que, todo hay que decirlo, nos quedamos con las ganas de más, que por aquí espectáculos gratuitos y así de vistosos y entreteníos no es que se den tos los días. Y contemplar, sentaíto a la sombra con el chato de tinto al alcance y comentando las jugadas, una buena manta de hostias, siempre alegra la tarde, anda que no. Pero oye, mano de santo: la Encarni sería lo que fuese, vale que también tenía lo suyo, que había que echarle de comer aparte y que traía al Ramón por la calle de la amargura, pero la verdad es que fue la única que le plantó cara en condiciones al borde del Genaro y lo puso en su sitio. ¡Qué tía con dos ovarios! Yo la admiro y la temo a un tiempo. ¿Se me nota mucho?
Llevaría el susodicho una semana charlando con san Pedro, intentando convencerle de que le abriera las puertas (Si es na más pa echarle un ojo a las vírgenes, Perico, no seas así, hombre, enróllate, hazte el loco un ratino, anda majo), cuando la autoridá entró en su casa avisá de urgencia por un vecino: -Que an cá el Genaro hay un pestazo a cochiquera que tira p´atrás, bastante más que de costumbre. Pa mí que mañana no caga.
Y acertó el oráculo en su vaticinio: allí estaba el fulano sentao en la taza del váter, con los pantalones por los tobillos y una revista de esas guarras en las manos, trajinao de lo lindo por moscones y  gusanos, rodeao de mierda por todas partes y los ojos medio vueltos hacia el techo, un cementerio de bichos refugio de arañas y salamanquesas.
Oportuno fin, a fe mía, para tal cabestro. Lo que se dice un pilar de la comunidad, el Genaro.
Por petición popular, y previa consulta con la archidiócesis, no lo enterraron en sagrado.

miércoles, 20 de junio de 2012

Gobierno



Gobierno. En términos políticos, conjunto de incompetentes y advenedizos que se vale del desgobierno y la improvisación, cuando no de otros métodos más radicales y expeditivos, para seguir gobernándonos a su antojo.
Una vez jurado o prometido el cargo, y así sean unos perfectos palurdos (lo que en ese ámbito ejecutivo se da con una frecuencia pasmosa y alarmante), los miembros de semejante cuadrilla gozan de jugosas pensiones vitalicias a cargo del erario público, amén de otras prebendas incomprensibles, e inalcanzables, para la gran mayoría de sus conciudadanos.



martes, 19 de junio de 2012

El escondite


Los juegos infantiles, tan sencillos e inocentes en apariencia, tienen más meollo y enjundia de lo que aparentan a simple vista.
El escondite, por ejemplo: jugar al escondite me ha servido como el mejor entrenamiento para que nadie me encuentre si yo no quiero.      
Ni siquiera, y en un momento dado, yo mismo.

lunes, 18 de junio de 2012

Ermitas / Termitas


Ermitas. Termitas. Ambas devoran. Cada una, lo suyo.


domingo, 17 de junio de 2012

Los remedios de Perucho (3)


Remedio para la sordera

“Cójanse unos pocos escorpiones y, con unas tijeras, arránquese cabeza y cola, cójase una porción de huevos de hormiga y, colocado todo ello en un plato, cuézase con aceite común, jugo de cebolla y aguardiente; hiérvase hasta que el jugo de cebolla se haya consumido, untándose con dicho aceite las orejas por dentro.”

Juan Perucho (Rosas, diablos y sonrisas, Espasa Calpe, 1990)

sábado, 16 de junio de 2012

Pene cantor


No es lo que parece.
Suena raro, tal vez, soez a los oídos,
pero este milimétrico insecto
que corteja a la hembra frotando su miembro
contra su propio abdomen,
es el más ruidoso de cuantos pueblan el orbe.
Habita bajo el agua,
y su canto estridente en decibelios
equivale a una orquesta con sus sonoros trances.
Pertenece al orden
de los hemípteros,
familia de los corixidae.
Nombre científico:
Micronecta scholtzi.

Mario Lourtau

viernes, 15 de junio de 2012

Los remedios de Perucho (2)


Remedio seguro para el mal de piedra

“Cójase en primavera una porción de flor de nogal, déjese secar a la sombra y en el momento de su uso y, una vez hecha polvo, por la mañana échese lo que quepa en una moneda de media peseta en un vaso de vino blanco y tómese en ayunas; si sigue con el tratamiento, se curará.”

