sábado, 30 de abril de 2011

Informes médicos (pa matarlos, vamos)


Hace algún tiempo, recibí en mi correo esos "informes" que transcribo a continuación. Me reí un buen rato, entre la estupefacción y el horror.

Antonio del Camino, sabedor de mi debilidad por estas cosas absurdas pensó que me gustaría leerlos. Y acertó de pleno.

En su blog, Verbo y penumbra (se accede a él pinchando en su nombre) lleva todo el mes de abril publicando una espléndida crónica de su reciente viaje a Portugal.

Así que él tiene la "culpa" de esta entrada y a él se la dedico.

Gracias, Antonio.


Informes médicos

- No había experimentado rigores ni espasmos, pero su marido afirma que ayer estaba muy caliente en la cama.

- El paciente no tiene historial de suicidios.

- El paciente rechazó la autopsia.

- El paciente afirma que siente un fuerte dolor en el pene que se extiende hasta los pies.

- Resbaló en el hielo y sus piernas fueron en direcciones opuestas a primeros de diciembre.

- Para cuando se le ingresó, su corazón había dejado de latir y se encontraba mucho mejor.

- Al segundo día, la rodilla estaba mucho mejor y al tercero, había desaparecido completamente.

- El paciente se ha dejado los glóbulos blancos en otro hospital.

- La paciente experimenta dolor en el pecho si se tumba de lado izquierdo durante un año.

- El paciente está deprimido desde que comenzó a visitarme, en 1983.

- El historial médico del paciente ha sido insignificante, con un aumento de peso de un kilo durante los últimos tres días.

- La paciente no para de llorar. También parece que está deprimida.

- La paciente dejó el hospital sintiéndose mucho mejor, salvo por sus dolencias originales.

- Sujeto varón de sesenta y nueve años, decrépito pero de aspecto sano. Estado mental activo, pero olvidadizo.

- La paciente expiró en el suelo tranquilamente.

- La piel estaba húmeda y seca.

- El bebé salió, se cortó el cordón umbilical y se le entregó al pediatra, que respiró y lloró de inmediato.

- El examen rectal reveló una tiroides de tamaño normal.

- Afirmó que había sufrido estreñimiento durante casi toda su vida, hasta 1989, cuando se divorció.

- El paciente presenta dolores de cabeza, ocasionales, constantes, infrecuentes.

- El paciente gozaba de buena salud, hasta que su avioneta se quedó sin combustible y se estrelló.

- El examen de los genitales resultó negativo, excepto por el pie derecho.

- El paciente vive con su madre, su padre y una tortuga como mascota, que acude a clases de formación profesional tres veces por semana.


Ahí queda eso.

viernes, 29 de abril de 2011

Primo Levi


Me acuerdo de una fotografía de Primo Levi en su laboratorio de química (barbita blanca, jersey de pico, mandil de cuero) donde ya se le adivinaba la muerte en el rostro.




Imagen Primo Levi: Bernard Gotfryd

jueves, 28 de abril de 2011

Yolanda Soler Onís


Esta noche, a partir de las 20.00 h., en el salón de actos del MEIAC, de Badajoz, y dentro de las actividades del Aula Literaria “Díez-Canedo”, Yolanda Soler Onís (Comillas, 1964) hará una lectura de sus poemas abierta al público en general.

Estoy deseando verla; Yolanda es amiga mía desde que nos conocimos hace ya unos cuantos años. Nos vemos poco, es cierto -es que ella no para: ha sido directora del Instituto Cervantes en Manchester y Leeds y ahora, desde hace unos meses, está al frente del de Varsovia-, pero el afecto mutuo no ha menguado ni un ápice desde entonces.

Voy a tener el honor y el placer de ser su presentador en esa lectura: los directores del Aula, en un acceso de locura transitoria, tuvieron tiempo ha la peregrina idea de que yo podría hacerlo bien.
Intentaré no desmerecer.

Como hermoso pórtico a ese acto, no me resisto a compartir con vosotros un poema inédito que Yolanda me envió hace unos días: fechado el pasado 14 de abril, es su primer “poema polaco”:

Si te hubiera dicho
que no estábamos solos en el cielo
del ghetto
me habrías hablado de los gatitos
que atados por las patas
morían en tus sueños.
Lo sé porque velé la noche entera
envuelta en uno de esos abrazos que no tocan
y porque no era Jiddish ni knaanic ni polaco
sino nuestra propia lengua
en un código extraño
lo que tus labios murmuraban.



miércoles, 27 de abril de 2011

Bebedor


En mis largas, frecuentes y, a menudo, también agotadoras jornadas anclado a los mostradores de los más diversos tugurios fatigando el brazo copa tras copa, he podido observar y catalogar diferentes tipos de bebedores de los que os pongo algunos ejemplos: el bebedor de ponche suele ser persona simpática y conversadora; el de ginebra es, por lo común, desabrido y faltón; el de whisky, presuntuoso y puñetero…

En algún momento de mi carrera como dipsómano yo fui, a buen seguro, la suma de todos ellos, pues nunca le hice ascos a ningún destilado.

Pero como ya no bebo, ahora mismo no tengo ni la más remota idea de cómo soy en realidad.

