Para Antonio del Camino, cómplice
A ojos vista se notaba la merma en la cabaña de lechales.
Y bien se dejaba ver que el lobo era de dos patas y cuatro ruedas y no de los que aúllan por la noche a las primeras de cambio.
De modo que anoche lo esperé despierto, y en cuanto advertí que las modorras lo barruntaban cerca le achuché los mastines.
Una semana llevaban sin comer.
Animalitos; no han dejado ni los huesos.
A grandes males, grandes remedios. ¡Cuántos mastines no necesitaríamos para andar bien por el mundo!
ResponderEliminarAgudo, como siempre.
Un abrazo.
qué acierto aparecer en esta página de repente. un placer. saludos
ResponderEliminarPues dispón de los míos cuando quieras, Antonio.
ResponderEliminarEso sí; déjalos unos días antes sin comer.
No falla.
Abrazos.
Lo mismo digo, kynikos: un placer.
ResponderEliminarGracias por la visita.
Un saludo.
Madre mía!!! El banquete que se dieron!! Pobres!
ResponderEliminar:-))