Juan Perucho (Rosas, diablos y sonrisas, Espasa Calpe, 1990)

jueves, 14 de junio de 2012

Belleza


Tal día como hoy,14 de junio, nacían René Char y Monserrat Roig.

Tal día como hoy morían Leopardi, Chesterton y Borges.

Hace veintinueve años, tal día como hoy, vino al mundo esa belleza que veis, pura poesía en movimiento, uno de los amores de mi vida.

El mundo sigue su camino, la poesía permanece.

miércoles, 13 de junio de 2012

Milagros de San Antonio



Divino, glorioso Antonio,
suplícale a Dios inmenso
que con su gracia divina,
alumbre mi entendimiento
para que mi lengua
refiera el milagro
que en el huerto obraste
de edad de ocho años.
Su padre era un caballero
cristiano, honrado y prudente
que mantenía su casa
con el sudor de su frente;
y tenía un huerto
donde recogía
cosechas del fruto
que el tiempo traía.
Y una mañana un domingo,
 como siempre acostumbraba,
se marchó su padre a misa
diciéndole estas palabras:
-Antonio querido,
ven aquí hijo amado,
escucha que tengo
que darte un recado.
Mientras tanto yo esté en misa,
gran cuidado has de tener,
mira que los pajarcitos
todo lo echan a perder:
entran en el huerto,
pican el sembrado;
por eso te pido
que tengas cuidado.
El padre se fue a la iglesia
a oír misa con devoción,
Antonio quedó cuidando
y a los pájaros llamó:
-Venid, pajarcitos,
dejad el sembrado
que mi padre ha dicho
que tenga cuidado.
Por aquella cercanía,
ningún pájaro quedó
porque todos acudieron
donde Antonio los llamó.
Lleno de alegría
San Antonio estaba,
y los pajarcitos
alegres cantaban.
Al ver venir a su padre,
luego los mandó callar.
Llegó su padre a la puerta
y le empezó a preguntar:
-Dime tú, hijo amado;
dime tú, Antoñito;
¿tuviste cuidado
con los pajarcitos?
El hijo le contestó:
-Padre, no esté preocupado,
que para que no hagan daño
todos los tengo encerrados.
El padre que vio
milagro tan grande
al señor obispo
trató de avisarle.
Acudió el señor obispo
con grande acompañamiento;
quedaron todos confusos
al ver tan grande portento.
Abrieron ventanas,
puertas a la par,
por ver si las aves
querían marchar.
Antonio les dijo a todos:
-Señores, nadie se alarme;
los pajarcitos no salen
mientras yo no se lo mande.
Se puso a la puerta
y les dijo así:
-Volad pajarcitos,
ya podéis salir.
Salgan cigüeñas con orden,
águilas, grullas y garzas
gavilanes y mochuelos,
verderones y avutardas;
salgan las urracas,
tórtolas, perdices,
palomas, gorriones
y las codornices.
Cuando acaban de salir,
todos juntitos se ponen
aguardando a San Antonio,
 para ver lo que dispone;
y Antonio les dice,
-No entréis en sembrado,
iros por los montes
 y los ricos prados.
Al tiempo de alzar el vuelo,
cantan con mucha alegría
despidiéndose de Antonio
y toda la compañía.
El señor obispo,
al ver tal milagro
por todas las partes,
mandó publicarlo.
Arbol de grandiosidades,
fuente de la caridad,
depósito de bondades,
padre de inmensa piedad.
Antonio divino,
por tu intercesión
merezcamos todos
la eterna mansión.

(Romance tradicional)

Ver y escuchar aquí

martes, 12 de junio de 2012

Hay que ver cómo es la gente



Conozco a un tipo que cuantifica el tiempo no por horas, días o meses (como cualquiera, vaya), sino por los kilos que hemos ganado o perdido desde la última vez que nos vimos; otro que sólo habla con símiles futbolísticos (sospechosamente parecidos a términos bélicos, haced la prueba); está el que siempre sonríe, así le estés mentando a la madre; otro, al que es mejor que no le saques el tema laboral porque estás perdido; el típico cinéfilo que anda como un cowboy y se viste como un gángster, el que solamente habla de vinos y cosechas…
Y también, aunque ya no estoy muy seguro a tenor de los ejemplos, conozco a gente normal.