En todo caso, y por si las moscas, dejadme daros un consejo: no me provoquéis.

Nunca he tenido buena bebida.
Imagen: Los agachados - Manuel Alvárez Bravo

martes, 26 de abril de 2011

Dichos de Luder 1 (Julio Ramón Ribeyro)


0 -Luder regresa de su habitual paseo por el malecón.
-Estoy confundido- dice-. Cuando me aprestaba a gozar de una nueva puesta de sol, un vagabundo salta la baranda, camina hasta el borde del acantilado, se baja los pantalones y se caga mirando mi crepúsculo.
Eso demuestra la relatividad de nuestras concepciones estéticas.

1 -No te desesperes- le dicen a Luder cuando se lamenta por no haber encontrado la compañera ideal a causa de sus achaques y sus manías-: siempre hay un roto para un descosido.
-Sí, pero yo no soy roto ni descosido: soy un remendado.

2 -¿Has leído su última novela?- le preguntan, refiriéndose a un autor famoso.
-¡Qué musicalidad, qué ritmo, qué riqueza de voces! ¡Es un verdadero oratorio!
-Que lo cante- responde Luder.

3 -Envidian a Luder porque una o dos veces al mes se amanece conversando con un amigo muy inteligente.
-¡Debe ser una conversación apasionante!
-Ni crean. Como ignoramos más de lo que sabemos, lo único que hacemos es canjear fragmentos de nuestra propia tiniebla interior.

4 -Ven con nosotros- le dicen sus amigos. La noche está espléndida, las calles tranquilas. Tenemos entradas para el cine y hasta hemos reservado mesa en un restaurante.
-¡Ah, no!- protesta Luder-. Yo sólo salgo cuando hay un grado, aunque sea mínimo, de incertidumbre.

5 -Se sueña sólo en primera persona y en presente indicativo- dice Luder.
A pesar de ello, el soñador rara vez se ve en sus sueños. Es que no se puede ser mirada y al mismo tiempo objeto de mirada.


lunes, 25 de abril de 2011

A revoluçao (37 anhos)



Viagem

Há olhos que só olham o sonho; e, quando
o sonho se dissipa, ficam cegos.

Há pontes por onde não se passa, no inverno,
embora ninguém as guarde: pontes
sem arcos, abstractas como um arco-íris
e frias como a chuva da madrugada.

Un campo de erva que amadurece;
o feitiço fútil dos faróis quando a manhá
limpa as últimas névoas;
um bater de pálpebras como asas:

imagens que lembro

e me restituem os olhos
com que avisto a entrada da cidade.


Viaje

Hay ojos que sólo miran el sueño; y, cuando
el sueño se disipa, se quedan ciegos.

Hay puentes por donde no se pasa, en invierno,
aunque nadie los vigile: puentes
sin arcos, abstractos como un arco iris
y fríos como la lluvia de la madrugada.

Un campo de hierba que crece;
el hechizo útil de los faros cuando la mañana
limpia las últimas nieblas;
un batir de párpados como alas:

imágenes que recuerdo

y me restituyen los ojos
con que contemplo la entrada de la ciudad.

Nuno Júdice
Un canto en la espesura del tiempo (Calambur, 1996)
Versión de José Luis Puerto

domingo, 24 de abril de 2011

Trío


La memoria es la arqueología de los propios sentimientos.

El sonido de la serenidad: un ritmo de remos entrando en el agua.

Después de madurar, ¿qué nos queda? Pudrirnos con dignidad.

sábado, 23 de abril de 2011

Ángelus


A él le gustaba actuar de noche y hasta ahora había tenido suerte, con que lo soluciones hoy me doy por contento, decía siempre “El Viejo”. O sea, que hasta cierto punto era feliz con su trabajo, y sin embargo, hoy la orden era categórica:
-Tiene que ser a mediodía, órdenes del patrón, chico -dijo Gigi al tiempo que le daba la espalda para evitar cualquier posibilidad de protesta y encendía uno de esos puros tan repugnantes que acostumbraba a fumar.

Cuando se quedó solo empezó a sudar. No podía evitarlo. Si lo apremiaban se ponía nervioso, y si se ponía nervioso, comenzaba a sudar. Se enjugó con el pañuelo, cogió el sombrero, lo sacudió un par de veces con el dorso de la mano para quitarle un poco de polvo imaginario y salió lentamente por la misma puerta que el otro.

A pesar de ser noviembre, el día era bastante bueno, hacía una temperatura excelente y el tráfico no parecía ser excesivo ni agobiante como de costumbre, de modo que decidió ir caminando. Tenía tiempo de sobra y además no le apetecía conducir. No obstante, al pasar junto a su auto le propinó una patadita cariñosa al paragolpes, quitó tres o cuatro hojas secas del capó y le dedicó una mirada más larga y tierna que de costumbre. Probablemente, ese viejo “Ford” modelo Capri era el único amor que había tenido, pero mientras pensaba esto se le vino a la mente que no, que cuando tenía unos dieciocho hubo una pibita que lo trajo loco, cómo estaba la nena, dios mío, con aquellos labios carnosos y sensuales, senos pequeños y firmes y aquel par de muslos… El bocinazo lo sacó ipso facto de los muslos antiguos y le subió el pulso a cien, así que se internó por el parque para evitar nuevos sobresaltos. Miró el reloj y respiró aliviado. Eran apenas las diez treinta, o sea, que tenía noventa minutos aproximadamente para llegar al lugar y el apenas para realizar el trabajo.
Siempre le gustó la puntualidad, y mediodía eran para él las doce. Ni a.m. ni p. m. Las doce en punto. La hora del ángelus.

