martes, 31 de diciembre de 2013

Gracias a todos y feliz 2104

 
A todos los que os habéis asomado a esta ventana y seguido estas notas durante el último año -y también a los que no-, quiero agradeceros vuestra atención y cariño.

Ojalá que el próximo año os sea propicio en todos los aspectos.

¡Salud y lectura!

lunes, 30 de diciembre de 2013

Óbolos


Le puse las monedas en la mano y cuando preguntó, mirándolas extrañado, que para qué eran, le respondí que para pagar a Caronte mientras le seccionaba limpiamente la yugular.


En un gesto reflejo, apretó el puño con las monedas. 


No se le fueran a caer y se quedara en tierra de nadie.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Hablar con extraños (13)

 
38. A su papá cuando lo enterraron le pusieron traje y corbata. Era anarquista pero la familia quiso que pareciera un burgués. Eso sí, la corbata era colorada y negra.
 
(Un panadero mallorquín en Corralito)
 
 
39. A las gallinas ponedoras se las conoce bien porque andan todo el día picoteando calcio. O como se llame ese hierbajo.
 
(La vendedora de aves y huevos en el mercadillo de La Guardia, Jaén) 
 

40. A que aquí no pisa el Camilo ése de mierda. Es un canalla y fue un hijoputa delator. Además es un pedorro.
 
(En la Fundación Eugenio Granell)



sábado, 28 de diciembre de 2013

Baroja, por Marchamalo y Santos



Desde hace unos años (fue en un noviembre lluvioso, recuerdo, nuestro primer encuentro) tengo la fortuna de gozar de la amistad y el aprecio de Jesús Marchamalo. Él suele hacer visible ese afecto con preciosas muestras impresas de su pasión por los libros y su adoración por las palabras: un nuevo exlibris, un pequeño volumen con alguna conferencia o artículo, algún folleto u opúsculo, una viajera postal, algún imprevisto collage…

Todos los años, en estas fechas festivas, y siempre en colaboración con alguno de sus múltiples amigos artistas, tiene la sana costumbre de realizar pequeñas ediciones para enviar a sus amigos cuando menos se lo esperan.

Y si el año pasado lo que llegó a mi buzón fue la obra original de la artista Mónica Gutiérrez Serna, Un dólar para Zelda (una gruesa cartulina impresa con las efigies de Scott Fitzgerald y Zelda con un dólar de plata incrustado en ella -“Para que vayas al cine”, me decía Jesús en la nota que lo acompañaba-), este año es un delicioso librito de apenas cuarenta páginas, Retrato de Baroja con abrigo, hermoseado con unos magníficos grabados de Antonio Santos, que acaba de publicar Nørdica libros.

Mi ejemplar de ese Retrato… está firmado por ambos y signado con el número 43, número primo donde los haya.

Por cierto, que se da la feliz coincidencia de que si Baroja aún viviera, hoy, día de los Santos Inocentes, Pío Inocencio, que tal era el nombre con que lo cristianaron, hubiera cumplido la respetable cantidad de 141 años, número capicúa donde también los haya.

Un regalo de reyes anticipado de ese rey de la amistad que es Jesús Marchamalo. Ya le hecho un hueco entre Bocadillos de delfín, Tocar los libros, El don de la impaciencia, Palabras en el Bosque, No hay adverbio que te venga bien, Viaje a Vasconcelos… 
Y etcétera etcétera.

Por lo demás, Jesús es también arquero y, como a mí, le gustan los sombreros, qué le vamos a hacer.

¡Gracias, Jesús!

viernes, 27 de diciembre de 2013

Soledad



Soledad

Ver a un hombre hablando y bebiendo solo en la barra de un bar, entrando ya en esa neblina pastosa de la ebriedad más triste, no resulta -en lo que puede tener de espejo de nosotros mismos en un momento dado- muy alentador.
Pero si la escena la protagoniza una mujer, el espectáculo se torna, al menos para mí, en especialmente penoso.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Ojo y cámara


Cuando nos vemos a través del ojo de una cámara siempre es otro al que estamos mirando.

