Hoy cumplo 52 años. Cosecha del 59. A buen seguro que el día me deparará alguna sorpresa agradable, algún original regalo de la gente que me quiere, alguna broma acerca de canas, músculos blandos, declive sexual, esos achaques propios de la edad en la que uno va entrando más deprisa de lo que quisiera…
Uno de los más hermosos presentes que he recibido nunca -por persona interpuesta, el señor Blas- lo fue de manos de mi maestro José Viñals: un espléndido caballo tobiano de capa blanca y marrón.
Desde hace ocho años, lo tengo en el establo de mi alma como un regalo imperecedero: y aunque salimos juntos con frecuencia en busca de yeguas y belleza, hace unos días que lo noto inquieto, barruntando nuevas aventuras, piafando más de la cuenta.
Como todo lo suyo, impregnado de su amor incondicional por los amigos, me llegó acompañado de la carta que transcribo.
Todos los años la releo, todos los años mi tobiano y yo salimos a cabalgar por sus palabras.
Al poeta Elías Moro Cuéllar
Usted que es joven, querido Don Elías, no sé si va a entender que yo esté haciendo ya mis disposiciones hereditarias y que le esté dejando a Usted mi caballo tobiano de los dos que ahora mismo me quedan. Y se lo cuento porque ya lo sabe y lo tiene anotado el Notario que no es nada olvidadizo. Le dejo mi caballo de silla, manso de solemnidad y nada dado a las carreras por la playa y alrededores, no porque Usted vaya a montarlo mejor que yo, que eso es casi imposible -y perdóneme el consuelo tardío de la fatuidad- porque yo converso largo con mis caballos y ellos me entienden cuando hablo y cuando no hablo y lo que hablo y digo, lo mismo de buen humor que malo y ennegrecido. Mi idioma saben y yo su idioma sé y ellos, tanto el uno como el otro, tampoco tienen ya tiempo de aprender otras lenguas humanas, ni siquiera las afables como la suya. Pero Usted tiene dos hijas y una mujer suave y elástica y querendona que pueden querer montarlo un día u otro. Déjelas pero no de noche; de noche mi caballo se va solo a los prostíbulos y no hay forma de retenerle la boca. Vicios de su naturaleza de animal entero y no de su dueño, el cielo me disculpe y no me lo tenga en cuenta. Se llama, o yo lo llamo cariñosamente, Sabiniano, como cierto amigo que tuve y que nunca se me cayó del bolsillote amical del pecho.
Yo no tengo que explicar por qué lo hago, aparte de que puede ser inútil la pregunta porque mi caballo, ojalá no, también puede morirse antes que yo, pero yo se lo digo de corazón: por sus versos, Don Elías, nada menos que por sus versos y su devoción apasionada por la poesía, que es también mi locura particular algo tardía aunque nada inconsecuente.
Así que como tengo que zanjar la cuestión y -como decía mi finada mamá- la vida no la tenemos comprada, lo invito a que se venga y se lleve a Sabiniano a galope corto y diestro bajo el apretón de sus rodillas ciudadanas. En pocas jornadas, tres o cuatro, Usted lo consigue y se lleva el mejor potro de la comarca. Porque mire, Don Elías, yo creo en la justicia poética más que en la justicia tribunalicia, y mi caballo tiene la misma mirada que Usted, como si estuviera esperando los alumbramientos del cielo y del horizonte de los pájaros de altura que anidan en cumbres de poco o ningún acceso para el hombre común, por grandiosa y elocuente que sea su alma.
Pero digo lo que digo sin esperanza ninguna porque Usted no se tomará la molestia de venir ya que nunca ha venido a mi casa, porque yo debo ser muy poca cosa para su distinción de porte y maneras, y la mía casita o, mejor, cortijillo, de escaso suelo para sus zapatos amistosos. Perdóneme, Don Elías, son quejas injustas causadas por mi anciana melancolía y mi empobrecimiento paulatino en la causa sagrada y voraz del vivir, y tengo un cierto anticipado pesar por los años que me quedan o, mejor, me queden. Pesar de soledad, pesar ansioso no de compañía sino de afecto aunque sea lejano y discreto. Lo digo sin pudor porque los hombres debemos decir nuestras verdades del alma antes de que sea demasiado tarde.
