domingo, 14 de febrero de 2010

Fregadero

(Imagen: Andy Warhol) 

Fregadero 

Cuando el teléfono sonó justo en mitad de la siesta supe que algo terrible estaba pasando. Era Juan. Su voz entrecortada no auguraba nada bueno, no lograba entender lo que me decía, tan solo percibía la angustia que me transmitía a través del auricular, de modo que me lancé corriendo a la calle, atrevesé la avenida y subí las escaleras de su casa con zancadas imposibles. Juan yacía en el suelo, aún aferrado al teléfono, y varios tajos con forma de sonrisa adornaban su garganta y su pecho desnudo.

No había nadie más. Sólo un rumor apagado y metálico venía de la cocina.

Era el grifo del fregadero, enjuagando con su chorro tibio y lento el primer cuchillo ensangrentado.

Los demás, el juego completo, esperaban turno junto a la pila, serenamente divertidos, como contándose en voz baja un jocoso secreto entre risitas.

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