Imagen: Léon Herschtritt

domingo, 22 de diciembre de 2013

Paisanaje (25) Adolfo



Si te llamas Adolfo, luego no te quejes. Las reclamaciones, al maestro armero, tú. Porque, vamos, a quién se le ocurre, le decíamos al tonto. Y es que compartir apelativo, aunque sea a la fuerza y sin querer, con el cabronazo del Hitler ese es lo que tiene: que a poco que te descuides nadie te hace aprecio. Y si encima no andas mu allá de luces, pues… menudo panorama. Esto, cuando no te sacuden un guantazo por si acaso a las primeras de cambio, o te toman por un pelele de trapo y paja sobre el que descargar las penas a palos o pedradas si es que no te mete lumbre algún gracioso para rematar la juerga como si fueras un muñeco de esos de las Fallas. Que se empieza por un sopapo o sacando la estaca de paseo y te vas calentando, te vas calentando… hasta que al final, claro, tenemos una desgracia.
Tal vez por ese apego nuestro a endilgar motes al primero que pasara por delante, o quizás por diferenciarlo un algo del tirano teutón, maldita sea su estampa, a este elemento improductivo del censo to el mundo en el pueblo lo llamaba “Fito”. Que ya me dirás tú a mí si no parece más nombre de gatuno borde o perrillo faldero, uno de esos renacuajos peludos y tocagüevos que se tiran to el santo día ladrando y ladrando y venga a ladrar, dando por culo al personal, y a los que sus amas (porque acostumbran a ser ellas las autoras del desbarre) les ponen lacitos de colores en las greñas y un gabán a cuadros pa´l frío, que te dan ganas de liarte a patadas con la dueña imbécil y el chucho repipi cuando te los encuentras de sopetón con esa pinta.
Pues este “Fito”, Gañán por parte de madre pa más señas (que del apellido paterno, y aunque algo se habló en su momento en voz baja y con insistencia de un posible incesto o coyunda ilícita entre parientes, nunca se supo a ciencia cierta. Pero cuando el río suena…ten cuidaíto, que te mojas), andaba siempre a la que saltaba, a verlas venir, a estilo me la cargué y aquí me las den toas: el andurrear papando moscas o tumbarse a la bartola tó lo largo que era y según le placía pa descabezar un sueñecito donde buenamente le pillara era casi toda la energía que gastaba de costumbre. Al trasiego frecuente y querendón de chatos de tinto o copazos de cazalla o coñá tampoco le hacía ascos, no. Pero es que ni uno. Apoyao en la barra del bar dale que te pego al antebrazo no parecía tan lelo, mira tú por dónde. Además, que por una o por otra siempre había quien le pagara unos tragos al tontito. Lo cierto es que tenía querencia de hacerlo, lo de la siesta, digo, y vaya usté a saber por qué, en los duros bancos de la iglesia. “A la buena de Dios… que ya proveerá”, decía el jodío con su media lengua y cierto salero. Que hasta que le cogió el aire al sitio y encontró la postura más cómoda, no fueron pocas las ocasiones en que le pegó un buen susto al curilla cuando se tropezaba de repente con el bulto roncando y hecho un gurruño.
¿Qué por qué le digo curilla y no don Senén como toa la peña? Bueno, esto es una cosa privá entre él y yo. Asuntillos pendientes de los que ya arreglaremos cuentas cuando se tercie. Pero vamos a llevarnos bien y volvamos a lo nuestro, no me tires de la lengua, “Bizco”, que te conozco.
Sin oficio respetable ni beneficio lícito conocidos, desde hacía un porrón de años el “Fito” se sustentaba más mal que bien de las escasas limosnas de los paisanos hábilmente combinadas por su parte con el producto resultante de una irrefrenable inclinación a arramblar con lo ajeno sin pedir permiso, o rapiñando hasta casi el expolio huertos en sazón y corrales bien provistos de animales de puchero. Al cepillo de la iglesia también le hacía frecuentes y provechosas visitas si el sacristán no andaba ligero con la recaudación del día. Un hereje. Mira que pecar contra el séptimo en la mismísima casa del Señor… Pero no vayas a pensar que estas aficiones le salían gratis ni de gañote. Ni mucho menos: su espalda y nalgas daban fe de los crudos escarmientos que con zurriagos y vergajos le propinaban de buena gana los legítimos cuando lo sorprendían practicando su hábito nefasto. Y lo pillaban con las manos en la masa nueve veces de cada diez. Ya te digo que muchas luces no tenía, no. El párroco no le sacudía estopa si lo entallaba en pleno hurto (que pegarle a un tonto seguramente cuenta como un pecao de los gordos si vistes sotana) pero, sin citarlo expresamente, lo condenaba al infierno tronando desde el púlpito domingo sí, domingo también. Al “Fito” la diatriba semanal del curilla se la soplaba bien soplá porque no aparecía por la iglesia más que a la hora de la siesta o en las bebecés. ¿Cómo que qué es esto? No jodas, “Bizco”, no me digas que no lo sabes. Me dejas asombrao, un tío como tú, con estudios y eso. Pues bodas, bautizos y comuniones: be-be-cé, coño, si está clarísimo, que parece mentira que seas de la capital. Venga, apúntalo pa la próxima, que yo le vea. Amás, que tampoco se hubiera enterao de las indirectas del curilla: si no sabía ni dónde tenía la mano derecha. O sea, que era reincidente en grado sumo. Cleptomanía, decía el pedante del Fermín que se llamaba eso, llevando las conversaciones al terreno de las patologías con su habitual y cargante labia.