Bueno, dejemos las cosas en este lugar donde mi torpe pluma las ha dejado, y sonriamos de delicia doméstica mientras nos comemos unos higuitos en almíbar que ha preparado mano dulce de mujer para mi arrobo y mi gratitud casi enamorada. ¿No le parece, Don Elías, Usted que tanto sabe de zoologías y de bestiarios inhumanos? Dígamelo, pues, y no me deje pecar de insurrección o de irrespeto a los ofertorios de amor, o simpatía imperecederos. Blas.
Pues lo dicho, muchas felicidades. Y que hoy te vengan regalos tan maravillosos como ese caballo y las palabras que lo engendran en tan hermoso texto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas felicidades Elías.
ResponderEliminar¡Muchas felicidades, Elías!
ResponderEliminarFelicidades, Elías, te me adelantas en esta celebración en dos días y dos años. Otro Aries. Como en esto de la edad ya no hay prisas, nos queda sólo la mitad para los 100 años, que no estaría mal conocerlos.
ResponderEliminarAcordándome del repetido en nuestra infancia "¿y qué vas a ser de mayor?" y las constantes ganas de todo niño a ser grande y de los mayores a esperarlo como si en esa irrepetible edad creada para jugar, explorar y ser querido y querer nos faltara algo, cabe hacerse ahora otras preguntas más radicales y permanentes: "¿Y qué fuiste de niño?" o "¿dónde queda todavía el niño que fuiste?". Porque ¡ay de aquel que no lo haya sido nunca o no lo sepa ser todavía a diario!
Por eso, juguemos a la taba, con palabras, o a lo que quieras, y sobre todo a querernos. De eso, conociéndote, estoy seguro.
Enhorabuena, amigo.
Mil enhorabuenas, Elías!! Y que disfrutes mucho a lomos del caballo del maestro Viñals...
ResponderEliminarAbrazo fuerte, J12
aunque sea un agregado reciente, novato, de los que, de pié, en las tertulias de café, miraban, escuchaban y callaban, y aprendían de la mesa de maestros, no voy a quedarme atrás. ¡muchas felicidades, elías! y buen paseo.
ResponderEliminarPaso a menudo por aquí y hoy el post ha logrado emocionarme, sobre todo por las letras de José Viñals, pues en parte es culpable de mi amor por la literatura y por saber que tuvo tan buen amigo en sus últimos tiempos.
ResponderEliminarMuchas felicidades y que cumpla muchos más.
Ula.
¡Por fin he podido conectarme. desde el quinto pino, y venir a visitarte a tu blog el dìa de tu cumpleaños!Que sigas muy bien, y que no te falte nunca el amor y el humor.
ResponderEliminarUn beso
!Feliz día Elías!
ResponderEliminarFelicidades, Elías. Somos casi quintos. Por eso debe ser que me suena cercano lo que cuentas.
ResponderEliminarQueridos todos: entre unas y otros habéis conseguido emocionarme.
ResponderEliminarGracias por el regalo de vuestra presencia aquí.
Con mi mirada de caballo, os abrazo.
Felicidades, querido Elías. ¡Tenía anotada la fecha en la agenda y, fíjate, tengo que felicitarte así! Que sea enhorabuena. Sigue conservando principios en desuso. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarFelicidades, amigo Elías. A pesar de felicitarte con retraso, recibe un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias, Miguel Ángel, Suso, por vuestros abrazos virtuales que siento tan reales y cercanos.
ResponderEliminarOtro igual de intenso para vosotros.
Felicidades un poco tardías! 52 añitos muy bien llevados, por cierto, con mucha altura. Doy fe de que está usted bien guapo;-)
ResponderEliminarUn besazo.
Favor que usted me hace, doña Olga.
ResponderEliminarYo puedo decir exactamente lo mismo de usted.
Y aún me quedaría corto.
Otro igual para ti.