Se dejó ir lentamente, y para quitarse los nervios empezó a marcar el paso muy despacio, como si estuviese en un desfile a cámara lenta, pero se dio cuenta que no se calmaba, pues a cada rato tenía que sacar el pañuelo y secarse de nuevo. Lo intentó ahogando piedras en el lago artificial y mirando los árboles, estamos en otoño, se dijo, y se supone que los árboles tienen que estar preciosos, propicios para una calma romántica, y cuando pensó romántica volvió a recordar a la chica de los muslos, aquella vez en la habitación del hotel, subiendo y bajando alternativamente por su cuerpo, la cintura y las rodillas, los hombros y tobillos, el cuerpo tibio y suave, y sus pies pequeños con las uñas cortadas hasta lo inverosímil.

Por dónde andará ahora, se preguntó, y tuvo conciencia de pronto de cómo le gustaría que estuviese con él, los dos solamente en algún lugar lejano, Nueva Zelanda o así, bueno, quizá no tanto, pero sí lejos, lejos de toda esta mierda de matar a la gente por encargo y sueldo fijo como otros escriben a máquina, o cortan el césped, o trocean salchichones.

Se sentó un rato en un banco a fumarse un cigarrillo, y por entre la niebla efímera del tabaco, vio pasar a tres viejos tan doblados sobre sí, que parecían competir para ver quien se partía antes. Estuvo tentado de sacar el revólver y acabar a tiros con aquella extravagante competición, pero pensó a tiempo que si se cargaba a las tres ruinas acaso no tuviese balas para acabar el trabajo. La suerte que han tenido, pensó sonriendo mientras los veía alejarse. Se levantó presuroso y feliz, ya sin nervios, pues si bien sudaba un poco, alguna gota atrevida bajando por el mentón, él se la atribuyó al sol de manera categórica y ni siquiera se molestó en secarla.
Otra ojeada al reloj le informó que eran aún las once y diez. Se subió el cuello de la gabardina -había empezado a refrescar de repente-, y apresuró el paso hasta salir del parque. Dejó atrás la verja de hierro forjado, escupió de lado en una papelera y se palpó la sobaquera. Se sintió seguro al notar la forma familiar del 38 especial con silenciador acoplado y se puso a silbar bajito una música antigua.

Antes de llegar a su destino, esperó como quince minutos en otros tantos semáforos y tomó un café solo en una cafetería demasiado elegante para él. Se sintió como un elefante en una cacharrería, tales fueron las miradas que recibió.

Llegó al edificio asignado y subió los tres pisos por la escalera. Tuvo una extraña premonición al llamar a la puerta y al abrirse ésta, allí estaba, era ella, la chica de los muslos. Él intentó hablar, decir algo, pero se quedó boquiabierto y no fue capaz de articular sonido alguno. El rostro de la chica aún guardaba algo de su antigua belleza, el maquillaje aplicado con profusión ayudaba a dar esa sensación. Pero sus muslos, sus muslos, eran puro puré y el resto del cuerpo algo parecido a un flan tembloroso.

Los ojos de la chica reflejaban un terror infinito y al mismo tiempo -le pareció- una muda súplica que él no admitió.

Fue fácil. Sólo tuvo que disparar un par de veces -flop, flop- para destruir aquella estatua decrépita, su sueño de un rato antes.

Guardó el revólver, cerró la puerta después de empujar el cadáver hacia adentro, y el pañuelo le sirvió ahora para enjugar alguna lágrima que huyó de los ojos sin permiso.

Era la hora del ángelus. Las campanas de la ciudad dieron su repique cotidiano y monótono.

Llevaba el reloj adelantado y un asco inmenso en el rostro.

Siempre es duro matar los sueños.


Elías Moro (Óbitos súbitos, ERE, 2000)

viernes, 22 de abril de 2011

Sonata



Ese hombre arrastra una sombra
con la forma de su cello
y es triste e incapaz de la más leve osadía
que alivie sus desdichas.

Ama a la muchacha del piano,
pero en su timidez agota el amor
que sólo manifiesta de vez en cuando
con alguna pieza de Casals.

Entonces, con el Cant dels ocells,
su corazón se alborota al punto
de estallar en lágrimas y acordes nuevos.

Al término, recoge el arco,
cierra la funda y se marcha
con su sombra alargada a cuestas.

jueves, 21 de abril de 2011

Napoleón y el ajedrez


Me acuerdo de que Napoleón perdió una partida de ajedrez frente a un autómata llamado El Turco. Una derrota en toda regla, algo a lo que por entonces no estaba acostumbrado.

Tiempo después se descubrió que aquel ingenio de la mecánica hacía trampas.

No soy capaz de imaginar la ira del corso al saberlo.