Claro, que habría que preguntarles a ellos como me ven a mí, que seguro que también tengo lo mío.

lunes, 11 de junio de 2012

Caracol perdido


Una mañana, al caminar entre los puestos de una feria local, advertí en uno de ellos a un chiquillo que ofrecía una curiosa mercancía: sobre una mísera alfombra de caña y paja se apiñaba un grupo de lo que parecían caracoles, si bien de un color blanquecino que por un instante engañaba a los ojos. Intrigado, me entretuve unos instantes en sopesarlos y observar detenidamente su aspecto. Parecían estar vacíos: pesaban muy poco, y era imposible observar en ellos signos de vida. Por fortuna, el muchacho resultó ser del gremio de los charlatanes, y unas pocas preguntas bastaron para saciar mi curiosidad. Según parece, había dado con unos pocos de los llamados caracoles perdidos, cuyo rasgo más sobresaliente era su extrema timidez; en consecuencia, el caracol dedicaba su tiempo a esconderse en lo más profundo de su concha, ignorando el mundo exterior. Sin embargo, en su avance por el interior de la concha, el caracol acababa por alejarse tanto de ella y perderla tan completamente de vista que cada uno de sus cuerpos seguía ahora una vida autónoma, ignorante de la del otro. Aquellos caracoles con los que había jugueteado un momento antes no estaban muertos; simplemente participaban de vidas tan alejadas entre sí que nada lograba salvar el abismo que las separaba, y que apenas hacía algún esfuerzo por disimular su parecido con la muerte.

Jordi Doce

domingo, 10 de junio de 2012

Los remedios de Perucho (1)



Remedio para el hígado pajizo

“Cójase tres boñigas gordas de caballo o bien cuatro pequeñas y secas; bien desmenuzadas, mézclese con medio porrón de vino digestivo, déjese reposar y guárdese en una botella que permanecerá al sereno por espacio de veinticuatro horas; cuélense y háganse tres porciones que se tomarán por la mañana en ayunas durante tres días; si en los tres días no se logra la curación, repítase la misma operación. Es conveniente preparar al paciente ocho días antes de tomar dicho remedio, dándole una bebida de agua de cebada después del chocolate.”

Atribuido al doctor Bahí de la Pera

Juan Perucho (Rosas, diablos y sonrisas, Espasa Calpe, 1990)



sábado, 9 de junio de 2012

El vino


Para Pilar Nieves y Diego,
que me regalaron dos botellas.

Vinum leatificat cor hominis
"El vino alegra el corazón de los hombres."
Y tanto que sí.

* * * * * * * * * *

Oído por ahí (5)
“Vino guerrero, vino pitarrero”.

A vuestra salud.

viernes, 8 de junio de 2012

Me quito el sombrero

  

Mis mayores respetos para esos humoristas gráficos que publican día tras día, año tras año y sin desmayo, un tratado de la síntesis tras otro con cuatro trazos de su pluma y un “bocadillo” de palabras.
“El Roto”, “Forges”, “Máximo”, “Mingote”…
Este último publica hoy una viñeta genial; mediados del XVI: un hidalgo de los de capa y espada requiebra a una dama por la calle recitándole el célebre madrigal de Gutierre de Cetina:
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,     
¿por qué, si me miráis, miráis airados?

Respuesta de la dama: “Gamberro”.

Al fondo, dos ociosos contemplan la escena.

jueves, 7 de junio de 2012

Helicobacter pylori


La madre que parió a la puñetera helicobacter. Tan chiquinina y la guerra que está dando. Parece ser que a este bichito le place sobremanera instalarse sin permiso en la mucosa de nuestros estómagos -que ya son ganas, no me digas tú a mí- y, una vez allí, y erre que erre, a la chita callando, al son de lo tonto, hacernos la puñeta, pero bien, a base de úlceras y gastritis.

