Justo enfrente de mí, mientras tecleo estas líneas, a través de la ventana veo la siera de Arroyo de San Serván con su copete de nubes compactas. Hoy llueve seguro. Es una predicción más fiable que la de cualquier instituto meteorológico. Si la sierra de Arroyo tiene copete, llueve en los alrededores como que me llamo Elías. Y sin saber bien por qué -no tiene nada que ver- recuerdo que hace un año, tal día como hoy, a esta misma hora yo tomaba café en un hotel de Granada momentos antes de partir a recorrer los pueblos de La Alpujarra en compañía del poeta Antonio Carvajal quien, por mediación de Jesús García Calderón, me había invitado a realizar una lectura de poemas en la Cátedra García Lorca de la Universidad de Granada. Bajamos de la sierra al mar, comimos en Motril -recuerdo con especial agrado una exquisita sopa de mero que aún enamora mis papilas-, y regresamos con tiempo de sobra para una siesta y un paseo antes de la lectura. En el salón de actos del Colegio Mayor donde me alojaba -un edificio del siglo XVI- leí, entre otros, estos dos poemas que ahora os traigo.
Serpiente
A ti te puse serpiente, te dí el frío en la mirada, te condené a vagar pegada a la tierra y te otorgué el privilegio de dar la muerte de golpe en una centésima de segundo
Por eso mismo, cada cierto tiempo tu piel te repele y te abandona, y te he negado también las lágrimas y el abrazo, te he partido la lengua para que no puedas aliviarte con la humedad de las palabras
Excepto tus hermanas del agua más letales y siniestras eres, de entre todas las bestias de tierra, la que más temores sucita
Serpiente
A ti te puse serpiente, te dí el frío en la mirada, te condené a vagar pegada a la tierra y te otorgué el privilegio de dar la muerte de golpe en una centésima de segundo
Por eso mismo, cada cierto tiempo tu piel te repele y te abandona, y te he negado también las lágrimas y el abrazo, te he partido la lengua para que no puedas aliviarte con la humedad de las palabras
Excepto tus hermanas del agua más letales y siniestras eres, de entre todas las bestias de tierra, la que más temores sucita
Otros
Ahora ya somos otros: acaso
como aquellos que envidiábamos
mientras sonaban las canciones de moda,
los que nos causaban espanto
con sus atuendos tan formales,
su exquisita educación para con las mujeres,
su manera de fumar en silencio,
aquel estilo de alzar la copa o sorber el café
que nos servía de diversión y burla
para toda la semana
habrá que resistir a esta mezquina
venganza de la memoria, a este dolor
como un cáncer en la conciencia,
a la lenta humillación a que nos somete esta edad
en que ya somos como aquellos otros
que en secreto despreciábamos
Menuda joya de poema dejaste en Granada, en la tierra que me vio nacer y que tanto añoro.
ResponderEliminarEl poema "Otros", otra alhaja. Eres único, Elías.
Gracias.
Mercedes: Pues si eres de Granada (que sí que es una joya) y el poema te ha gustado tanto es de justicia que sea para ti.
ResponderEliminarDesde este momento es tuyo.
Abrazo.
Elías
Elias un gran placer conocerte y leerte, sin duda, enorme letras, un blog lleno de calidad literaria, sin duda. Me alegro que llegaras a mi blog y que te gustase, bueno lo de los minicrimenes es un pequeño homenaje a ese libro negro que llegó a mis manos una vez y me sorprendió mucho "crimenes ejemplares", no escribo muchos porque no es lo que suelo hacer y la gente del blog se sorprende un poco porque esperan otra cosa, jaja, pero es un placer inventar un poco de sangre y crear duda.
ResponderEliminarPues con tu permiso te sigo y enlazo, poruqe llega un momento que me despisto, y así ya no se me escapa.
Lo dicho un placer, te iré leyendo poco a poco.
Un abrazo.
Hola Elias, paso a saludarte y agredecerte la visita a mi blog.
ResponderEliminarVoy a dar un repasillo, jeje efectivamente veo coincidencias.
Un abrazo
Gracias, Madison y Suso, por vuestras palabras. Os enlazo a ambos para seguiros con asiduidad. Ya sabemos donde estamos.
ResponderEliminarAbrazos.
Ah pues yo tambien te enlazo!!
ResponderEliminarMe gustaron mucho los poemas, Elías. Ya leí otros en en blog de Antón Castro. Saludos y disparos dillingerianos.
ResponderEliminarGracias, Dillinger, por tus palabras sobre los poemas. Bienvenido de nuevo.
ResponderEliminarSaludos.
Yo nací en esa sierra-San Serván- y allí me fui introduciendo despacito en el bosque. Un bosque de encinas, alcornoques, olivos y algunos eucaliptos en los alrededores de la casa -que levantaban con su raíces- el suelo de azulejo árabe.
ResponderEliminarHabía un pozo también y 2 charcas que se llenaban de margaritas en primavera y que,casi, podías imaginar cruzar sin hundirte caminando sobre el lecho de esas flores.
Verla escrita -la Sierra de San Serván- me trae recuerdos y nostalgias de mi niñez. Tan feliz.
Entonces no había nubes anunciando ninguna borrasca próxima.
Un fuerte abrazo Elías
Me alegro mucho, Isabel, de haberte traído esos recuerdos con mi texto. Esa sierra es lo que veo todos los días desde mi puesto de trabajo. Sabiendo que tú eres de allí, la mirada será todavía más amable.
ResponderEliminarUn beso.