La partida se jugó en Viena en 1809, y este fue su desarrollo:

1. e4 / e5 2. Df3 / Cc6 3. Ac4 / Cf6 4. Ce2 / Ac5 5. a3 / d6 6. 0-0 / Ag4 7. Dd3 / Ch5 8. h3 / Axe2 9. Dxe2 / Cf4 10. De1 / Cd4 11. Ab3 / Cxh3+


12. Rh2 / Dh4 13. g3 / Cf3+ 14. Rg2 / Cxe1+ 15. Txe1 / Dg4 16. d3 / Axf2 17. Th1 / Dxg3+ 18. Rf1 / Ad4 19. Re2 / Dg2+ 20. Rd1 / Dxh1+ 21. Rd2 / Dg2+ 22. Re1 / Cg1 23. Cc3 / Axc3+ 24. bxc3 / De2++.

miércoles, 20 de abril de 2011

Latigazos


Jesucristo expulsó a latigazos a los mercaderes del templo de Jerusalén. Pero éstos -astutos, hipócritas, tenaces…-, aprendieron bien pronto la lección y tramaron su venganza: se lamieron en silencio las heridas, reclutaron adláteres y mercenarios, aprestaron nuevas armas y bagajes, y fueron regresando poco a poco hasta invadirlo de nuevo y para siempre.

Y no van a cometer el mismo error de dejarle entrar de nuevo en sus dominios así como así y que les arruine el negocio otra vez.

Imagen: Luca Giordano

martes, 19 de abril de 2011

Cosas de la milicia (2)


De una entrevista con Tonino Guerra 


-Tonino, ¿tú conduces?

-Conduje una vez en el ejército porque no había más remedio y estuve a punto de matar a 30 personas.
Me hicieron suboficial.
Si hubiera seguido con aquello, ahora sería coronel por lo menos...

lunes, 18 de abril de 2011

Mitología y Universo


La mitología, a poco que indagues en ella, es una caja de sorpresas. Y nunca se ha llevado bien con la ciencia, no han hecho, como suele decirse, “buenas migas”.
La razón y la imaginación, como que no.

Ahora me entero de que el invierno, ese dominio del frío, fue provocado por Ceres ante el disgusto que le produjo el rapto de su hija Proserpina por el rijoso Plutón, dios del inframundo. Pero la venganza es un plato que se sirve frío y aunque la de Ceres ha tardado algunos miles de años en llegar, ya está aquí; de ser adorado por los romanos como uno de los ocho dioses elegidos y tener planeta propio, ahora vienen unos tíos con bata y dicen que no, que Plutón, de planeta, nada. Que enano, como mucho.

De golpe y porrazo, ha sido degradado a mero pedrusco estelar, expulsado, como un nuevo Lanzarote traidor, de la tabla redonda del Sistema Solar.

Para que luego digan que la justicia no es lenta.

domingo, 17 de abril de 2011

Mi cumpleaños (Sabiniano)


Hoy cumplo 52 años. Cosecha del 59. A buen seguro que el día me deparará alguna sorpresa agradable, algún original regalo de la gente que me quiere, alguna broma acerca de canas, músculos blandos, declive sexual, esos achaques propios de la edad en la que uno va entrando más deprisa de lo que quisiera…

Uno de los más hermosos presentes que he recibido nunca -por persona interpuesta, el señor Blas- lo fue de manos de mi maestro José Viñals: un espléndido caballo tobiano de capa blanca y marrón.

Desde hace ocho años, lo tengo en el establo de mi alma como un regalo imperecedero: y aunque salimos juntos con frecuencia en busca de yeguas y belleza, hace unos días que lo noto inquieto, barruntando nuevas aventuras, piafando más de la cuenta.

Como todo lo suyo, impregnado de su amor incondicional por los amigos, me llegó acompañado de la carta que transcribo.

Todos los años la releo, todos los años mi tobiano y yo salimos a cabalgar por sus palabras.