Hace un par de semanas pasé las de Caín con una prueba médica que aquellos que no la han sufrido y quienes la realizan tildan de suave. Venga, hombre, si esto no es , te dicen. Y una mierda. A ver si se la hacen a ellos, y luego hablamos. Endoscopia, se llama el asunto; con ese nombrecito a cuestas, ya te puedes figurar que no te van a dar algodón de feria precisamente.
Te meten por la garganta un tubo de plástico con una cámara en la punta hasta llegar al estómago y, contigo indefenso del todo -tu única defensa son unas arcadas irrefrenables que no se las salta un gitano- lo suben, lo bajan, lo vuelven a subir y a bajar, lo mueven a un lado y a otro a su antojo por tus entresijos. A poco que no les guste lo que ven en la pantalla, te meten otro tubito y te pellizcan por dentro para sacar muestras de tu ser con las que entretener un rato a los chicos del laboratorio. Hala, muchachos, a ver que tenemos por ahí. Portaos bien. Biopsia creo que llaman a esta otra putada.

Hoy me ha dicho el médico que sí, que sí tengo la jodía bacteria. Y bien despierta, dando por saco a tutiplén. Pero se va enterar la pylori de los cojones, esta no sabe con quién se juega los cuartos: de la farmacia me he traído a dos amigas de la pandilla de los antibióticos -los latin kings de la farmacopea- que le van a dar su merecido, se ponga como se ponga. De nada le van a servir sus súplicas. Como mínimo, le van a partir las piernas.

Menudas son la "Amoxicilina" y la "Claritromicina" cuando se ponen a lo suyo.
Y de guardaespaldas, a su primo el "Omeprazol".

