El 15 de abril de 1938, César Vallejo moría en París, como había profetizado en su celebérrimo poema Piedra negra sobre una piedra blanca:
Me moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo...
Hoy, en homenaje a su memoria, copio aquí el Poema LXIX de Trilce:
Qué nos buscas, oh mar con tus volúmenes
docentes. Qué incosolable, qué atroz
estás en la febril solana.
Con tus azadones saltas,
con tus hojas saltas,
hachando, hachando en loco sésamo,
mientras tornan llorando las olas, después
de descalcar los cuatro vientos
y todos los recuerdos, en labiados plateles
de tungsteno, contractos de colmillos
y estáticas eles quelonias.
Filosofía de alas negras que vibran
al medroso temblor de los hombros del día.
El mar, y una edición en pie,
en su única hoja el anverso
de cara al reverso.
Exactamente 18 años después, nacía Juan Carlos Mestre en Villafranca del Bierzo (León).
Hoy, en homenaje a la amistad que nos profesamos, con mi felicitación y mi más sentido abrazo, transcribo aquí uno de sus últimos poemas, hasta donde yo sé, inédito en libro:
LA TUMBA DEL APÓSTOL
Esta no es la sabiduría que desciende de arriba
sino la tierra de los bautizados en su propia sangre,
los arrancados del tiempo de los vivos según el Libro de los Hechos:
Santiago el de Zebedeo, hermano del Evangelista,
asesinado hacia el 44 por Herodes Agripa,
Pilar Martínez, soltera, 31 años, costurera, vecina de Luou.
Eduardo Puente, panadero,
encontrado muerto en el lugar llamado La Amanecida.
Jesús Regueiro Bueno, Presidente
del Sindicato de Constructores de Calzado.
En aquellos días, como ovejas llevadas al matadero,
como corderos mudos delante de los trasquiladores,
Juan Jesús González Fernández, 40 años, poeta,
natural de Cuntis, fundador de la Unión Socialista Gallega,
Julio Silva, barbero, y Maximino Martínez, trabajador ferroviario,
un muchacho de Tordola llamado Juan Varela, de 16,
muertos de peritonitis por perforación,
hemorragia interna producida por arma de fuego,
destrucción orgánica del cerebro.
Ciertamente no era esa la sabiduría que desciende de arriba
sobre los testigos de la Transfiguración,
David Mariño, Elías, jornalero, Paulino, mecanógrafo,
Angel Dapena Rozado, viudo, 66 años,
José Pérez, hojalatero, Emilia Sende Monteiro, sirvienta, a los 48.
Ramón el de La Fraternidad y Vicente el fotógrafo,
Jesús, Rodrigo, Manuel del Río, albañil, maestro, barbero,
Amador Prieto de 32 y María Castro, de 27, ambos solteros,
fusilados por decisión del Tribunal Militar de Santiago de Compostela
en julio del 36. En aquel tiempo dijo Santiago, pescador
de Galilea, primogénito de Salomé, llamado por Cristo
hijo del trueno: Podéis atar mis manos
pero no mi bendición y mi lengua.
Gracias, Maestro.
Felicidades, Amigo.
Imagen Mestre: Jesús Marchamalo
terrible y hermnoso
ResponderEliminarSiempre es un placer volver a Vallejo. Precisamente, hace unos minutos, con Paco Castaño, comentábamos el aniversario y el famoso poema; por cierto, puestos a comprobar, hemos visto que no fue un jueves, sino viernes, cuando murió.
ResponderEliminarEn cuanto al texto de Mestre, encoge el alma, y permite hacerse, para aquel que tenga oídos y quiera oír, una idea de lo que fueron aquellos tiempos que, a día de hoy, muchos se empeñan en querer borrar, o mostrar lejos de toda su crudeza.
Gracias por traernos ambas miradas.
Un abrazo.