Al poeta Elías Moro Cuéllar


Usted que es joven, querido Don Elías, no sé si va a entender que yo esté haciendo ya mis disposiciones hereditarias y que le esté dejando a Usted mi caballo tobiano de los dos que ahora mismo me quedan. Y se lo cuento porque ya lo sabe y lo tiene anotado el Notario que no es nada olvidadizo. Le dejo mi caballo de silla, manso de solemnidad y nada dado a las carreras por la playa y alrededores, no porque Usted vaya a montarlo mejor que yo, que eso es casi imposible -y perdóneme el consuelo tardío de la fatuidad- porque yo converso largo con mis caballos y ellos me entienden cuando hablo y cuando no hablo y lo que hablo y digo, lo mismo de buen humor que malo y ennegrecido. Mi idioma saben y yo su idioma sé y ellos, tanto el uno como el otro, tampoco tienen ya tiempo de aprender otras lenguas humanas, ni siquiera las afables como la suya. Pero Usted tiene dos hijas y una mujer suave y elástica y querendona que pueden querer montarlo un día u otro. Déjelas pero no de noche; de noche mi caballo se va solo a los prostíbulos y no hay forma de retenerle la boca. Vicios de su naturaleza de animal entero y no de su dueño, el cielo me disculpe y no me lo tenga en cuenta. Se llama, o yo lo llamo cariñosamente, Sabiniano, como cierto amigo que tuve y que nunca se me cayó del bolsillote amical del pecho.
Yo no tengo que explicar por qué lo hago, aparte de que puede ser inútil la pregunta porque mi caballo, ojalá no, también puede morirse antes que yo, pero yo se lo digo de corazón: por sus versos, Don Elías, nada menos que por sus versos y su devoción apasionada por la poesía, que es también mi locura particular algo tardía aunque nada inconsecuente.
Así que como tengo que zanjar la cuestión y -como decía mi finada mamá- la vida no la tenemos comprada, lo invito a que se venga y se lleve a Sabiniano a galope corto y diestro bajo el apretón de sus rodillas ciudadanas. En pocas jornadas, tres o cuatro, Usted lo consigue y se lleva el mejor potro de la comarca. Porque mire, Don Elías, yo creo en la justicia poética más que en la justicia tribunalicia, y mi caballo tiene la misma mirada que Usted, como si estuviera esperando los alumbramientos del cielo y del horizonte de los pájaros de altura que anidan en cumbres de poco o ningún acceso para el hombre común, por grandiosa y elocuente que sea su alma.
Pero digo lo que digo sin esperanza ninguna porque Usted no se tomará la molestia de venir ya que nunca ha venido a mi casa, porque yo debo ser muy poca cosa para su distinción de porte y maneras, y la mía casita o, mejor, cortijillo, de escaso suelo para sus zapatos amistosos. Perdóneme, Don Elías, son quejas injustas causadas por mi anciana melancolía y mi empobrecimiento paulatino en la causa sagrada y voraz del vivir, y tengo un cierto anticipado pesar por los años que me quedan o, mejor, me queden. Pesar de soledad, pesar ansioso no de compañía sino de afecto aunque sea lejano y discreto. Lo digo sin pudor porque los hombres debemos decir nuestras verdades del alma antes de que sea demasiado tarde.
Bueno, dejemos las cosas en este lugar donde mi torpe pluma las ha dejado, y sonriamos de delicia doméstica mientras nos comemos unos higuitos en almíbar que ha preparado mano dulce de mujer para mi arrobo y mi gratitud casi enamorada. ¿No le parece, Don Elías, Usted que tanto sabe de zoologías y de bestiarios inhumanos? Dígamelo, pues, y no me deje pecar de insurrección o de irrespeto a los ofertorios de amor, o simpatía imperecederos. Blas.
José Viñals. Señor Ruiseñor (Ed. Germanía, 2003)

sábado, 16 de abril de 2011

La flotilla poética de La Isla de Siltolá


De los astilleros de La Isla de Siltolá, de los muelles situados en las márgenes del Guadalquivir a su paso por Sevilla, bien calafateadas y aparejadas por los carpinteros de ribera capitaneados por Javier Sánchez Menéndez, nuevas naves no dejan de surcar las aguas y se incorporan sin tregua a la flotilla innúmera de la poesía.





Con las Velas de Gavia desplegadas a todo trapo, impulsadas por el viento de Levante, ponen proa hacia los Arrecifes.




Firmes al timón de cada una de ellas, avezados capitanes (Manuel Gahete, Diego Ropero-Regidor, Andrés Luque, José Luis García Martín, Antonio Colinas, Aquilino Duque, Juan Peña y Pablo Moreno) se aprestan a la travesía, escrutan sus líquidos caminos, trazan los rumbos felices en las cartas de navegación, y anotan cada periplo en sus cuadernos de bitácora para contento de los lectores.


Os recomiendo sacar sin demora vuestro pasaje en cualquiera de esas naves.

viernes, 15 de abril de 2011

Vallejo-Mestre (Efemérides)


El 15 de abril de 1938, César Vallejo moría en París, como había profetizado en su celebérrimo poema Piedra negra sobre una piedra blanca:

Me moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo...

Hoy, en homenaje a su memoria, copio aquí el Poema LXIX de Trilce:

Qué nos buscas, oh mar con tus volúmenes
docentes. Qué incosolable, qué atroz
estás en la febril solana.

Con tus azadones saltas,
con tus hojas saltas,
hachando, hachando en loco sésamo,
mientras tornan llorando las olas, después
de descalcar los cuatro vientos
y todos los recuerdos, en labiados plateles
de tungsteno, contractos de colmillos
y estáticas eles quelonias.

Filosofía de alas negras que vibran
al medroso temblor de los hombros del día.

El mar, y una edición en pie,
en su única hoja el anverso
de cara al reverso.


Exactamente 18 años después, nacía Juan Carlos Mestre en Villafranca del Bierzo (León).

