Excepto fines de semana, festivos y vacaciones, nos veíamos todos los días, a la misma hora, en el mismo sitio.
Permanecíamos sin hablarnos nunca, a veces casi codo con codo, a veces a distancia.
Tiritando de frío o sudando la gota gorda cruzábamos fugaces miradas, leves roces con las yemas de los dedos, guiños minúsculos que sólo nosotros entendíamos y éramos capaces de descifrar, complicidades que procurábamos ocultar a la suspicacia y maledicencia de los demás.
Una extraña sensación a la que nos sentíamos incapaces de ponerle nombre.
Y así día tras día, mes tras mes, año tras año.
Tuve la certeza de que me había enamorado de ella cuando la cambiaron de ruta como conductora de mi autobús.
Hubo tiempo suficiente para romper el hielo, o la magia.
ResponderEliminarBuenos días.
Sin llegar al enamoramiento la situación se hubiese tornado eterna si tú te hubieses cambiado a esa ruta.
ResponderEliminarMe has recordado la película Next...
ResponderEliminarsaludos.