MONÓLOGO DEL BURRO EN LA ADUANA ESTADOUNIDENSE POCO ANTES DE ENTRAR EN CUARENTENA ANTE UN JUAN RAMÓN CORRIDO POR LA VERGÜENZA E INCAPAZ DE ARTICULAR PALABRA.
Una y no más, santo Tomás; te juro por mis muertos que es la última vez que me subo a un buque, paquebote, clíper, bergantín, o como cojones se llame la mierda de barco en donde m´as traío. Por lo menos en estas condiciones. Menudo viajecito que m´as dao: p´acá y p´allá, p´acá y p´allá, ola va y ola viene, unos mareos de caballo (bueno, de burro) de no te menees, y la paja, o seca o empapada, nunca al dente, como sabes que me gusta. Si ni siquiera me has sacao de la bodega en tos estos días pa dar unos paseítos por cubierta; que no digo yo, eso tampoco, que a ese galope jaranero que encandila a las pollinas y que domino con tanto garbo, pero unos trotecillos por eso de estirar los remos de cuando en cuando creo yo que no te hubiera costado tanto. Pues ni eso, Juanra, ni eso… Ya me barruntaba yo que me estabas vendiendo la burra y que lo de “clase turista” no iba a ser lo que prometía. Ni clase, ni turista, porque no he visto na. Pero na de na, Juanra. To el viaje encerrao en la bodega, rodeao de maletas, jaulas, armatostes, oyendo chirridos y ruidos de motor, gemidos y estruendos. Y acojonao de miedo, que desde aquello del Titanic no me fío yo del agua na más que pa beberla. Y encima esos marineros zafios que se divertían a mi costa pegándome palos en los costillares, haciéndome babear de rabia, esquivando mis coces… Unos grandísimos hijos de la gran Bretaña, por decirlo finamente y no mandarlos a que les den por donde amargan los pepinos. ¡Panda de mamones! Mal rayo los parta. De modo que ya lo sabes, poeta: si algún día te da por volver al terruño, a esas marismas de Moguer donde sí que estaba fetén antes de conocerte, triscando yerbita fresca, tumbao a la bartola y espantándome las moscas, ora con el rabo, ora con las orejas, o me sacas un pasaje en condiciones (en segunda, como mínimo, y con derecho a tumbona) o te va a acompañar tu tía la del pueblo. Que ya sabes que los burros, como nos encabronemos, somos muy burros. ¿Lo captas? Que yo ya tengo una edad y no estoy pa estos trotes, mira, nunca mejor dicho; que después de este viajecito ya ni blando, ni peludo, ni suave. Que me duele to, Juanra, que no me siento ni las orejas ni las pezuñas, que me podías tener un poco más de respeto, vamos, digo yo. A quien se le diga, Juanra, con lo que yo he hecho por ti. Porque, ¿quién te hizo famoso, eh, a ver, quién? Venga hombre, contesta. ¿No? No importa, ya te lo digo yo: el menda. Y es que siempre has sido un poquillo avinagrao y un desagradecío, pisha: vate insigne, vale; gloria de las letras patrias, vale; Premio Nobel (bueno, todavía no, pero ya caerá, ya), vale también, pero avinagrao lo eres un rato, no me digas, y a veces hasta con una mala follá que no se la salta un gitano del Sacromonte. Por lo menos conmigo, a la vista está, que vergüenza debería darte.
Que m´as dao mu mala vida, Juanra; entre la Zenobia (esa bruja) y tú, me habéis traío a mal traer: to el santo día p´arriba y p´abajo, p´arriba y p´abajo, que si una presentación, que si una conferencia, que si una reedición, que si la leche en polvo… Y el pobre Platero (que esa es otra, el nombrecito de los huevos) encerrao en cajones, durmiendo en establos de mala muerte y pegando tumbos como un desgraciao por esos caminos de cabras. Que si no nos hemos matao en más de una ocasión será porque Dios no ha querío.
Y ahora, encima, la cuarentena, chúpate esa: valiente gilipollez la de estos yanquis. Hala, por si no había tenido bastante, o le había cogido el gusto, que vete tú a saber las retorcidas razones que tendrán para esta tortura, cuarenta días más encerrao por la cara. Como dice el refrán: “Si no quieres caldo, tres tazas. Y la última, rebosando”. Por precaución, dicen. Por si tengo algo malo, dicen. Y como yo digo: pero, vamos a ver, hijos de mis entrañas ¿qué de malo voy a tener yo si, aparte de la paliza que traigo encima, estoy como un toro? ¿Pero es que no veis este perfil latino, este porte de alazán, esta equina elegancia? Fíjate que todavía no he perdido el humor del todo. Pero vamos, que me da a mí en los belfos que ni matándolos de risa, o regalándoles el librito de marras, me libro de los cuarenta días. Pues no son cabezones ni na estos fulanos.
Y mientras yo me chupo la condena y me lamo las heridas y me cago en tos sus muertos dos o tres veces por día, que les voy a dejar to esto perdidito de plastas, la Zenobia y tú zascandileando por ahí: que si al teatro, que si a comer aquí o allá, ahora una universidad, luego unos garbeos por la Gran Manzana…
Pues no me parece bien, qué quies que te diga, no señor, no me parece bien.
Me tiemblan las carnes na más que de pensar dónde me vas a meter cuando salga de esta pocilga, vistos los penosos antecedentes. ¿Hay cuadras decentes en ese sitio? ¿Y yegüitas guapas? ¿A que no? Porque en un hotel no creo, y entonces a ver, eh, a ver. Que te estoy viendo venir, Juanra, que me la juegas otra vez, y voy estando mu necesitao. Pero mucho, mucho. ¿Me entiendes? Y es que, por más vueltas que le doy, no acierto a adivinar qué te habré hecho yo a ti para que me trates así.
¿Pero sabes, Juanra -y esto que quede entre tú y yo, no metas a la bruja por medio-, lo que más me jode de ti? ¿No? ¿No caes? Venga, hombre, haz un esfuerzo, pon a currar tu fina "intelijencia". Pues lo que más me repatea, para que te enteres de una vez por todas, es esa puñetera manía tuya con las jotas. Mira, no es por llevarte la contraria, pero si las ges y las jotas están donde están será por algo. Vamos, digo yo. Así que ya sabes: como tú mismo dices, “No la toques más, que así es la rosa”. O sea, en román paladino, déjalas quietecitas, no vayamos a joderla.
Y no me pongas ese jesto en la jeta que te va a salir giba (también llamada joroba).
Que mira que eres pesao con el temita.
Hala, vete.
dedicado a Juan Ramón Jiménez y estrenado en diciembre de 2008)
Qué texto más ingenioso y divertido. Pobre Platero, menudo viaje le dio el Juanra. Lleva "toita" la razón: con lo que el burro ha hecho por él, hasta le consiguió un premio Novel, hay que tener sangre fría para hacerlo viajar en la bodega de mala muerte de un barco, casi sin comer y tratándolo a palos. Qué ingrato el Juanra. Y para colmo la cuarentena. ¡Qué fuerte!
ResponderEliminarDisfruté este relato. Gracias por traerlo.
Perdón por el error, puse "novel" y quise poner "nobel".
ResponderEliminarNos vemos.