Hoy, en homenaje a la amistad que nos profesamos, con mi felicitación y mi más sentido abrazo, transcribo aquí uno de sus últimos poemas, hasta donde yo sé, inédito en libro:

LA TUMBA DEL APÓSTOL

Esta no es la sabiduría que desciende de arriba
sino la tierra de los bautizados en su propia sangre,
los arrancados del tiempo de los vivos según el Libro de los Hechos:
Santiago el de Zebedeo, hermano del Evangelista,
asesinado hacia el 44 por Herodes Agripa,
Pilar Martínez, soltera, 31 años, costurera, vecina de Luou.
Eduardo Puente, panadero,
encontrado muerto en el lugar llamado La Amanecida.
Jesús Regueiro Bueno, Presidente
del Sindicato de Constructores de Calzado.
En aquellos días, como ovejas llevadas al matadero,
como corderos mudos delante de los trasquiladores,
Juan Jesús González Fernández, 40 años, poeta,
natural de Cuntis, fundador de la Unión Socialista Gallega,
Julio Silva, barbero, y Maximino Martínez, trabajador ferroviario,
un muchacho de Tordola llamado Juan Varela, de 16,
muertos de peritonitis por perforación,
hemorragia interna producida por arma de fuego,
destrucción orgánica del cerebro.
Ciertamente no era esa la sabiduría que desciende de arriba
sobre los testigos de la Transfiguración,
David Mariño, Elías, jornalero, Paulino, mecanógrafo,
Angel Dapena Rozado, viudo, 66 años,
José Pérez, hojalatero, Emilia Sende Monteiro, sirvienta, a los 48.
Ramón el de La Fraternidad y Vicente el fotógrafo,
Jesús, Rodrigo, Manuel del Río, albañil, maestro, barbero,
Amador Prieto de 32 y María Castro, de 27, ambos solteros,
fusilados por decisión del Tribunal Militar de Santiago de Compostela
en julio del 36. En aquel tiempo dijo Santiago, pescador
de Galilea, primogénito de Salomé, llamado por Cristo
hijo del trueno: Podéis atar mis manos
pero no mi bendición y mi lengua.




Gracias, Maestro.

Felicidades, Amigo.

Imagen Mestre: Jesús Marchamalo

jueves, 14 de abril de 2011

14 de abril



Memoria
(Huesos de taba, ceniza y madera).

Elías Moro

miércoles, 13 de abril de 2011

Cosas de la milicia


El sargento entra en la tienda de campaña y se fija en el retrato colgado en una de las paredes de lona:

-¡Eh! ¿Quién ha dicho que podéis colgar cuadros de vuestras novias aquí, eh?
¿Quién ha colgado la foto de esta chica?

-Es Mozart.

-¿Quién?

-Es Mozart, señor.

-¿Mozart? ¿Quién de vosotros es Mozart? ¡Mozart, dé un paso al frente!

-Ha muerto, señor.

-¿Ha muerto? ¿Cuándo? ¡Compañía! ¡Formen ahora mismo! ¡Ar!

¡Muerto! ¿Por qué nadie me había informado de ello?


(El barbero de Siberia) Nikita Mikhalkov



martes, 12 de abril de 2011

Paisanaje (17) Ladislao


Este Ladislao era un alma cándida, un dechao de virtudes, un primo hermano de la inocencia y la bobería, la víctima perfecta pa alguna suegra de faca y faja, no sé si me explico. Lo único, que de mujeres casaderas no quiso nunca ni oír hablar; ni hubo manera de emparejarlo como Dios manda por más que algunas celestinas de fama, de colmillo retorcío, invirtieran todo su talento y empeño en el asunto. Sintiéndose tocás en su orgullo visto lo inútil de sus esfuerzos y maniobras, y para vengarse, las casamenteras alcahuetas difundieron con inquina y a conciencia el rumor de si Ladislao no sería por un aquel de la acera de enfrente, si perdería aceite, si probaría braga y sostén en la intimidad,  y empezaron a llamarlo "El Simple":

-Es más simple que el asa un cubo; es más simple que el mecanismo un chupete; es más simple que el culo una pelota... -iban diciendo por ahí, despechás y retorcías. Pero que va, el problema de Ladislao con las mujeres era mucho más sencillo: no es que no le gustaran (que yo sé que sí que le gustaban; como que se iba de putas cada dos semanas a la capital), sino que con la madre y las dos hermanas gemelas que le cayeron en suerte en la rifa familiar -que parecían las del cuento de La Cenicienta de puñeteras que eran, lo tenían en un sinvivir cuando chico- tuvo más que de sobra con respecto al lao chungo del género femenino y no le quedaron muchas ganas de arriesgarse con otras ni intimar más de lo necesario.
Inveterado solterón y dependiente desde siempre del más afamado comercio de la villa (Ultramarinos y Coloniales "La Sirena". Calidad a su servicio desde 1908), donde era considerado parte esencial del establecimiento, las clientas se rifaban sus atenciones, y no precisamente por su buena estampa -que era más bien chaparro y no lo que se dice un adonis- sino por ver de aprovecharse de su natural cándido y timorato en la transacción comercial. Menudas brujas las del bolso de la compra y la melena cardá.

Pero una noche, aciaga en su memoria, y que le produce pesadillas desde entonces, le aconteció un suceso que cambió para siempre su fe en la posible bondad de la especie humana. Bueno, para ser precisos, no le ocurrió a él, sino a lo que más amaba: un Seat 600 precioso, negro y con una raya dorada que viajaba por el capó hasta el parabrisas y desde éste hasta casi la matrícula que proclamaba bien a las claras su origen soriano.
Y es que para Ladislao, aquel “rechoncho ingenio de la mecánica patria”, como él lo denominaba con una labia insospechada en semejante pánfilo, era la niña de sus ojos, la novia que nunca tuvo, el amor que no pudo ser, y donde volcó toda la ternura a la que su escaso esqueleto podía dar cabida.

