La historia de este caballo es también conocida en muchos lugares como la Leyenda del fin de año, y fue un viejo -del que apenas recuerdo nada, a no ser su voz, estropajosa por el alcohol y los muchos años- quien me la contó, una noche en que me hallaba más ocioso que de costumbre y dejaba pasar el tiempo en una de las tabernas de la capital. Decía así: hace ya mucho tiempo, en cierta tribu de las marismas, el hechicero tenía por costumbre reunir a todos sus vecinos en torno al fuego y celebrar con ellos el fin de año; con este motivo extraía de la nada y modelaba, con la sola ayuda de su voz, las formas de un caballo de insuperable blancura y belleza: con un susurro las crines, con un golpe de lengua los cascos, con un silbido el hocico. Luego, uno por uno, los habitantes del pueblo debían subirse a la grupa y cabalgarlo sin miedo por las marismas. Nadie podía negarse; mas si alguien gritaba, ya fuera por miedo o por placer, el caballo desaparecía en el aire, arrojando a su jinete a la helada grisura del fango: una desaparición súbita, irremediable, como un espejo roto en mil pedazos.
Pero era también un mal presagio, y un insulto a la sabiduría del hechicero. En pago por su error, el jinete era expulsado del pueblo y condenado a vagar en silencio por las marismas durante un año, tras el cual, como en un espejismo, regresaba a lomos del caballo que él mismo había hecho desaparecer y que ahora, ya expiada su culpa, entregaba de nuevo al hechicero, como prenda de la más completa humildad y reconocimiento.
Jordi Doce
Madrugar y encontrarse un buen cuento... no está nada mal para empezar la semana.
ResponderEliminarHasta la próxima.
Interesante historia
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