La higuera
A Tonino Guerra
La higuera es terca y silenciosa:
plantada en la grieta de una roca,
en la tierra árida o el muro de piedra,
no envidia jamás la majestad de la acacia
ni le remuerde el revuelo de niños
que comen pan y quesito.
A su tiempo, oscuros bajo el calor,
un enjambre de mirlos
adornará sus ramas en sombra
mientras devoran, golosos,
su dulce fruto de dos nombres.
Elías Moro
Te propongo
la dulzura del higo,
su carne sonrosada,
replegada y húmeda
como un animal marino.
Goza el misterio de este fruto,
su textura de molusco,
su íntimo tamaño.
Tersa,
su pulpa
apremiará el deseo
de tu lengua.
Te propongo
las delicias del higo.
Muerde su violado,
desamparado centro,
prueba de nuevo -empecinado-
su carne
que guarda mieles y diluvios.
Las delicias y dulzura del higo
-pequeño y desbordado-
tan sólo te propongo.
Que tu boca profunda
se demore
en el dulzor secreto,
que asalte con lentitud
su carne desvelada.
Deja que a tu paladar
traiga la memoria
de sabores primitivos.
la dulzura del higo,
su carne sonrosada,
replegada y húmeda
como un animal marino.
Goza el misterio de este fruto,
su textura de molusco,
su íntimo tamaño.
Tersa,
su pulpa
apremiará el deseo
de tu lengua.
Te propongo
las delicias del higo.
Muerde su violado,
desamparado centro,
prueba de nuevo -empecinado-
su carne
que guarda mieles y diluvios.
Las delicias y dulzura del higo
-pequeño y desbordado-
tan sólo te propongo.
Que tu boca profunda
se demore
en el dulzor secreto,
que asalte con lentitud
su carne desvelada.
Deja que a tu paladar
traiga la memoria
de sabores primitivos.
La verdad, están para comérselos. Los poemas y los higos. Y debo confesarte que me ha conmovido y enternecido el "quesito". Hay que ver lo que puede hacer con uno un diminutivo. Lo que puede hacer con la memoria un sabor primitivo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por tus letras en mi blog. Tu blog
ResponderEliminares maravilloso, me he quedado impresionado.
Felicidades.
Saludos.
José María.
Buena propuesta la de saborear tan exquisito fruto. Debe ser el higo el único fruto que todavía no está adulterado y sigue teniendo el mismo sabor de entonces.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Daniel, por degustar así estos poemas.
ResponderEliminar"Pan y quesito" llamábamos a la flor de la acacia, y de niño, con los compinches de la pandilla, la he comido muchas veces.
Su sabor aun permanece en mi memoria.
Un abrazo.
Pues qué decir del tuyo, José María: esas reflexiones y notas seguidas de los fragamentos literarios y la música.
ResponderEliminar¡Y esas preciosas fotos en blanco y negro!
Un placer caminar por él.
Disfruta de tus vacaciones.
Un abrazo.
Mercedes: pues no había caído en ello, pero no te falta razón. La mayoría de las frutas que comemos ya no son lo que eran, ni saben a lo que sabían.
ResponderEliminarLos higos resisten con su sabor primigenio.
Un abrazo.
En los veranos, crecía a la sombra de una higuera, enorme, y en sus ramas nos subíamos para recoger higos que nunca comimos, porque no llegaban a madurar. En los veranos, subía hasta el vivero a recoger grosella y en la madreselva, cerca del manantial, nos parábamos a merendar su flor, pan y quesito, al sacar los estambres quedaba colgando una gota de almibar que sorbiamos entornando los ojos,luego...
ResponderEliminarBellos poemas que me han hecho volar hacia otra epoca, hacia otro lugar, con otra gente que hoy no está a mi lado.
¿Qué tendrán las higueras y sus frutos que tanto nos marcan de niños? ¿Qué tanto nos atraen, cuando somos adultos? También yo hice referencia a frutal y fruto en alguno de mis "Fragmentos de inventario"; eso sí, no con la belleza poética de estas entregas (la tuya y la de Carmen Matute) que aquí nos traes. Un placer ambas, como disfrutar unas brevas recién cogidas de madrugada.
ResponderEliminar(Como siempre, en estos últimos días: a ver si quiere subir la entrada. Voy allá.)
Un abrazo.
Ada: en el camino a mi trabajo me encuentro todos los días con tres enormes higueras, señoriales, estoicas, ahora reventando de frutos. En el invierno, pacientes y tercas, resistiendo la adversidad.
ResponderEliminarMe encantan las higueras, su voluntad de supervivencia.
Un beso
Eso mismo, Antonio: ¿qué tendrán?
ResponderEliminarAcaso el misterio de lo que no entendemos del todo, ese aprente morir, ese cierto renacer.
El poema de Matute es una maravilla: te explota en la boca el sabor del higo, su dulce textura.
Un abrazo.