El caso es que cuando el día de autos, nunca mejor dicho, se levantó por la mañana y bajó, como todos los días, a echarle el vistazo de costumbre al suyo antes de irse detrás del mostrador a etiquetar latas de morrones, o colgar los lomos de bacalao, o pesar el pimentón, o empaquetar las alubias y lentejas en los cartuchos de papel de estraza..., el cuadro que se encontró ante los ojos hizo que se le cayese el alma a los pies: algún bárbaro había apedreado su amado vehículo hasta casi reducirlo a chatarra, había dejado su rastro cruel e irracional sobre aquella carrocería querida. Viéndolo de aquella guisa, destartalado y moribundo, ciego de los faros, los cristales hechos añicos, las puertas con múltiples mataduras, los asientos destripados y las ruedas rajadas, las llantas hiriendo el asfalto y el motor violado, no pudo evitar ponerse a llorar amargamente, incapaz de entender aquella brutalidad gratuita y sin sentido. Y por entre la catarata de lágrimas que corrían por su rostro con un desconsuelo que daba grima (que parecía contra natura ver llorar así a un hombre), le pareció entrever que el coche (que semejaba estar desangrándose sin remedio -un charco de aceite y líquido de frenos adornándole los bajos camino de la alcantarilla más cercana, la gasolina derramada pintando iridiscencias en el asfalto mojado-) también lloraba implorando, a partes iguales, consuelo y venganza antes de hundirse para siempre en el siniestro pozo de los desguaces y el oscuro y laberíntico y doloroso mercado de las piezas de segunda mano.

Tras aquella funesta jornada, Ladislao "El Simple", aquel espíritu otrora cándido y bondadoso, feo, católico y sentimental, se transformó (de un día para otro, como quien dice, y para escándalo y pesar de beatas y meapilas) en un sujeto soez, deslenguado y rijoso, que se despachaba a gusto con quien fuese, no pasaba ni una por alto, y siempre andaba enredado en broncas y trapacerías. Desde entonces ("De perdidos al río", que dice el dicho) se dio al puterío con entusiasmo, a la bebida sin freno y al ateísmo militante a las bravas. No dejó pecado sin buscarle las costuras. La cosa ya pasaba de castaño oscuro, los líos del Ladislao estaban entrando de cabeza en la categoría del escándalo público. Llegados a este punto sin retorno, no hubo más remedio que despedirlo de La Sirena, negocio serio donde los hubiera y que no podía permitirse sin menoscabo de su prestigio tal ejemplo incívico en su plantilla de probos dependientes. Y todo por una mierda de coche, que hay que estar zumbao de la chaveta.

Semejante cambio de actitud en tan íntegro ciudadano hasta aquel fatídico momento, tras múltiples denuncias y alguna estancia nocturna en el calabozo de los cuartelillos, ora consistorial, ora picoleto (ya sabéis lo de los granos de arena: se van juntando unos con otros, así como a lo tonto y, en un pis pas, visto y no visto, abracadabra, hacen una montaña donde antes no había nada), llegó a ser debatido en el orden del día del pleno municipal.

Pleno que sirvió, a la postre, para la aprobación por unanimidad (lo nunca visto en este ayuntamiento, oiga) de un notable incremento en la plantilla de guardias urbanos.

lunes, 11 de abril de 2011

En barrena


Tú, escritor, eres como ese piloto de avión en su carlinga, indefenso del todo y atado a su asiento eyectable, cayendo en barrena después de ser alcanzado por las balas durante la escaramuza, mientras el lector -omnisciente, omnipotente- se adentra sigiloso en tu libro -cabe decir en el campo de batalla- con el dedo sobre el pulsador.

Si al final lo pulsa, te salvas.

Si no, ya sabes lo que te espera; una buena ración de disparos y un golpe morrocotudo contra el suelo después del más estrepitoso de los fracasos.

domingo, 10 de abril de 2011

Ropa tendida

Conduzco por una carretera en las afueras de la ciudad que transcurre paralela a la parte trasera de un grupo de viviendas grises y ocres, una monótona sucesión de bloques de pisos idénticos unos a otros, sin ninguna gracia, feos sin remisión: ese tipo de bloques horrendos, como salidos de una fábrica, que se construían como churros durante los planes de desarrollo en la España de los sesenta. Con éstos que os digo y voy dejando a mi derecha según avanzo por el asfalto caliente, desde luego el día que los diseñó el arquitecto del engendro no tuvo su día.   
En todos los tendederos colgados de los balcones -que en muchos de los casos, y de manera incomprensible, se encuentran junto a la salida de humos de las cocinas- ondean alegremente ropas variopintas y multicolores puestas a secar: calcetines junto a pañuelos, servilletas anudadas a camisones y pijamas, prendas de vestir y de cama jugando a rozarse y separarse por efecto del aire en una danza errática y enloquecida, mariposeantes bailarinas de trapo en un cromático caos de movimientos aleatorios.
Estéticamente, una visión poco afortunada, por no decir espantosa.  Humanamente, resultan tiernos esos calzoncillos y camisas, esas enaguas y pantalones secándose al sol con todas las vergüenzas al aire sin vergüenza alguna.

