Tú, escritor, eres como ese piloto de avión en su carlinga, indefenso del todo y atado a su asiento eyectable, cayendo en barrena después de ser alcanzado por las balas durante la escaramuza, mientras el lector -omnisciente, omnipotente- se adentra sigiloso en tu libro -cabe decir en el campo de batalla- con el dedo sobre el pulsador.
Si al final lo pulsa, te salvas.
Si no, ya sabes lo que te espera; una buena ración de disparos y un golpe morrocotudo contra el suelo después del más estrepitoso de los fracasos.
Hermosa, didáctica y acertada comparanza. Pura delicatessen.
ResponderEliminarUn abrazo.
Quizá el éxito consista en haber volado por los cielos que uno quería alcanzar. La presencia del lector, es sólo la constatación de que alguien nos acompañó en la travesía.
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