El título de esta entrada quiere parafrasear aquel otro de la película de los Cohen, El gran Lebowski, una peli extraña -al menos para mí, que la he visto dos veces y todavía no sé si me gusta o me aburre- haciendo hincapié en el apócope gran.
Porque Antonio Gómez es un grande, no me cabe la menor duda; grande en sapiencia, grande en humildad y talento, grande incluso en su presencia física, con ese aspecto de oso bueno que tiene -mi mujer le llama “mi osito de peluche”, así que ya os podéis figurar a lo que me refiero-, y que no puede disimular. Desde que lo conocí en un ya lejano 1983, aposentado tras la barra del mítico “Alcandoria”, un bar que era el mejor centro cultural de Extremadura en aquella época -guarida de pintores, poetas, músicos y demás gente de mal vivir que se movían entre aquellos toneles de barro como peces en el agua- tampoco me cabe la menor duda de esto. De allí, al amor de una estufilla de butano y al rebufo de amistades peligrosas, entre vinos y cervezas, y pensadas por su cabecita inquieta, salieron ideas y proyectos tales como las “Hojas Parroquiales” -hoy, piezas de coleccionista casi todas ellas-, “La Pirámide”, “Caja de Truenos”, “Arco Iris”, o el mítico “Holo”, fanzine irrespetuoso e irreverente donde los hubiera y que no dejaba títere con cabeza. Todos proyectos colectivos donde recoger la obra y las ilusiones de un tropel de inquietos sin una mala publicación donde caerse muertos.
La labor de Antonio como dinamizador cultural en y desde Extremadura admite pocos parangones; gracias a él, el nombre de esta región y el quehacer de muchos de sus creadores es conocido en todo el orbe conocido, valga la redundancia.
Pero es su labor en solitario, callada y eficaz, de un enorme calado poético y de conciencia crítica la que más me interesa resaltar. Porque da la casualidad, mira tú por dónde, de que su obra dentro del terreno de la poesía experimental, es una de las más potentes y sugerentes surgidas en España en los últimos treinta años, si es que no me quedo corto. Sus múltiples exposiciones y publicaciones, su continuada presencia en encuentros y congresos de toda calaña y condición -desde los más altos palacios a las más pequeñas aldeas-, así lo atestigua. Su obra gráfica se encuentra presente en colecciones, museos y ferias de arte internacionales. Acaso sea también uno de los mejores coleccionistas de exlibris de este país, entre cuyas piezas se encuentran obras de algunos de los mejores artistas mundiales. También, en su gabinete de trabajo, acumula cientos de piezas de mail-art y hermosísimos libros-objeto de escaso tiraje que algunos envidiamos con la codicia del buscador de tesoros.
Y todo esto, ya se ha dicho, a la chita callando, poco a poco, con una paciencia y resolución de hormiguita tenaz, con una humildad de las de verdad de la buena, no con esa falsa modestia consustancial en los hipócritas, y que contrasta escandalosamente con esa velocidad de ahora en la que cualquier pintamonas echa una meada y se tilda de genio con una desvergüenza que da más pena que otra cosa.
Y con ser todo esto -¿os parece poco?-, Antonio es también un más que estimable poeta discursivo, un algo filosófico pero nada dogmático. También en este terreno sus breves poemas calan hondo en quienes los leen.
Títulos como Caminar por caminar, cansa, Agua, pan y cama, Sumo y sigo o Cruce de caminos no me harán quedar como un mentiroso.
Item más: en múltiples ocasiones él mismo utiliza en acciones y perfomances, con sutileza unas veces, con contundencia otras, su propio cuerpo como objeto poético.
Dejo aquí un par de preguntas, que a él no le gustarán, estoy seguro, pero que a mí me parecen de justicia, para quien corresponda.
¿Para cuándo una antológica de su obra, con un catálogo a la altura, en el lugar que merece?
¿Para cuándo, señores míos, la Medalla de Extremadura para Antonio Gómez?
Señoras y señores, con ustedes, el gran Gómez.
¿Para cuándo, señores míos, la Medalla de Extremadura para Antonio Gómez?
Señoras y señores, con ustedes, el gran Gómez.
Gracias por traernos arte. Si que es grande gomez, estoy impresionada por lo que nos cuentas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Como bien dices Elías, Antonio es indudablemente grande en todo, pero por desgracia vivimos en un país de elogio fácil y reconocimientos tardíos.
ResponderEliminarEspero como tú y como muchos otros, que esa grandeza sepa ser recompensada como se merece.
Un abrazo y otro para Antonio
Mercedes: no he exagerado lo más mínimo. Es más, yo creo que me he quedado corto.
ResponderEliminarUn grande de verdad, mi Antonio.
Abrazos.
Pues a ver si entre todos los que le queremos les vamos poniendo las pilas a quien corresponda para que se haga justicia con su tabajo.
ResponderEliminarAbrazos.
Yo no creo que haya que preocuparse por medallas o reconocimientos oficiales, Elías. Antonio tiene un reconocimento enorme de sus admiradores y seguidores, y a lo mejor lo único que tenemos que hacer es difundirlo mñas, como tú haces con esta entrada magnífica de tu blog. (Yo no conocía, por ejemplo, esas fotos de Antonio convirtiéndose en "objeto artístico", y eso que su obra me entusiasma desde hace años). Gracias, Elías.
ResponderEliminarQuizás tengas razón Isabel; su talento no va ser menos por eso, ni su bonhomía.
ResponderEliminarPero es que cuando ves ciertas cosas...
Pero verás, isabel, hay una salsa (perfecta para bailar) que se titula "Que me lo den en vida". Pues eso.
Un beso.
Antológica y catálogo me parecen necesarios, en cuanto a la medalla eso no lo veo claro, es una cosa muy institucional y si algo es poco institucional, o nada, es la obra de Antonio. No lo veo en el teatro romano recibiendo el galardón de manos del burócrata de turno. Un saludo.
ResponderEliminarPues a mí sí que me gustaría verlo. El faraón de "La Pirámide" en el Teatro Romano.
ResponderEliminarMenuda performance.
Saludos.