Imagen: http://aguasabajo.blogspot.com/

sábado, 9 de abril de 2011

Cartel (2)


Cada vez me acuerdo más de aquel cartel -hoy curiosamente desaparecido de todas partes, cuando parece más necesario que nunca- que colgaba como una advertencia ineludible, casi como un dogma de fe, en un lugar destacado de bares, tabernas y comercios en general:
“Hoy no se fía; mañana, sí”. 
Y me acuerdo tanto porque así me va pasando cada vez con más frecuencia con cierto tipo de personas que conozco: que no me fío de ellas. 
Ni hoy, ni mañana, ni nunca.

viernes, 8 de abril de 2011

Mastines


Para Antonio del Camino,
cómplice

 A ojos vista se notaba la merma en la cabaña de lechales.

Y bien se dejaba ver que el lobo era de dos patas y cuatro ruedas y no de los que aúllan por la noche a las primeras de cambio.

De modo que anoche lo esperé despierto, y en cuanto advertí que las modorras lo barruntaban cerca le achuché los mastines.
 

Una semana  llevaban sin comer.

Animalitos; no han dejado ni los huesos.

jueves, 7 de abril de 2011

Sin prisas


A uno -llamadme antiguo si queréis- le gustaría de vez en cuando viajar en calesa, en simón, en tílburi, en diligencia, incluso.

A uno -llamadme antiguo de nuevo- le apetecería conversar de vez en cuando de cosas insustanciales con el viajero de enfrente (tal vez un vendedor de perfumes o lencería fina, un tahúr, un juez de paz, un espadachín…), requebrar a la muchacha de al lado (virginal, inocente) ignorando por igual el traqueteo del vehículo y “la carabina” que la acompaña en el viaje con la sola misión de preservar su virtud, recriminar al cochero y a su ayudante para que dejen de cantar a voz en grito esas canciones de borrachos y meretrices mientras arrean a las caballerías.

Y para añadir algo de emoción al viaje -llamadme antiguo definitivamente-, ser asaltado alguna vez por una partida de bandoleros de trabuco o unos fieros pieles rojas tran unas buenas persecución y balacera.

miércoles, 6 de abril de 2011

Cartel



“No tocar. Peligro de muerte”.

Siempre que me topo con ese cartel tengo la impresión de que se refiera a mí.

martes, 5 de abril de 2011

2 escolios colombianos


“Al cabo de unos años, sólo oímos la voz del que habló sin estridencias”.

“La imbecilidad cambia de tema en cada época para que no la reconozcan”.


Nicolás Gómez Dávila (Escolios a un texto implícito)

lunes, 4 de abril de 2011

Fluir


Hoy he pasado un buen rato mirando desde el romano puente de piedra -dos mil años nos contemplan- el fluir del río que atraviesa mi ciudad: aguas oscuras, marrones, tan lentas en su descenso que se dirían hermanas de la quietud.

En ellas, siempre antiguo, cada vez nuevo, lo de costumbre: mamá pata con su prole detrás, ramas secas como caimanes inmóviles al sol al acecho de no se sabe qué, un grupo de garcillas -gritonas, níveas- sopesando en asamblea si levantar el vuelo desde sus posaderos y buscar algún rebaño de herbívoros al que asediar con sus picotazos nerviosos y urgentes o asaltar algún húmedo huerto en busca de lombrices, los atléticos remeros del club de piragüismo entrenando sus precisos movimientos, el ritmo exacto de las paladas, su respiración al unísono…

Y a trescientos kilómetros de la costa más próxima, como bárbaros explorando nuevos territorios que conquistar, una avanzadilla de gaviotas y cormoranes hurgando entre las basuras acumuladas en las orillas y espiando, ojo avizor y con sus picos feroces dispuestos al ataque, a los peces despistados que todavía no saben que han llegado, para quedarse, sus nuevos enemigos.

domingo, 3 de abril de 2011

Un consejo

Los poetas -todos- deberíamos ser menos fatuos y presuntuosos de lo que acostumbramos, tener presente en todo momento y seguir humildemente aquello que decía Fray Luis: “Siempre estoy en sazón de recibir”.

sábado, 2 de abril de 2011

Postal de París


Para Francisco Javier Irazoki, parisino de Navarra.

De este espacio de luz junto al Sena
no las palomas ni ese hotel de otra época
las farolas oscuras o aquella muchacha
de mirar glauco y belleza incontenible

lo realmente hermoso es el nombre:
de la Concorde

si bien es posible que influido
por sus más recientes victorias
hasta Hitler -aquel salvaje paranoico-
describió esta plaza como una sonata

viernes, 1 de abril de 2011

Botánica



¡Qué maravilla de la lengua los nombres de algunas plantas y flores que nos salen al camino! 

Arrayán, cantueso, caléndula, malvavisco, buganvilla, prímula, jazmín... 
Las pronuncias, y la boca parece llenarse de toda una constelación de aromas, de colores explotándote en el paladar.