En las rarísimas ocasiones en que se quitaba la camisa (que era friolero de por sí y el aire frío a pecho descubierto, esto to el mundo lo comprende, procura catarros y desazones varias cuando no un reúma puñetero) si acaso le daba por bañarse en el río o enjuagarse en el abrevadero después de que algún alma buena lo empleara en limpiar zahúrdas, palomares o desvanes, la espalda del tontito lucía bien surtida de cicatrices y costurones: parecía mismamente el mapa del tesoro de alguna peli de piratas o de espías.
“Fito” era lo que vulgarmente se llama un tonto molesto, categoría que en el escalafón tontil equivale a lo peor de lo peor, a lo más bajo y miserable, a la hez de la hez: porque o lo eres, o no lo eres. Y si lo eres, no molestes, coño, que ya tiene la gente bastante con lo suyo propio de por sí. Lo que no puedes es ir por ahí ahora lo soy, ahora no lo soy, ahora sí, ahora no a tu conveniencia y capricho. Conque lo eres de nacimiento y baba, y entonces tienes rienda suelta para hacer lo que quieras amparao en tu tontuna (el tonto de nacimiento parece nacer con galones y libre de todos los cargos), o lo eres sobrevenío a causa de accidente, desgracia, o negligencia médica. Las dos primeras categorías tienen su poquito de respeto, su aquel. Luego está lo de los médicos metiendo la pata hasta el fondo, pero esto, más que respeto, lo que infunde en el perjudicao es una mala hostia que pa qué. Ahora bien: si optas por el otro camino, el de serlo na más que cuando te interesa, atente a las consecuencias. Que la gente, aunque muchas veces lo parezca, no se chupa el deo y las caza al vuelo.
Y hablando de molestar: si bien no ponía reparos ni a infantes ni a adultos en general, sin despreciar tampoco a los ocasionales forasteros, su blanco preferido eran las mocicas en agraz. ¡Qué castiguito les daba, pobrecinas mías! Aquí entraba en franca competencia con el Genaro, aunque éste, un poco más espabilao aunque tampoco mucho, las acosaba a distancia y na más que de boquilla. “Fito”, en cambio, en cuanto guipaba a alguna sola por la calle se le pegaba detrás como una lapa diciéndole incongruencias y gilipolleces sin cuento hasta aburrirla. Y alguna guarrada que también se le escapaba de vez en cuando alargando al tiempo la mano pa pillar cacho. Groserías y toqueteos que las mozas solventaban bien huyendo llorosas y avergonzadas, bien dispuestas a chivarse al padre, bien sacudiéndole un guantazo las más garridas, único lenguaje que “Fito” parecía entender a la primera.
Anduvo bastante tiempo detrás de una en concreto, se conoce que un tanto enamoriscao, pero la moza lo veía venir con intención de requiebro y se le caían de golpe los palos del sombrajo ante el lamentable aspecto del galán: la chaqueta raída y mugrienta, alpargatas de tercera mano por lo menos enseñando el deo gordo por un abujero, la boina en la nuca, el meñique de uña larga castigando lo oscuro de lo napia o las orejas como si estuviera buscando petróleo… Lo que se dice un partidazo, vamos. Estaba cantao que el romance no podía salir bien.
Una tarde llegó el curilla a la taberna a la hora del dominó y dio la voz de alarma: -Por cierto, -dijo el frailuno así a lo tonto mientras me ahorcaba el seis doble como quien no quiere la cosa.: ¿Habéis visto al “Fito” últimamente por aquí? Hace por lo menos una semana que no me lo topo roncando junto al confesionario -nos confesó con una cierta angustia en la voz.
Tres semanas después desde la última vez que le vimos el pelo, y mientras andaba con las cabras, lo encontró el Viriato enredao entre unas zarzas y abrazao a una gallina reseca y más muerta que él. A lo que parece, a algún propietario, o a algún padre o hermano se le cruzaron los cables de mala manera y se le fue la mano de cojones en el escarmiento, pero no dimos con el malhechor. Tampoco lo buscamos mucho, no voy a mentirte, las cosas como son, que había que segar el trigo y lo primero es lo primero.

Y amás, que un tonto de más o de menos… ¿Te vas a calentar la cabeza de mala manera? ¿Será por tontos?
En el entierro, que pagamos a escote con una colecta entre tós, y mira que me cuesta reconocerlo, la verdad sea dicha es que el curilla estuvo bien rezando un responso mu sentío. Que, a pesar de sus múltiples defectos, también era un alma del Señor, remató el fúnebre discurso.
Y lo que son las cosas, tú: con la guerra que daba el puñetero, y ahora hay veces en que hasta lo echamos de menos, que tiene mondongos la cosa.