¡Lo conseguí!
Dejé de fumar para siempre cuando me agaché un momento a buscar un cigarrillo en el coche. Después de haberlo intentado de mil formas diferentes (con chicles, con parches, con las dichosas agujitas de los chinos, a palo seco…), nunca pude sospechar que sucedería de esta manera.
Pero lo que más rabia me da es que nadie pueda felicitarme por haberlo logrado tan rápidamente, tan en seco, tan de golpe y porrazo.
Me acuerdo de mi primer cigarrillo; era de una marca que ya no existe. Yo tenía ocho años y aquella noche me hice pis en la cama.
Cómo no ibas a dejar de fumar con lo que anunciaba el Santo Oficio.
ResponderEliminarCon ellos pocas guasas
El micro, vaya humor (¿humor viene de humo?) negro que destila.
ResponderEliminarLo del Antillana, ya lo hemos comentado alguna otra vez, otra coincidencia. Por cierto, la cajetilla de la foto, todo un lujo. Los que yo fumaba no tenían filtro y recuerdo la caja en colores rojo, blanco y, quizás, azul.
Un abrazo.
Perdona chico, me parece que eres muy poco respetuoso con las tradiciones. Costumbres antiguas no se deben dejar. Te lo dice uno que lo ha dejado dos veces y que empezó a los doce.
ResponderEliminarQueridos Felipe y Alfredo: os habéis dejado llevar por la impresión. En lo del tabaco, yo soy -de momento- uno de los irreductibles; sigo fumando mi "Coronas" negro, y cuando no es posible, el "Ducados" de toda la vida.
ResponderEliminarTened en cuenta que es un microrrelato y, por lo tanto, ficticio.
Ahora mismo me estoy fumando uno a la salud de ambos.
Un abrazo.
Tienes razón, Antonio: la cajetilla normal del "Antillana" era como dices. Y el papel era dulzón. Esta era de lujo, para las grandes ocasiones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tuya es la culpa por hecer parecer verdadero lo ficticio.
ResponderEliminarSalu2
Así sea, Alfredo: admito "culpa" como animal de compañía.
ResponderEliminarAbrazos.