miércoles, 6 de junio de 2012

Milagros





Se llamaba Milagros. Ojos verdimalvas, felinos, inmensos. Juncal y morena, con una larga melena lisa que se le posaba en los hombros con la levedad de una mariposa buscando el néctar joven del cuello y el pecho. Unas veces se la recogía con un estudiado descuido en una especie de moño que dejaba a la vista el esplendor de su nuca y una espalda cálida y acogedora, dispuesta para las caricias o el abrazo; otras eran una coleta o una trenza las que tenían la fortuna de pasear a sus anchas durante horas por aquella piel sedosa a capricho del vaivén de su cabeza. Con el rostro moteado de apenas visibles pecas y una nariz recta, romana, tenía un notable parecido con una actriz que a mí me hacía bastante tilín por entonces: Charo López. No le gustaba que se lo dijera, se ponía celosilla cuando la López salía a relucir en alguna conversación por cualquier motivo. Hasta la definitiva, nuestras peloteras fueron casi siempre a cuenta de la salmantina a la que veía, supongo, aunque nunca lo entendí, como una vaga amenaza. En fin, cosas que pasan.
A pesar de su juventud y candor, besaba muy bien Milagros. O quizás sólo me lo parecía porque fue la primera chica a la que besé y me besó en serio. En aquel verano de hace ya demasiado tiempo (¡qué cabrón, el tiempo, corre que se las pela el jodío!), la ternura de su belleza en sazón fue la que me rescató de mi sequía afectiva después del interminable suplicio de la ortodoncia. 
Milagros tenía “las paletas” un sí es no es separadas y una boca dulce y reidora cuyos labios coloreaba a escondidas con el carmín de su madre. De un rojo discreto y elegante. Sensual sin llegar a provocativo. Después de nuestros eróticos escarceos en el parque o en el cine, en portales y rincones oscuros, antes de volver a casa tenía que limpiárselos a fondo para que no se le notara la cosmética. El padre no estaba por la labor de que su hijita del alma, su ojito derecho, la sangre de su sangre, perdiera el tiempo poniéndose guapa para un ganapán como yo. Que no es que fuera gran cosa, de acuerdo, pero lo suyo tampoco era para tirar cohetes ni descorchar el champán. Simpático no era, no: ceñudo y chaparro, macizo como un yunque, con unos dedazos que parecían un manojo de puerros y un perpetuo gesto de cabreo, acojonaba bastante. Por lo menos a mí. Me imaginaba las hostias que daría con aquellas manazas y me entraban unos escalofríos muy aparentes. Procuraba evitarlo en lo posible cuando iba a buscarla a la esquina de su calle, porque a su casa ni soñarlo, tomando todas las precauciones posibles. Así y todo, me tropecé con él de sopetón un par de veces y su gélida mirada de reptil no me dio muy buena espina que se diga. Aunque en el tiempo que estuve con la hija jamás me dijo ni pío, siempre sospeché que me tenía pilladas las vueltas y espiaba mi llegada dejándose ver como a lo tonto para hacerme entender que estaba al quite, que a él no se la daba un mocoso, y que más me valía andarme con ojo con su niña por la cuenta que me traía. Era como una vaga amenaza que planeaba, inclemente y terca, sobre nuestra relación y mis miedos. Un maestro del terror sicológico, el tío. Hay veces en que todavía se me aparece en mis pesadillas, no os digo más. La madre, en cambio, acaso para nivelar un algo la balanza, era bastante más permisiva con el adolescente galanteo. Yo creo que sabía de sobra que Mila usaba su barra de labios, e incluso la sombra de ojos y el maquillaje en polvo, favoreciendo a su modo nuestra juvenil relación y puenteando de paso al ceporro del cabeza de familia. Estoy por asegurar que hasta le proporcionaba los coloretes a espaldas del padre. O que se hacía la tonta cuando se los birlaba a escondidas. Las madres saben y hacen estas cosas, tienen esa complicidad, digamos coqueta, con las hijas. Y que como le entres por el ojo a cualquiera de ellas por la razón que sea les sale la vena de celestina a las primeras de cambio, eso también. A tenor de las facilidades que nos concedía se conoce que yo no le disgustaba del todo. Aunque puede también que el contubernio tácito que se traía con nosotros dos no tratara más que de hacerle la puñeta al Roque, que así se llamaba el ogro del marido.
Lo pasábamos bien juntos. Mila tenía unas tetas pequeñas y suaves, prometedoras, rematadas en unos pezones color chocolate que sólo me dejó tocarle y saborear un par de veces como es debido. Lo mismo que me sucedió con aquellos muslos sedosos y rebeldes celados por un ligero vestido de flores en tonos crema y violeta, contra los que mis manos, temblorosas de deseo, febriles y torpes en sus asaltos, pugnaban sin éxito en la gran mayoría de los intentos. Entonces las cosas iban mucho más despacio que ahora. El premio gordo no se conseguía así como así. Había que comprar el boleto todos los días y rezar lo que supieras para que la suerte te sonriera alguno de ellos. Y tampoco es que nos diera tiempo a mucho más durante aquel único verano juntos. Una amiga suya, envidiosa y poco agraciada, a la que yo no hacía ni caso a pesar de sus esfuerzos por resultarme simpática y atractiva, la malmetió contra mí yéndole con el chisme de que la que me gustaba de verdad era otra, y aquel incipiente romance que tanto prometía terminó de golpe y porrazo una aciaga tarde. Y no le faltaba razón a la chivata, las cosas como son. Pero lo que yo digo: ¿qué coño le importaba a ella? ¿Y por qué todas las guapas tienen siempre una amiga así, cotilla y puñetera? Ah, misterio.
Después de romper entre lágrimas por su parte y un indigno silencio de culpa por la mía, de vez en cuando me cruzaba con las dos por la calle y no nos decíamos ni hola. Paseaban cogidas del brazo. Solas. Tristes. Sin hablarse. Quiero pensar que Milagros no le perdonaba a la amiga meticona que le dijese lo que acaso hubiera preferido no oír. En su mirada triste parecían anidar oscuros reproches que su boca callaba.
Yo también iba solo. Porque la que me gustaba de verdad, es que ni me miraba. Ni antes de Milagros ni, mucho menos (ella también se enteró de mi coqueteo estival), después.
¡Ah, el amor adolescente, qué cosa tan extraña! ¿Alguien lo entiende?
Ya sé que no me porté ni medianamente bien con ella. 

Y esta es la hora en que todavía no sé si fui un cobarde o un aprovechado. O ambas cosas, tal vez, por no decir algo peor. Canalla, a lo mejor, sería el término exacto. Tendría que haberle estado eternamente agradecido por su ternura conmigo y no portarme como un cerdo, que fue lo que hice.
Es algo que me he recriminado a menudo.
Pero esto no me hace mejor persona.



martes, 5 de junio de 2012

Cobardes


La cobardía de firmar las penas de muerte y no encabezar el pelotón de fusilamiento.


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El cobarde
Oír gemir a un moribundo, y callar la boca, y cerrar los ojos, y apurar el paso, y convertirse de golpe en un cobarde.